13. Superhéroe

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Yoongi mordía el interior de su delgada mejilla mientras tomaba la mano de Jimin. El viejo edificio enfrente de ellos a la luz de la madrugada no lucía como un templo, pero, según lo que habían investigado, las ruinas se encontraban bajo tierra. El pelinegro analizaba todo con detalle, buscando alguna entrada, dentro de su corazón sentía una premura demasiado fuerte como para alejarla. ¿Por qué había tanto afán?

— Por allí hyung — susurró señalando una pequeña y vieja reja entre dos construcciones.

Tomados de la mano se dirigieron a la pequeña puerta, el olor a azufre era tan fuerte que tuvieron que tapar sus narices. En definitiva no había aroma más podrido que el de la muerte misma. Sin saber muy bien que era lo que estaban haciendo, entraron bajando las resbaladizas y húmedas escaleras. Yoongi se puso alerta, el ambiente lo hacía sentir vulnerable, su investigación había sido profunda pero al parecer no lo suficiente, pues en ninguno de sus mapas aparecía este desagradable pasadizo.

Al llegar al piso se encontraron con una extraña arquitectura. Todo tenía un aspecto medieval, viejo, sucio y repulsivo, como los calabozos del infierno. Rejas y arcos viejos daban espacio a varias zonas, tal como un laberinto, era posible tomar al menos 5 caminos desde aquel punto. ¿Alguno podría dirigirlos a los chicos o en cambio los llevaría a una muerte segura?

— Vamos por allí — señaló Yoongi guiándolo. El menor se impresionó por la seguridad con la que el peliblanco habló, así que con algo de temor y valentía se atrevió a preguntarle.

— ¿Por qué cogimos el tres? ¿Hyung vio algo? — El mayor le devolvió la mirada, tratando de no reír, la situación era muy peligrosa como para poder responder

— Emmm... es mi número favorito...— El menor se quedó estático. ¿Estaba arriesgado su vida por un número favorito? Miró al peliblanco con el ceño fruncido y comenzó a caminar con mayor rapidez. Lo último que necesitaban era que alguien los encontrara.

Llegaron a una habitación similar a la que entraron, pero esta vez la cúpula era más grande, por las paredes fluía un líquido verde y viscoso que olía a muerte. Jimin se estremeció levemente y el mayor se acercó más a él.

— ¿Has visto algo? — preguntó con premura.

Según los libros de la vieja biblioteca, era cuestión de tiempo, antes de que los Tanchet percibieran sus aromas y los empezaran a seguir. Las criaturas pertenecían a las sombras, su vista era mala con la luz y por eso el cielo siempre oscurecía a su alrededor, su fin era la muerte, se deleitaban en el sufrir y el padecer.

El menor tomó la delantera, caminando por un largo pasillo, que se dirigía a dos nuevas cámaras. Las luces de todo el lugar parpadeaban constantemente, podían escuchar la electricidad fluir por las paredes y ver la baba gotear desde las largas lámparas, al ser el segundo túnel que recorrían, perderse sería una tarea simple. Yoongi escuchó voces en el momento en que Jimin iba a poner un pie fuera del pasillo hacia la nueva cúpula. Lo agarró del brazo y lo empujó hacia sí, manteniendo una mano en su boca para acallar el chillido.

El menor se quedó inmóvil, pegando su espalda al firme pecho de Yoongi. Las siluetas pasaron ignorando su presencia por completo, iban descalzos con largas túnicas negras y sus cabezas blancas llenas de venas azules, haciendo al mayor estremecer. Un suspiro se escuchó en el pasadizo, pues el menor había soltado todo el aire retenido cuando las cosas esas ya se encontraban un camino más allá.

Jimin comenzó por inspeccionar el lugar desde el pasillo y logró notar los calabozos. Asumió que estaban vacíos hasta que algo llamó su atención, arrugó los ojos tratando de enfocar el objeto y entonces el nudo en su estómago creció. Apresuradamente, atravesó la estancia cauteloso bajo la mirada de reproche que le dio Yoongi.

— ¿Tae? — susurró arrodillado al lado de las rejas y completamente pegado a la pared. La delgada muñeca se movió dejando ver los aturdidos ojos de su mejor amigo.

— ¿Mochi? — preguntó con voz rasposa por el desuso.

Jimin sonrió aliviado de haber reconocido la pulsera de amistad que hace muchos años le había regalado a Taehyung.

— Vinimos a sacarlos... ya podremos irnos y esca-

Taehyung negó con la cabeza interrumpiendo al menor — No funcionará... hemos intentado todo y estas cosas no abren... están selladas.

— ¿Hemos? — los ojos del pelinegro se abrieron con sorpresa cuando vio el fondo del calabozo, encontrándose con todos sus amigos. Namjoon estaba dormitando contra una pared con Jin entre sus piernas, abrazados casi que tratando de protegerse. Jungkook estaba en el suelo con la cabeza en las piernas de un cansado Taehyung, que apenas podía mantener sus ojos abiertos. Y luego estaba Hoseok, con un pequeño entre sus brazos, sentado en su regazo.

¿Es un niño?  se preguntó Jimin, sintiendo una necesidad profunda de liberarlos a todos.

Siguiendo su instinto se levantó mirando con detalle la fea cerradura, estaba bloqueada, para verse tan vieja y desagradable era demasiado segura, el sistema la sellaba a presión contra todo el borde de la pared, así que para sacarlos se debería liberar cada pequeño seguro. Mordiendo su dedo índice forzó a su cerebro a pensar ¿Cómo puedes abrir algo que está sellado?, sacó el dedo de su boca y lo introdujo en la pequeña abertura donde iría una llave, sintió el dolor de un fuerte pinchazo junto a la sangre emanando de su dedo, fascinado abrió los ojos al ver, cómo el líquido carmesí recorría los seguros liberándose uno a uno, moviendo la reja a presión con lentitud.

Todos miraban asombrados como poco a poco, la pesada estructura de metal se movía, dejando vacío el camino a su libertad. Jimin sonrió, limpiando su dedo ensangrentado sobre su pantalón y se cruzó con la ahora despierta mirada de Taehyung, que movió a Jungkook para despertarle. El menor de todos sonrió cuando vio a su cabellera favorita y se dirigió a los demás.

— Es hora de irnos — susurró con una sonrisa sobre su agotado rostro. Lentamente todos se pusieron de pie, incluyendo el pequeño niño que se encontraba en brazos de Hoseok. Todos salieron despacio, tratando de no hacer ruido pero sin ocultar la emoción. En el momento en que todos atravesaron la estancia hasta Yoongi, que sonreía aliviado, algo gritó

— ¡INTRUSOS! —mientras capas negras y hombres blancos se acercaban hacia ellos, llenando todo el lugar de una espesa neblina con olor a muerte.

— ¡Corran! — ordenó Yoongi, viendo a todos escapar por el pasillo en pánico.

Maratón 1 /?

Porque estoy muy feliz y espero no perder los finales de la siguiente semana les he traído una ofrenda. (^3^)

El chico del tatuaje «Yoonmin»Where stories live. Discover now