'I don't believe in fairies'

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[Jiho]

Le quité la bolsa con churros de las manos a Yukwon, intentando así llamar su atención. Era un acto desesperado. Solo necesitaba que me tomaran en serio, y no lo estaban haciendo en absoluto.

- ¡Lo digo de verdad, tienes que creerme! –exclamé perdiendo la paciencia, escondiendo la bolsa con los dulces a mi espalda. Él tan solo me miró de arriba abajo y extendió la mano, en la cual me vi obligado, al cabo de casi medio minuto en un silencio incómodo, a dejar la bolsa de vuelta.

- Gracias –su voz era tranquila y me sorprendía que todavía guardara la calma mientras yo estaba perdiendo los nervios por instantes. – Y estabas borracho.

- Estoy borracho muchas veces –empecé a explicar atropelladamente. – Y ese no es el punto. El punto es que un hada de pelo verde me tiró al suelo y bebió de mi alcohol.

- No tienes porque avergonzarte de que una chica te robara el alcohol, amigo –dio unas palmaditas en mi espalda y siguió caminando. Yo tan solo bufé y de mala gana le seguí el paso. Era increíble que no me creyera. Si Yukwon, con quien había crecido siendo vecinos desde los dos años, no me creía, nadie lo haría. – Oh, vamos. No pongas esa cara. –fruncí el ceño y aparté la vista, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón con actitud indiferente. El castaño me miró y entre risas, me agarró de la cintura, probablemente en un intento de animarme. – ¿Quieres un churro?

- Sí quiero –respondí aún enfadado, con los labios abultados a causa de mi indignación. Cogí uno de los churros de la bolsa y le di un mordisco con dejadez, como si no llevara más de veinte minutos muriéndome por probarlos. En ese momento no podía mostrarme vulnerable por el sabor de un postre, estábamos hablando de un tema serio. – Y no era una chica. Era un chico de pelo verde.

- Has dicho que era un hada de pelo verde –puntualizó antes de limpiarse los restos de azúcar de la boca con la manga de su jersey.

- Un hada chico.

- Entonces era un chico.

- ¡Claro! –rodé los ojos, casi sin creérmelo. Como podía haber confundido a mi adonis con una mujer, casi hasta me indignaba. Normal que no me hubiera creído hasta ahora. – Las hadas de cuentos no existen, idiota. Te lo llevo explicando toda la mañana.

- Acabamos de salir de casa hace veinte minutos –alzó una ceja y agarró otro churro, dándole un sonoro mordisco. – Literalmente.

- La cuestión vuelve a no ser esa –viendo como disfrutaba mi amigo del dulce, me entró la envidia y decidí apropiarme de otro. Cuando lo saqué de la bolsa me fulminó brevemente con la mirada, pero no dijo nada. – La cuestión es que mi hada tiene pendientes y el pelo verde. No tiene problema en decir insultos o pegar a la gente. Y además sus ojos son como los de un gato.

- Tú tienes los ojos como un gato.

- ¡Lo sé, es el destino!

Estaba convencido de que no había sido un sueño ni distorsión de borrachera. Esas alas habían sido reales, casi las había tocado. Había conocido a mi hada, porque era mi hada. Lo tenía claro. Al fin mi ser protector o ángel de la guardia hacía acto de aparición en mi vida. A pesar de que solo había pasado una noche, podía sentir una fuerte conexión, como si esa persona con alas fuera a velar por mí.

- ¿De qué estáis hablando? –Jihoon apareció a mi espalda, quitándome el churro de la mano y alejándose un par de pasos para que no pudiera arrebatárselo antes de comérselo. Tardó casi dos segundos en terminárselo entero. En verdad fue impresionante.

- A Jiho le robó y pegó ayer una prostituta de pelo verde –contó mi amigo de la infancia, indiferente a que yo le fulminara con la mirada. – Perdón, un prostituto.

- ¡No era un prostituto, era un hada!

- ¿Tanto te gustó? –preguntó el recién llegado, quien igual de rápido que se había comido mi postre, intentaba robar otro a Yukwon. A diferencia de este último, tan solo le conocía de ese último año, en clases. Era mi compañero de mesa, y casualmente, el novio del hermano de Yukwon. – Por cierto, necesito que me prestes los apuntes del viernes.

- ¡NO ERA UN PROSTITUTO! –Grité perdiendo la paciencia. Varias personas se giraron a mirarnos, y decidí que quizás no era el mejor momento para perder los nervios. Me pasé la mano por el pelo, fatigado, y decidí pasar del tema, al menos por ese rato. – Y no los tengo. El viernes no fui a clase.

- ¡¿No los tienes?! –negué y me encogí de hombros. A mí no me preocupaban las notas y no me importaban las consecuencias de no asistir a la escuela, pero Jihoon no se complementaba tan bien. Asistía igual o menos que yo a clase, pero al contrario, conseguía bordar cada examen estudiando en casa. Era una máquina con defecto en la constancia de madrugar. – Que vergüenza, faltar a clase y no coger los apuntes.

- ¿Acaso estuviste tú en clase ese día? –me miró de reojo y puso una mueca que dejaba en claro su respuesta sin necesidad de palabras. – Lo que me imaginaba. Ahora no lloriquees.

- No lloriqueo, solo me quejo –respondió con una actitud completamente infantil. Yukwon, por la espalda, le tendió un churro, igual que lo haría con un niño. Y funcionó, porque al menos pareció que se relajaba. – Ze do pedidé a Ahyo.

- Jaehyo tampoco los tiene –me miró al instante, y yo sonreí pícaramente mientras él sufría a la espera de que siguiera la frase. – Estuvimos juntos.

- ¡Te dije que era mi comodín de los apuntes, no puedes tirártelo cuando tiene clases! ¡Te lo dije! – Él me señalaba con él dedo y yo me dirigí a esconderme tras la espalda de Yukwon, cosa que poco me escondería, ya que él era el más bajito de todos, y Jihoon, siendo el menor, era el más alto.

- Te aseguro que sí puedo –sonreí y esta vez estiré yo la mano para alcanzar lo poquito que le quedaba de churro. Y antes de darle un mordisco, añadí. – Oh, vaya que si puedo.

- ¡Ya me voy a encargar yo de que eso cambie!

Echó a correr, persiguiéndome, y yo salté a la huida al instante, corriendo a pocos metros por delante suya. La gente nos miraba y poco nos importaba, porque él solo quería mi cabeza y yo me estaba divirtiendo mucho, casi hasta el punto de olvidar el altercado con el hada.

Hasta que de repente, una bolsa de la compra se interpuso en mi camino, y tanto ella como yo, terminamos rodando por el suelo. Pude escuchar la risa de Jihoon de fondo mientras me frotaba la frente, en el chichón que me había quedado después de la noche con el hada, y alzaba la vista hasta la persona con la que me había chocado.

- Perdone, perdone –mientras mis amigos se acercaban rápidamente a ayudarme a guardar todas las cosas que se habían caído, yo agarré las dos latas que tenía más cerca, cada una en una mano, pero cuando me fui a poner en pie para devolvérselas a su dueño, casi se me desencajó la mandíbula por la sorpresa. – ¡E-eres tú!

- ¿Cómo? –el chico me miró extrañado, alzando una ceja mientras agarraba las latas que yo le tendía, con desconfianza.

- ¡Eres tú, eres el hada!

Se quedó callado, me echó un vistazo de arriba abajo, y finalmente, cuando pensé que iba a lograr una respuesta por su parte, tan solo se encogió de hombros y se agachó para recoger el resto de la compra.

- No se de qué me hablas –fueron sus únicas palabras, las cuales me desconcertaron por completo. Porque era él. Aunque fingiera no reconocerme, a mí me sería imposible hacerlo con él. Estaba seguro. Lo estaba, aunque no pudiera probarlo. 

Beautiful wings ░Ziga░Donde viven las historias. Descúbrelo ahora