Capítulo 37

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Sé que no debería estar haciendo esto. La promesa era simple, que los lobos se quedarían en su territorio y los cazadores fuera de él. Sin embargo, aquí estamos. Acompañada por cuatro lobos recorro las orillas del río más allá de donde acaban nuestras fronteras.

Tras peinar toda la longitud del cauce que cruza nuestras tierras, no me queda más remedio que traspasar los límites. A pocos pasos se encuentra el puente antiguo que cruza la anchura del río de lado a lado, muy próximo a donde se encontró el cadáver de Galindo. Parece que han pasado años desde aquel desafortunado incidente y, en realidad, no han transcurrido más de unas cuantas semanas.

Ojos azules no me acompaña. Ryker es un mejor rastreador y, mientras él encabeza la partida de búsqueda junto conmigo, mi fiel amigo de suave pelaje negro se ocupa de la vigilancia de la línea fronteriza. Me cuesta dejarlo sólo en una tarea así de importante tan pronto, pero contamos con pocos lobos disponibles y hay mucho de lo que encargarse.

Mis ojos siguen a Ryker que durante unos segundos desaparece bajo el puente de piedra. Sumerge sus patas en el río de forma segura pues apenas hay profundidad en este lugar. Delta olisquea algunos matorrales al otro lado. Su tonalidad plateada es difícil de perder entre los colores verdosos y marronáceos de la vegetación. Otros dos lobos tratan de encontrar un rastro algo más lejos siguiendo las orillas del río.

Suspiro tratando de mantenerme en control. Vhalo no puede haberse esfumado. Incluso si estuviese muerto, su cuerpo debería encontrarse en algún punto del transcurso descendente del río. No quiero pensar en esa posibilidad, pero no podré respirar tranquila hasta que no lo hallemos.

Escucho unos pasos tras de mí y alguien se detiene a mi lado.

— Te estás volviendo imprudente — dice Milo con los ojos fijos en los lobos junto al río —. ¿Estás bien?

No contesto pues la respuesta a esa pregunta es una clara negativa. Cómo podría estar bien cuando existe la posibilidad de que Vhalo esté desangrandose en alguna parte del inmenso bosque o... peor.

Milo suspira y durante unos minutos se mantiene en silencio hasta que, finalmente, decide romperlo.

— Lo amabas — su repentina afirmación me deja perpleja.

— ¿Qué? —pregunto sorprendida.

Las esquinas de sus labios se elevan esbozando una sonrisa triste.

— Aquel día en el que decidiste quedarte con los lobos... — sus ojos miran al frente como si estuviese viendo lo que ocurrió atrás en el tiempo —... después de que todo el mundo se fuese, yo... volví — contengo la respiración —. Te vi. La forma en la que lo mirabas, la manera en la que tus manos se deslizaban con absoluta confianza por su blanco pelaje, el sentimiento con el que lo abrazaste...

Me quedo sin palabras. No pensé que nadie nos estuviese viendo en aquel momento tan íntimo. Me duele el pecho al revivir el recuerdo, pero lo que más me hiere es escuchar el tiempo en pasado que Milo utiliza al hablar. Lo amaba, lo sigo amando e, incluso aunque no lo encontremos jamás, lo seguiré queriendo.

— Era un lobo, Amara — me recuerda él como si no me hubiese dado cuenta —. ¿Cómo puedes querer a un animal? ¿Una bestia?

Me giro para enfrentarlo. Sus ojos verde oliva están fijos en mí, confusos y perdidos.

— Jamás podrías entenderlo, Milo —niego simplemente.

Un amor que se fue construyendo durante el año y medio que pasé con la manada. En aquellos meses desconocía la atracción que Vhalo sentía hacia mí. Después de marcharme finalmente y volver con mi gente, él empezó a aparecer en mis sueños. Su forma humana acabó por convencerme de que los sentimientos que sentía hacia él eran mucho más profundos de lo que cabría imaginar.

Señora de los lobos © #1Where stories live. Discover now