Capítulo 27

102K 9.8K 738
                                    

No importa cuántas veces me diga a mí misma que todo va a salir bien, en el fondo de mi mente escucho ese rum-rum que me mantiene intranquila, con los nervios a flor de piel y los sentidos atentos a cualquier cambio en el ambiente.

Escucho el crujido de la tierra bajo el peso de mis botas de montaña. Mantengo las manos fuera de los bolsillos de la chaqueta, preparada por si tuviese que alcanzar la escopeta que mantengo enfundada a mi espalda. El arma la cruza de lado a lado, dejando ver su culata por encima de mi hombro izquierdo.

A varios metros por delante de mí, Letha lidera el grupo. Mi padre la acompaña junto con otros cazadores. Todos van ataviados con ropa gruesa y portan diversas armas. No puedo dejar de observar cada rifle, escopeta o cuchillo... Tenerlos localizados en todo momento me permite conservar al menos un poco de calma.

Los árboles se cierran a mi alrededor causando una sensación claustrofóbica en mi pecho. Nunca el bosque me había hecho sentir de esta manera. Como si fuese algún tipo de jaula de la que no puedo salir.

Entonces, observo a Milo. Su chaqueta vaquera parece destacar sobre el fondo de colores oscuros. Su postura es recta y rígida, como si no quisiese estar aquí, pero continúa avanzando con decisión. Coloco una mano sobre mi corazón que se encoje al observar su espalda. Una punzada de dolor me recorre al recordar cómo ni siquiera me ha mirado cuando todos nos hemos reunido a primera hora de la mañana en el borde exterior del bosque. Ni una sola palabra ni tampoco un solo signo que indicase el reconocimiento de mi presencia.

Me había prometido no hacerlo, pero soy incapaz de contenerme cuando lo tengo tan cerca y acabo acelerando el paso hasta colocarme a su lado. Escucho los latidos de mi corazón algo más rápidos y tomo una inspiración profunda tratando de infundir valor a mis próximas palabras:

Milo, por favor, háblame —pido bajando el volumen de mi voz.

A nuestro lado caminan varios cazadores y me aproximo más a él tratando de mantener la conversación en privado o, tal vez, simplemente no quiera ser rechazada en público.

— ¿Para qué, Amara? —responde con la vista fija al frente tras varios segundos en los que la esperanza de que fuese a contestarme comenzaba a tambalearse como una pequeña rama azotada por el viento —. Creo que lo dejaste bastante claro.

Trago saliva sin saber que decir. Un incómodo silencio se estable y observo el suelo como si en él se encontrasen todas las respuestas. Siento como si mi corazón se hiciese más pequeño con cada segundo que pasa en el que él no dice nada.

— Eres una egoísta, ¿lo sabías? —dice de repente deteniendo sus pasos y enfrentándome. El aire abandona mis pulmones sintiendo como si sus palabras me hubiesen golpeado —. ¿Cómo puedes esperar que te perdone en tan solo un día?

Al escucharlo me invade la vergüenza.

Milo...

— No, déjame acabar —me corta. Cierro la boca mientras varías persona que venían por detrás de nosotros nos sobrepasan lanzándonos miradas curiosas —. Pensé que necesitabas tiempo y te lo di, pero después me besas haciéndome pensar que estabas preparada para, a continuación, decirme que todo ha sido un error.

— No quería herirte

— Tal vez —dice él apartando la mirada con dolor —. Pero lo has hecho.

Me siento estúpida de repente considerando que tal vez este acercamiento haya sido una muy mala idea.

— Lo siento —me disculpo de nuevo.

Él suspira como si estuviese cansando de escúchame repetir tales palabras.

— ¿Sabes que es lo peor? —pregunta con el ceño fruncido y la mirada fija en el suelo —. Que ya lo sabía.

Señora de los lobos © #1Where stories live. Discover now