Capítulo 31

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Vhalo y yo caminamos lentamente. Mis pasos son torpes mientras apoyo gran parte de mi peso en su fuerte lomo. Él ha intentado varias veces que me suba por completo encima de él, pero yo sigo negándome. No es que dude de su fuerza, ni mucho menos, es simplemente que no quiero tratarlo como si fuese un caballo de carga.

Estoy tan cansada que al principio no me doy cuenta de donde nos dirigimos. Mis párpados pesan y mis extremidades se sienten como gelatina. Ser lanzada por los aires por un enorme oso no es nada agradable. Cuando veo el agua brillar bajo los finos rayos del sol y escucho el sonido relajante de la pequeña cascada recuerdo perfectamente donde nos encontramos.

— El riachuelo —murmuro.

Vhalo se detiene en la orilla y aguarda con paciencia mientras lavo la sangre que cubre mi rostro. La frescura de las aguas cristalinas calma el escozor de la palma de mi mano inmediatamente y suspiro aliviada deshaciéndome de la sensación pegajosa de la sangre seca en piel. Observo mi reflejo en el agua y me tranquilizo al descubrir que la herida, ahora limpia en mi frente junto al nacimiento de mi pelo, es más pequeña de lo que esperaba. En apenas un par de semanas habrá desaparecido sin dejar rastro. Con las manos y el rostro todavía húmedos, elevo la mirada y mi corazón se encoje al descubrir los ojos del gran lobo blanco inmersos en la preocupación. Una sensación cálida y pura inunda mi pecho al observarlo.

— Estoy bien, Vhalo —sonrío —. Sólo han sido unos rasguños. Podría haber sido mucho peor si Ojos azules y Ryker no hubiesen aparecido a tiempo.

El aire sale fuertemente por sus fosas nasales mientras deja escapar un gruñido bajo. Extiendo mi mano y la deslizo con suavidad por el lateral de su rostro lobuno. Su pelo se moja ligeramente con la humedad que todavía perdura en mi piel, aunque no parece importarle.

— Por otra parte —recuerdo algo que ha estado molestándome desde hace rato —. ¿Qué mierdas fue eso de hacer retroceder a Ojos azules así?

Estaba acariciando al joven lobo de oscuro pelaje cuando Vhalo utilizó su alto rango en la jerarquía de la manada sobre él apartándolo de mi lado. Sus ojos se endurecen tornándose posesivos. Algo que me desagrada y que no permitiré que siga pasando.

— Vuelve a hacerlo de nuevo —presiono mi mano sobre su áspero pelaje —. Y dejarás de sentir mis dedos sobre tu piel.

Vhalo gruñe descontento, pero acaba bajando sus ojos haciéndome saber que lo ha comprendido. Tal vez mi afecto hacia Ojos azules no signifique lo mismo para mí que para él, pero deberá entender que no puede prohibirme hacer lo que deseo. Mi mirada es dura e inflexible haciendo al gran alfa removerse incómodo en su sitio. Después, sumerjo mi otra mano libre en el agua que fluye con calma a mis pies y lo salpico con una gran cantidad de ella.

Parpadea sorprendido mientras estallo en carcajadas. Mi risa se detiene súbitamente cuando veo el cambio en su mirada. Sus ojos rojos como dos rubíes adquieren un brillo travieso y vengativo. Intento incorporarme rápidamente para escapar, pero se lanza sobre mí antes incluso de conseguir mover un solo músculo. Mi espalda golpea la hierba y el brusco impacto me obliga a cerrar los ojos. Cuando los vuelvo a abrir descubro al imponente lobo sobre mí que me observa como si quisiese comerme.

— Eso ha sido injusto —lo acuso de utilizar su velocidad animal contra mí.

El gruñe y acerca su rostro al mío. El calor que desprende se envuelve a mi alrededor como una manta densa y pesada. Acaricio el pelo tras sus orejas con ambas manos mientras su hocico desciende colándose en el lateral de mi cuello. Tiemblo al sentir la ligera humedad de su nariz contra mi piel mientras Vhalo inspira. Es algo que suele hacer continuamente durante nuestros sueños compartidos recordándome su verdadera naturaleza. Mis brazos lo rodean y escucho su bajo gruñido junto a mi oído.

Señora de los lobos © #1Where stories live. Discover now