cincuenta y siete.

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No puse en duda la advertencia de Belphegor sobre Hel: aquel castillo había sido reclamado por ella, sin duda alguna que sabía todo lo que sucedía dentro de sus paredes

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No puse en duda la advertencia de Belphegor sobre Hel: aquel castillo había sido reclamado por ella, sin duda alguna que sabía todo lo que sucedía dentro de sus paredes. Y nuestra presencia allí no iba a pasar desapercibida eternamente.

Esperé que el miedo hiciera acto de presencia, pero lo único que sentía en aquellos instantes fue una desbordante ira; ira hacia Hel por todo lo que había hecho, por el daño que había causado.

Había regresado al castillo por varios motivos, y uno de ellos era acabar de una vez por todas con ella. Aunque hubiera visto las dudas en Setan cuando le dije lo que estaba dispuesta a hacer, no me había venido abajo: quería confiar en mis posibilidades, por pequeñas que fueran.

Mis ojos se clavaron en Nigrum.

—La estaca —le ordené y, al ver que permanecía congelado en su sitio, urgí—: Ahora.

El demonio gato se desvaneció en una nube de color oscuro, dejándonos a solas. Elara se tensó ante la ausencia de Nigrum; pude leer en su mirada la desconfianza que aún sentía hacia Belphegor... y Briseida. Setan permanecía inconsciente, recuperándose del tiempo que estuvo encadenado y que había causado estragos en su interior debido a su ligera diferencia con otros demonios.

Pero la hermana de Barnabas parecía encontrarse nerviosa. La advertencia sobre la Maestra, quien parecía haber descubierto que ya nos encontrábamos dentro del castillo, flotaba sobre nuestras cabezas; el tiempo se nos agotaba y necesitábamos aquella arma que había mencionado Nigrum si queríamos tener una oportunidad contra Hel.

El interior de la biblioteca se agitó de nuevo, provocando que varios libros cayeran de las estanterías. Briseida dejó escapar un gemido ahogado mientras Belphegor la sostenía con firmeza, evitando que pudiera aprovechar la oportunidad para salir huyendo; Elara trató de afianzarse en el suelo, dirigiéndome una mirada de circunstancias.

«Nos estamos quedando sin tiempo...»

Podía sentir la magia de Hel moviéndose, rastreando cada palmo del castillo para dar con nosotras. Ella era la reina de los demonios, su poder era desmesurado y no tardaría mucho en descubrir nuestra posición; el vello se me erizó al percibir la esencia de la Maestra y mi propia magia se agitó en respuesta, reconociéndola. Sintiéndola como afín.

—¿Dónde se ha metido ese maldito gato? —escuché que graznaba Elara.

Ella también debía estar sintiendo lo mismo que yo, no en vano Setan había compartido su propia magia —la magia de Hel— con mi tía para que pudiera huir de allí en el pasado. Ambas éramos como una enorme diana para la Maestra, éramos un objetivo para el rastreo que estaba llevando a cabo Hel.

—Estoy aquí.

Me giré hacia el sonido de la voz de Nigrum, topándome con el demonio gato flotando a pocos metros de mi espalda. Entre las patas portaba una labrada caja de madera con joyas engastadas; el aspecto que presentaba aquel objeto —un recipiente, en realidad— era indudablemente obra de Hel, quien no había perdido la ocasión de guardar un arma tan poderosa en aquel estuche lujoso. Me fijé en los grabados de la madera, las inconfundibles figuras que debían representar a dos demonios... uno de ellos portando en su mano la propia estaca de la que me había hablado Nigrum.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora