doce.

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«Descubriré cuál es vuestro secreto

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«Descubriré cuál es vuestro secreto... Y os destruiré.»

Mi amenaza le había causado risa al Señor de los Demonios, consciente de que yo jamás conseguiría rozar siquiera alguno de sus miles de secretos. Sin embargo, días más tarde, había encontrado un nuevo propósito en aquel tiempo que me quedaba; la idea de escapar había quedado relegada a un segundo lugar, pues me resultaría casi imposible. Vivía rodeada de demonios, me matarían si tan siquiera sospecharan lo que se me estaba pasando por la cabeza. O si me pillaban tratando de huir.

Gracias a las velas con las que me había obsequiado el Señor de los Demonios había podido recuperar mis viejos hábitos de sueño, incluso había empezado a comer mejor, para sorpresa y satisfacción de mis dos doncellas.

Las cenas transcurrían como antes: con él intentando sacarme de quicio para evitar que pudiera estar callada y yo respondiendo sin contenerme, sin guardar silencio como había hecho durante toda mi vida, aguantando el odio y malas intenciones de Elara. Ahora que mis secretos se habían visto expuestos, ya no tenía que fingir.

Y el peso de mi pecho se había aligerado levemente.

Ahora que había encontrado un propósito en el tiempo que me quedaba de vida, sentía que las energías habían regresado a mí.

Aquella mañana estaba desayunando mientras Bathsheba y su hermana se encargaban de poner algo de orden en mi dormitorio, hablando animadamente sobre la idea que les había expuesto sobre pasar parte del día en los jardines; también insinué el plan de que me mostraran con calma cada rincón del castillo que se me tenía permitido visitar. Necesitaba aprender a moverme en aquel sitio y descubrir si existían más accesos al ala prohibida que no fueran las almenaras.

El instinto me gritaba que en esa zona vetada podía toparme con algunas respuestas que me ayudaran a cumplir mi amenaza.

Estaba dispuesta a llegar hasta el final.

No les debía nada a ninguno de ellos, a excepción, quizá, de mis dos doncellas. Dos mujeres demonio que se habían encargado de mí desde que el Señor de los Demonios me había traído después de elegirme.

Cogí la taza y me dirigí hacia las cortinas, que Briseida había abierto para permitir que el aroma del exterior se colara en todo el dormitorio y quitara parte del intenso olor a humo que impregnaba cada palmo; fuera había una pequeña baranda de piedra y más allá podía ver los tejados del pueblo. Podía escuchar la algarabía de sus calles, de toda la gente que vivía allí.

El tiempo había aumentado su ritmo y los días corrían sin que yo fuera consciente. Un mes desde que mi familia me había llevado hasta la plaza para que los censores me arrastraran hacia el muestrario que reunían año tras año; un mes desde que mi familia me había demostrado no hacer nada, a pesar de asegurarme que me querían... que todo saldría bien. Me preguntaba si alguna familia de mis antecesoras había tratado de llegar al castillo para salvar a sus hijas, si habrían arriesgado todo por intentar recuperar a sus seres queridos de la condena.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora