cuarenta y uno.

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Tras ver en el exaltado estado en el que me encontraba, Setan me ayudó a regresar a la cama mientras Bathsheba se ausentaba para ir a buscarme algo que me calmara los nervios; de manera inconsciente le grité que no cerrara la puerta y ella me lanz...

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Tras ver en el exaltado estado en el que me encontraba, Setan me ayudó a regresar a la cama mientras Bathsheba se ausentaba para ir a buscarme algo que me calmara los nervios; de manera inconsciente le grité que no cerrara la puerta y ella me lanzó una mirada cargada de pena y extrañeza antes de salir, obedeciendo mi petición.

Me arropé con todas las mantas, intentando entrar en calor. Intentando eliminar el frío que la visita de la Maestra había pegado a mis huesos.

El Señor de los Demonios mantuvo las distancias, sentado en la orilla del colchón y con sus ojos de fuego escaneándome, tratando de entender qué era lo que había sucedido. Y yo no podía hablar de la emboscada que Hel me había tendido, mostrándome una pizca de su desorbitante poder.

Temblé de nuevo al recordar cómo su magia se había enroscado en mis tobillos, lo fácil que le había resultado inmovilizarme. Lo fácil que le hubiera resultado acabar conmigo; con un simple chasquido de dedos.

El silencio se extendió por la habitación mientras Setan aguardaba a que yo dijera algo. Teníamos una conversación pendiente y no sabía cómo encararla; el tiempo y la distancia que habíamos puesto el uno del otro me habían dado perspectiva, me habían ayudado a sobreponerme a la vergüenza, la humillación y la traición que sentí cuando escuché que pronunciaba un nombre distinto al mío.

El tiempo me había permitido hacer mis propias conjeturas... como el hecho de saber que Setan había estado enamorado de esa chica, Elara; que aún estaba enamorado de ella. Y eso, de algún modo, me hería.

En lo más profundo.

Abrí la boca para emitir mi disculpa, pero él se me adelantó, bajando la mirada para rehuir la mía:

—Te agradezco la oportunidad que me has dado al permitir un pequeño acercamiento —jamás había escuchado hablar a Setan de ese modo tan comedido, cuidando sus palabras e incapaz de mirarme a la cara—. Y me gustaría que aceptaras mis disculpas. Lo que sucedió aquella noche... fue un error que no debí permitir que sucediera.

El corazón se me detuvo y un frío distinto al que había sentido cuando la Maestra se desvaneció empezó a extenderse por todo mi cuerpo. Un error. Setan creía que aquel beso había sido un error.

Mordí el interior de mi mejilla hasta hacerme daño, hasta que noté el sabor a sangre en la punta de mi lengua. Un error. Era en lo único que podía pensar: él creía que era un error. Y eso estaba haciendo que mi corazón empezara a resquebrajarse como si estuviera hecho de cristal.

—Tenía la guardia baja —continuó hablando, ajeno a la devastación que se había aferrado a mi pecho—. Sé que no es excusa, pero la bebida que había ingerido tampoco me ayudaba a pensar con claridad. No quise asustarte de ese modo.

Bajé la mirada hacia mis dedos cuando percibí un cosquilleo en la yema. Fruncí el ceño al contemplar las pequeñas espirales de oscuridad que estaban empezando a arremolinarse en ellos, señal inequívoca de que mi magia estaba muy cerca de descontrolarse de nuevo; no quería volver a repetir lo sucedido aquella noche, el destrozo que causé.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora