cuarenta y seis.

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Su mirada no se apartó de la mía y supe que aún había cosas por decirse; cosas que ya no tenían que ver del todo con Elara, sino conmigo

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Su mirada no se apartó de la mía y supe que aún había cosas por decirse; cosas que ya no tenían que ver del todo con Elara, sino conmigo.

No sabía si estaba preparada para ello, no después de haber escuchado la historia que compartían Elara y él. El dolor que continuaba arrastrando tras descubrir que la chica que amaba le había utilizado, que había estado jugando con él.

—Aquel día en la plaza escuché... te escuché rogando para que escogiera a esa chica —Setan parecía tener la boca seca—. Cuando te tuve frente a mí creí que se trataba de una broma, una de muy mal gusto: eras idéntica a Elara, eras su viva imagen. Y estabas intentando que no viera lo mucho que me temías.

No fui capaz de pronunciar palabra alguna, no cuando las sienes me presionaban dolorosamente ante aquel torbellino de información que Setan me había dado tras exigirle que no continuara con sus mentiras; en su mirada solamente había dolor. Arrepentimiento. Vergüenza.

—Te dije una vez que no cometía errores respecto a mis elecciones, pero no fui sincero, Eir: quizá sí que me equivoqué al escogerte ese día; me moví por un impulso egoísta, sin ser consciente de los riesgos a los que te expondría.

Un temblor me recorrió de pies a cabeza y aferré con fuerza la tela de la falda de mi vestido.

—¿Sabías quién era yo? —balbuceé, sintiendo las primeras náuseas formándose en el fondo de mi estómago—. ¿Supiste desde el principio que mi madre... que mi madre era Elara?

Lentamente, Setan negó con la cabeza.

—No sabía que pudieras ser... su hija —dijo con esfuerzo—. Al contrario que mi Maestra, después de que descubriera que Elara seguía estando viva y que había sido yo quien la había liberado, ella la siguió... estuvo espiándola todo este tiempo. Y empezó a tener sus sospechas sobre ti. Pero yo no volví a tener ni un solo pensamiento hacia Elara, no quise recordarla por el daño que me había causado; le brindé la libertad que tanto había anhelado y deseé que fuera feliz allí afuera. Que encontrara la paz que tanto parecía necesitar cuando la conocí.

Quizá me había equivocado en mis deducciones respecto a por qué Hel había intentado acabar conmigo. Quizá la reina de los demonios supiera que Setan no era mi padre, y todo aquello... todas las molestias que se había tomado para acabar conmigo tenían otro motivo oculto.

—Sin embargo, y a pesar de la promesa que me había hecho a mí mismo de vetar cualquier cosa relacionada con Elara, yo también empecé a sospecharlo —me confesó, bajando el tono de voz—. Pero no obtuve mi confirmación hasta que vi tu... tu magia y la marca que... —se llevó una mano al cuello, retirándose los mechones oscuros de su cabello, mostrándome la misma marca que tenía en aquel lugar.

—¿Por qué? —pregunté, pues aquel simple indicio inclinaba a hacer pensar que él podría haber sido... mi padre.

Setan comprendió a qué me estaba refiriendo: las dudas que me asolaban sobre por qué compartíamos aquella extraña marca. Por no hablar de la magia, cuya huella, según Nigrum, era idéntica.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora