Pero yo soy Zoella Ryan Murphy, no una chica normal.

Desde pequeña mi hermano me enseñó que siempre debo ponerme en los zapatos de los demás, y no sólo para ver desde su perspectiva la situación, sino también para sentir y pensar como ellos lo harían, y así llegar a entenderlos. Nunca lograrás comprender a los demás si no intentas ver el mundo como ellos lo hacen, si eres incapaz de cerrar los ojos por un segundo e imaginar cómo se sienten los golpes que la vida les lanzó, dijo una vez.

Por lo tanto me he puesto en los zapatos de esa chica y ahora soy capaz de decir lo siguiente: no me hiere que la defienda, sino que me enorgullece que lo haga con tanta pasión. Hensley solamente está demostrando que juzgar las acciones sin conocer los motivos está mal, les está dando a todos una lista de razones para que dejen de hacerlo. ¿Y qué hay de los celos? Hace poco me admití a mi misma que me gustaba, que lo hace de una forma en que nadie nunca lo ha hecho, y si por algo me atrae Blake es porque tiene un corazón que no se asemeja al de nadie más. Un corazón que, a pesar de estar maltratado y desgarrado por su pasado, se esfuerza por seguir latiendo en el presente.

¿Qué clase de persona sería si sintiera celos porque él logró encontrar algo de paz? Lo vi con mis propios ojos, en ese instante en que nos vio a ambas, y supe tan bien como él que sus problemas del ayer tenían una solución en el presente. 

Él se negaba jugar al fútbol porque sentía que no debería disfrutar de eso que lo apasionaba mientras Mila sufría, y si no fuera porque convencí a dicha persona de ir al juego conmigo, probablemente él no hubiera logrado alzar a los Sharps con la victoria. Hensley necesitaba un cierre, y ver a Mila sonreír lo hizo darse cuenta de que ya podía comenzar a amar el deporte otra vez. Ya podía dejar de pensar en ella por culpa, ya podía dejarla ir en su totalidad. 

Ya no necesitaba alejarse de la felicidad por culpa del remordimiento. 

Ya podía abrir su corazón hacia alguien más.

Conozco al número treinta y uno, y no pensaría todas estas cosas si no estuviera segura de que son la más pura verdad. Y, volviendo a la realidad, en cuanto confesó a nuestros amigos todo eso que había mantenido en secreto, de alguna forma me dio coraje para contar mi propia historia.

No les conté sobre la astrafobia ni su origen, tampoco de mi pasado, pero sí sobre los mensajes que había estado recibiendo, los que eran idénticos a los que le llegaban a Mila.

—Esto es un código negro —susurra Shane dejándose caer en el sofá con ojos abiertos como platos, atónito por la historia—. ¡Un jodido código negro!

—¿Y tienen alguna sospecha sobre quién puede ser el emisor de los textos? —pregunta Steve, frunciendo el ceño de forma intranquila—. Porque espero que ese ser humano se caduque pronto.

—Si lo supiéramos ya lo habría hecho caducar con mis propias manos —acota Hensley en voz baja, cruzándose de brazos junto a Dave. 

Sé que estamos hablando de algo de suma importancia, pero por un segundo me permito admirar cómo le queda el uniforme, el cual ninguno de los Sharps ha tenido tiempo de quitarse. Kansas solía decir que lo mejor del fútbol americano es la vestimenta de los jugadores, en especial lo ajustados que son los pantalones.

Cuando era niña no le entendía, y pensaba que miraba los pantalones de los Jaguars porque le gustaban tanto que quería comprarse unos iguales.

Dulce e inocente Zoe, ahora sabes por qué se la pasaba mirándolos.

—No lo entiendo, ¿por qué alguien le enviaría esa clase de mensajes a Zoe? —Elvis se pasea por la habitación de forma pensativa, armando teorías conspirativas
—. Si fuera un libro ella sería el personaje que rezas para que el escritor no mate, me cuesta creer que alguien quiera hacerle daño.

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