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Una vez más, un par de maletas descansaban en la sala de aquél departamento. Frank trataba de arreglar los últimos detalles y al mismo tiempo recibía mil recomendaciones por parte de Gerard. El pelirrojo estaba preocupado, tal vez demasiado, que lastima que Frank no lo entienda, de todos modos sólo se trataba de una semana. Nada más que eso.

—¿Estás seguro de que no quieres quedarte? — preguntó Gerard por milésima vez ese día.

—Gerard, ya te dije, no estoy dispuesto a renunciar a última hora. Además, será sólo una semana. En Italia, y es gratis... por cierto, debes cuidar a Schrödinger.

—Aún no entiendo porqué nuestro gato lleva ese nombre. Al menos me hubieras dejado elegir un nombre, de todos modos el que se pone las inyecciones antialergicas soy yo.

—Sí, pero no es mi culpa que hayas nacido con alergia a los gatos.

—Agh... en fin, ¿tienes todo listo? Debo llevarte al aeropuerto...

—Lo sé, es tu deber, por favor, no vayas a olvidar a Schrödinger... no te olvides de alimentarlo y... mejor no olvides de que existe y que vive con nosotros.

—Tranquilo, Frankie... puedo con esto, además, Mikey estará conmigo.

—Lo que, por cierto, no me hace sentir mejor.

Gerard le sonrió y cargó las maletas de Frank fuera del departamento. En menos tiempo de lo que imaginaban llegaron al aeropuerto.

No tuvieron que esperar mucho para que el vuelo de Frank estuviera por salir. Lo que hizo que Gerard no quisiera despegarse de Frank ni un poco, pero aún así tuvo que resignarse.

—Puedo ir contigo si quieres, no hay problema — insistió el pelirrojo aferrándose al brazo de Frank.

—Gerard, ¿acaso tienes un doctorado, una maestría o algún título que diga que estudiaste una carrera de ciencias exactas?

—Eh... no

—Ahí tienes la respuesta a todas las insistentes propuestas que realizaste por toda la trayectoria.

—¿Pero, qué haré una semana sin ti?

—Lo mismo que hacías antes de estar conmigo... además debes trabajar, recuerda que estás trabajando con personas muy importantes.

—Lo sé pero...

Una vez más se escuchó el aviso para la salida del vuelo.

—Bien, debo irme — dijo Frank con un ademán.

—¿Te irás así?

—Creí que había quedado claro.

—Oh sí... pero...

—¿Qué?

Gerard se acercó a Frank y le dio un suave beso en los labios.

—Era eso — dijo Frank una vez que se había separado de Gerard —. Aún no entiendo por qué las personas hacen este tipo de cosas.

—Tal vez por amor.

—Es ilógico.

Gerard lo abrazó y le dio otro beso pero esta vez en la frente. Al terminar aquella despedida Frank subió al avión, mientras su pelirrojo esposo se alejaba lentamente.

Buscó su asiento, y para su suerte, le había tocado del lado de la ventana. Hasta ese momento no sé había percatado de su pequeño problema con las personas, no le gustaba socializar y menos en un avión, así que sacó un libro y se puso los audífonos. Siendo acompañado por todo el viaje con las canciones de Rolling Stones y The Beatles.

El teorema del amor [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora