Musubi

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Dylan seguía leyendo, a ratos revisaba su celular y abría su diario con la esperanza de que las notas estuviesen ahí, pero no estaban. Suspiró antes de recargar su cabeza en la mesa.

—Todo fue un sueño —susurró, pero sabía que parte de él no creía eso —. Reconocí el paisaje porque inconscientemente recordé las noticias de hace tres años. Si no es eso, ¿es un fantasma? ¿O estaba fantaseando, todo el tiempo?

Entonces se irguió en la silla, un tanto alarmado.

—¿Cuál era su nombre? No lo recuerdo...

En ese momento la puerta se abrió y Kaya entró en la habitación.

—Jacob dijo que se iba a dar un baño —informó.

—Kaya —de repente se sintió muy avergonzado por su comportamiento —. Sé que he dicho cosas muy extrañas. Lo siento mucho, y gracias

—No es nada —la chica le sonrío y se sentó frente a él, dio una hojeada a la revista que estaba leyendo Dylan, hasta que se encontró con una página con un artículo relacionado con algo típico de Itomori —. Hilos trenzados. Qué bonito. Esa pulsera que tienes es de hilos, ¿no?

Cierto, Dylan olvidaba que traía esa pulsera.

—Oh, ¿esto? Supongo —miró el dichoso objeto en su muñeca —. Alguien... Alguien me la dio. A veces la uso, como amuleto de la suerte. ¿Quién fue?

Ahora lo tenía consternado eso. ¿Quién le habría reglado esa pulsera? Claro que no sería su padre ni sus amigos, a Kaya no tiene tanto que le habla y ella le preguntó de la pulsera.

—Es tarde, ¿por qué no vas a darte un baño también? —le dijo Kaya con una sonrisa, en un intento por no agobiar más al chico, pero él no despegaba la mirada de su muñeca.

—Sí. Un momento —respondió en tono distraído. Guardó silencio un momento hasta que un pequeño, y nada nítido, recuerdo llegó a su mente —. Sí, alguien que las hace, me dijo algo una vez. Los hilos representan el paso del tiempo. Se enredan y retuercen, se desenredan y conectan, y eso es el tiempo —más recuerdos, más esperanza —. Tal vez puedo...

Tomó un mapa empezando a revisar las zonas montañosas, por lo que no se daba cuenta de la mirada preocupada de Kaya.

Con el tiempo Kaya y Jacob se recostaron en sus camas para dormir, Dylan siguió con el mapa y en una zona anotó un nombre, aunque terminó por quedarse dormido en la mesa

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Con el tiempo Kaya y Jacob se recostaron en sus camas para dormir, Dylan siguió con el mapa y en una zona anotó un nombre, aunque terminó por quedarse dormido en la mesa.

¡Dylan! ¡Dylan! ¡Dylan! ¿Qué no te acuerdas?

Despertó de golpe con unas pocas lágrimas en los ojos y por algún motivo, volvió a mirar la pulsera. Tenía que hacerlo y debía ir solo.

Guardó sus dibujos, el mapa y el resto de sus cosas dentro de su mochila, luego escribió una nota para sus amigos diciéndoles que regresen a Tokio, él iría más tarde y que no se preocuparan, además de que les agradeció una vez más.

Se fue antes de que despertaran y lo detuvieran. Primero regresó al restaurante para pedirle al hombre información sobre la montaña que puso en el mapa, además de que le preguntó una manera de llegar. Por supuesto no había ningún transporte que pasara junto a las ruinas de un pueblo fantasma ni que se introdujera tanto en la zona montañosa, el hombre lo acercó tanto como pudiese a donde necesitaba.

En el camino iban conversando un poco respecto a los pocos caminos que había, Dylan aprovechaba para trazar su ruta en el mapa. Para cuando estaban cerca, el hombre saco un pequeño paquete y se lo entregó.

—Te traje esto para que comas —le dijo, Dylan le agradeció aunque estaba sorprendido —. El dibujo que hiciste es un buen trabajo.

No todos los días se ve un dibujo bien realizado, tan detallado, del lugar que te vio nacer y que ya no existe.

El fin del camino llegó y Dylan bajó del auto volviendo a agradecer. Ahora le quedaba mucho por caminar, el cielo estaba tapizado de grises nubes, por lo que sospechó que comenzaría a llover en algún punto. Eso no lo iba a detener de ninguna manera.

Cada cierto tiempo sacaba su mapa para rectificar que iba por la ruta correcta, pero tuvo que esconderse cuando el agua cayó a cántaros, dejándolo empapado. Decidió aprovechar ese momento para comer lo que le regalaron y seguir fijándose en el mapa. Hizo unos trazos con un plumón negro, para luego colocarlo en el bolsillo de su chamarra, y el mapa lo guardó en su mochila. Al darse cuenta de que la lluvia no cesaría, se colocó la gorra de su prenda de ropa y siguió su camino.

Dylan no escuchaba mucho las gotas de lluvia que lo dejaban empapado, estaba encimismado en sus pensamientos, en un recuerdo en realidad.

Se acomodan y toman forma. Se enredan y se retuercen y a veces e desenredan. Se rompen y se vuelven a conectar. Eso es una unión, eso es el tiempo.

Musubi.

Eso era lo que buscaba, esa oportunidad que podía tener para probar que no fue un maldito sueño. Para probar que en realidad conoció a Thomas y quizá... quizá podría salvarlo.

Para cuando vio el cañón había parado de llover, aunque aún así subió con un poco de dificultad debido al suelo mojado. Una vez en la cima, Dylan lo vió. La zona verde, el riachuelo era mucho más grande de lo que recuerda, probablemente se debía a la lluvia y eso mismo debió causar la neblina; sin embargo, lo que importaba ahí estaba.

El altar de la familia de Thomas.

—No fue un sueño —murmuró antes de bajar para llegar al altar.

El riachuelo que antes le llegaba a los tobillos (bueno, a los tobillos de Thomas), ahora le cubría la parte inferior del cuerpo hasta la cadera. Daba igual, la lluvia se había adelantado.

En cuando entró en la cuevita encendió la luz de su celular para no perderse entre la oscuridad. Era tal y como recordaba, solo las dos botellas blancas ahora tenían algo de musgo verde intenso. Iluminó primero el kuchikamisake de Sam y luego el otro.

—Esto fue antes del cometa—dijo tomando la segunda botella y dejando su celular a un lado para poder destapar la botella —. Así que cuando intercambiamos lugares, también fue hace tres años. Nuestro tiempo se enredó de alguna forma. Esto es la mitad de él.

Era una idea descabellada, pero Dylan quería pensar que funcionaría. Se sentó y sirvió un poco del líquido en la tapita del envase.

—Musubi —susurró en un tono muy sincero —. Si es verdad que el tiempo se puede desenredar, dame una oportunidad.

Y bebió. Nunca había tomado kuchikamisake, sabía algo raro y picaba un poco la garganta.

Dylan no sabía qué esperaba exactamente, quizá que en cuanto el líquido tocara su boca, mágicamente volviera a systematic con Thomas, pero eso no pasó. Volvió a tomar su celular, trató de levantarse, mas su pie se resbaló. Fue como estar en cámara lenta. Estaba cayendo de espaldas y como aún sostenía el celular, logró ver un dibujo que había en el techo. Era un cometa partiéndose, igual al que lo hizo hace tres años. Luego su cuerpo impactó contra el suelo.

Un golpe en la cabeza.

Y la cueva desapareció.

Your name (Dylmas)Where stories live. Discover now