Itomori

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—Así es, mi esposo creció ahí —la mujer volteó hacia la barra, donde había un hombre ahí —. Cariño, ven a ver.

El hombre acotó la orden, Dylan le entregó el dibujo para que lo examinase.

—Definitivamente es Itomori —reafirmó —. Me trae muchos recuerdos.

—¡Eso es! Itomori, está cerca, ¿no? —dijo emocionado.

—Un momento... —dijo Jacob intercambiando una mirada alarmada con Kaya.

—¿No es donde el cometa...? —murmuró ella.

El hombre del restaurante los llevó en su auto a Itomori, Dylan iba en el asiento del copiloto y sus amigos atrás

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El hombre del restaurante los llevó en su auto a Itomori, Dylan iba en el asiento del copiloto y sus amigos atrás. Casi salió corriendo en cuanto el auto se detuvo.

Lo primero que vio fue una cinta policiaca amarilla, esas que advierten que hay que mantenerse lejos. Las cruzó y atravesó las rejas que rodeaban las canchas de la escuela de Thomas. Sin embargo, cuando llegó a la orilla desde donde se veía todo, sintió que su corazón se detuvo.

El lago, que solía ser un perfecto círculo, ahora tenía una clase de protuberancia. En lugar de casas, había escombros, algunos incluso bajo del agua. Ya no estaban muchas de las cosas que Dylan dibujó. Era un desastre, incluso había unos vagones de tren destruídos y algo hundidos en el lago, rastros de sus vías también. Era una protuberancia demasiado grande, casi del tamaño del lago original.

—Oye, ¿realmente es de aquí? —pregunta Kaya, un tanto temerosa.

—No, seguro Dylan solo confundió el lugar —aseguró Jacob en tono tranquilo.

—No lo confundí —aseveró —. Este es el lugar. Este patio, estas montañas, hasta la escuela, ¡lo recuerdo todo!

—Eso no puede ser posible —le respondió Jacob —. Sí sabes del desastre de hace tres años, ¿no? Cientos de personas murieron.

El hombre que los trajo solo los miraba mientras fumaba un cigarrillo, aunque en realidad Dylan no le prestaba atención, estaba ocupado sintiendo su corazón hacerse trizas.

—¿Murieron? ¿Hace tres años? No es cierto —entonces recordó haber visto el cometa en el cielo hace tiempo, pero no quiso creerlo todavía —. No puede ser. Digo... aún tengo las notas que escribió.

Con algo de desesperación sacó su celular y abrió la aplicación de su diario, de inmediato apareció la última nota de Thomas. Sin embargo, se talló los ojos con su mano libre porque era imposible que cada letra se estuviera volviendo símbolos que no podían leerse, luego fueron borrándose. Dylan no podía creer lo rápido que se desvaneció cada nota justo frente a sus ojos hasta simplemente mostrar las siguientes palabras:

No hay notas.

—Están desapareciendo —murmuró, más para sí mismo que para sus amigos.

Your name (Dylmas)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt