El último examen

984 65 0
                                    

Pasados unos cuantos días, quedaba poco menos de una semana para terminar el curso. Me pasaba todas las tardes en la biblioteca de la universidad entre libros y pisaba poco mi casa, únicamente para comer y dormir. Solo me quedaba un examen, pero era el más importante.
Apenas hacía vida social ni veía a mi familia, estaba muy concentrada pero, sobretodo, nerviosa. Y, mi padre lo empeoraba todo, no hacía más que llamarme cada día para asegurarse de que estudiaba y que me lo sabía todo, incluso me enviaba papeles del trabajo para que tuviera más ventaja sobre mis compañeros y para que me fuera acostumbrando. Lo hacía todo, menos venir a verme algún día para ver si estaba bien. Le importaba más la empresa que su propia hija.

Faltaban dos días y yo cada vez estaba más insoportable. La gente me hablaba y no les escuchaba, estaba en mi mundo, me irritaba por cualquier cosa y me costaba dormir por las noches, sin embargo, durante el día me moría de sueño.
Esa tarde decidí estudiar en casa porque si pasaba una tarde más en la biblioteca me iba a volver loca. Me senté en el escritorio con varios libros abiertos y comencé a repasar algunas cosas, me había terminado de beber un café y leía a mil por hora.
Escuché que habrían la puerta, era Melanie, se asomó un poco sin decir nada y, al fin, se decidió a entrar. Llevaba tantos días ocupada que no me percaté del poco caso que le había hecho y me sentí mal por ello. Melanie se acercó sin hacer mucho ruido y noté un pequeño beso en el hombro. Seguramente no quería molestarme.

Apenas llevaría allí un minuto y noté que se iba, quise decirle algo para que se quedara pero fui incapaz, estaba tan atada a los libros que no dije nada y me sentí peor que antes. Sin embargo, antes de que pudiera arrepentirme, vi que volvía a entrar. Llevaba una bandeja con un zumo y unas galletas con trocitos de chocolate. No podía dejar de sonreír al ver lo mucho que se preocupaba por mí a pesar de todo.

Cerré los libros y me levanté. Le cogí la mano porque ya se disponía a marcharse nuevamente y le pedí que se quedara un rato para hacerme compañía. Dejé la bandeja en la cama y me senté a merendar. Melanie también se sentó pero lo único que hacía era mirarme y sonreír.

-Hay que ver cómo te gustan esas galletas -dijo.

-Son mis favoritas ¿Quieres? -Le ofrecí una y ella hizo cara de enfadada.

-No, gracias. Cómetela tú que estás creciendo -dijo riéndose maléficamente.

-Qué ganas tengo de que acabe todo ya y de poder estar más tiempo contigo.

-Ya queda menos. De todos modos, puedes tomarte un pequeño descanso.

-¿Cuándo?

-Ahora mismo. Si no tienes mucho tiempo, podríamos salir un rato al porche y, así, tomas el aire un poquito.

-Sí venga, vamos.

Salimos de la casa y nos sentamos fuera. Había olvidado lo bien que se sentía el aire fresco del exterior y el Sol cálido de primavera, aunque ya quedaba poco para verano. Como siempre, no había mucho que ver salvo los coches pasar a toda velocidad por la carretera de enfrente.
Permanecimos calladas un buen rato, simplemente observábamos pensativas la carretera hasta que Melanie rompió el silencio diciendo:

-¿Qué tal tus compañeros de clase? Nunca me has hablado de ellos.

-No hay mucho que contar. Los conozco un poco desde hace unos años pero no tengo amistad con ellos.

-Entonces, no los echarás de menos.

-Bueno un poco sí, son muy divertidos, pero supongo que se me pasará pronto.

-Pero seguirás viendo a Kat ¿no? -Me miró un poco más seria.

-Puede que nos sigamos viendo o, al menos, chateando. No sé... Supongo que estaremos muy ocupadas, que iremos perdiendo un poco el contacto. Ya sabes, lo de siempre.

La hermanastraWhere stories live. Discover now