Clases para Selene

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Aquella mañana, el Rey se encontraba más intrigado en conocer a aquel hombre de lo que estaba el propio sacerdote, pues la noche anterior había preferido descansar en soledad antes de que seguir soportando a tanta gente al rededor suyo y pospuso la reunión para el desayuno. Desde primera hora, como todos los días, los criados ponían en movimiento sus labores de siempre. Se abrían las puertas, se ventilaban las enormes salas del palacio, se limpiaban las habitaciones ya desocupadas, se preparaba el desayuno del Rey y su familia con especial cuidado para su majestad y Corina, personalmente, cuidaba de que todo estuviera como al Rey Antoine y a Selene le gustaba. La Reina Adelaida quería estar presente en aquel desayuno, por lo que se sentó junto a su esposo en aquella ocasión y no escapó a su salón con las damas de compañía como solía hacerlo casi todas las mañanas.

La reina estaba sumamente intrigada por el hombre que había arruinado todo su plan y sin siquiera contar con algún arma o más hombres a su lado. Mientras su amante se recuperaba de las heridas causadas para encubrir su participación en el ataque, ella ya planificaba una nueva oportunidad para deshacerse de su sobrina, pues sabía bien que su esposo, tenía en mente para Selene, un futuro más que prometedor en el gobierno de Francia. Adelaida no pensaba sólo en ella, pensaba en sus hijos, Paul y Marcel eran prácticamente ignorados por su padre debido a esa mocosa revoltosa y ella no podía permitir que sus hijos corran el riesgo de quedar alejados de la corona si es que su esposo lograba encontrar alguna forma de lograrlo.

Paul, el hijo menor del Rey Antoine, aquella mañana conoció en detalle el rescate de su prima Selene a manos de un sacerdote cuando se encontró con su prima Juliette que como siempre, sabía minuto a minuto lo que sucedía con Selene.

-Estoy muy segura que todo esto sólo aumentó la emoción de Selene por el "mundo real" que existe fuera del palacio, es prácticamente algo suicida. -Comentó Juliette abanicándose el rostro con delicadeza mientras caminaba al lado de su primo que tan sólo la escuchaba, inmerso en sus pensamientos como siempre, pues a diferencia de Marcel, su hermano mayor, Paul siempre había demostrado ser un niño sensible y callado. Muy centrado y responsable, pero con mucha falta de carácter, como le decía su hermano mayor,   y le aseguraba que debía de cambiar siendo el hijo del mismísimo Rey. Pero a Paul no le interesaba la política o las guerras como a su hermano, no le interesaba gobernar y saber que cada persona que lo admiraba, era por conveniencia, él tan sólo, quería estudiar y disfrutar de una vida tranquila, con amplias comodidades, pero lejos de la política y más cerca de las letras o el arte.

-Es bueno saberla bien, y a mi parecer, dudo que desee salir nuevamente, debió de ser un gran susto para ella... 

-Oh, pero por supuesto, pobre de ella; eso es indudable -le respondió con fingida preocupación.

Caminaron juntos hasta el iluminado comedor y luego de un saludo ante los presentes, se sentaron en sus lugares para aguardar la llegada del Rey y su Reina. Selene apareció a los dos minutos acabando de desarmar la trenza que una de las damas le había hecho sumamente tirante, perfecta. Corina, que aguardaba a un lado del salón hasta la llegada de su majestad, la reprendió con la mirada y Selene se apresuró en quedar fuera de su campo visual, haciendo como si no estuviera viendo la reprimenda que le estaba dando en silencio. La mesa acabo de llenarse con la llegada del Doctor Nazario Navarino y el sacerdote, quien ahora vestía ropas como las de cualquier habitante del palacio. Nadie tuvo tiempo de verle con atención ni de pronunciar palabra alguna, pues tras de ellos, llegaron el Rey y su Reina. Todos se pusieron de pie e hicieron una reverencia para ellos, y luego de las formalidades, todos pudieron tomar asiento para que los criados comenzaran a servir más delicias a la mesa.

El primero en tomar la palabra, fue el Rey Antoine dirigiéndose a todos sus acompañantes en aquella mañana. Luego de dar los buenos días a los presentes, saludó al sacerdote que se había sentado a su mano derecha, junto con el doctor Navarino y le dio un especial agradecimiento por la valiente hazaña de haber ayudado a su sobrina y a su nana para escapar de un grupo de mal vivientes que ya estaban siendo buscados por todo París. Selene prestó mucha atención a los gestos y a la voz de aquel hombre, era como si fuera la primera vez que lo oía expresarse y todo en él le causaba mucha intriga. Alnath agradeció infinitamente al Rey por su hospitalidad y por el honor de poder acompañarlo aquella mañana en un desayuno como aquel, tan personal y exclusivo, pues ya el doctor le había puesto al tanto de cada uno de los presentes y tenía entendido que todos eran familiares, lo cual era aún más imposible de creer para él encontrarse en aquella situación.

SeleneWhere stories live. Discover now