Capítulo III

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Adaptarse a su nuevo trabajo no estaba resultando nada fácil, estaba esforzándose mucho por aprender japonés y aunque el doctor Tsukasa le ayudaba bastante, era muy complicado aún; gracias a las dificultades, se había vuelto a envolver en la burbuja llamada "Odio este pueblo" y se encontraba de malas la mayor parte del tiempo. El tener tanto tiempo ocupado le había imposibilitado ir a la pista de patinaje y eso empeoraba un poco su humor, estaba estresada y tensa. Le tensaba un poco más el hecho de que el doctor Tsukasa mantuviera un velo oscuro alrededor del "paciente" que le habían dicho sería suyo, si era su paciente ¿por que no le dejaban verlo o examinarlo, ayudar al menos? La primera vez que el dichoso paciente había ido a la clínica, Tsukasa se había encargado de tener a Danae muy lejos de la habitación, ocupada con otras cosas ¿de que se trataba? ¿era Jesús mismo o qué?

Estresada como estaba, sabía que necesitaba algo de relajación, por ello su primer día libre de la semana, que curiosamente cayó en viernes, decidió terminar sus lecciones de japonés mucho más temprano y a eso de las cinco de la tarde ya se encontraba de camino hacia la pista de patinaje con mochila al hombro, en la cual llevaba un par de guantes, sus patines y calcetines de repuesto también; al llegar descubrió que la pista estaba casi repleta, al parecer el otro día solo había tenido suerte pues ahora la pista apenas y tenía espacio para moverse. Lo entendía perfectamente, en un pueblo tan chico, que la única forma de entretenimiento fuera el patinaje...era lógico que estuviera repleto.

Ese día no había llevado ni su libro de gramática japonesa ni su diccionario inglés-japonés, lo que quería era relajarse, no estresarse más con los kanjis y el hiragana, o como sea que se llamara.




Se sintió tan bien tan solo al sentir sus cuchillas hacer contacto con el hielo que no pudo evitar sonreír y dejó que estas se deslizaran por el hielo, regalándole aquel sonido que tanto le gustaba, suspiró profundo y aunque quiso cerrar los ojos no pudo por miedo a colisionar con alguien. Se dejó llevar por un buen rato, dejando que fuera el hielo mismo que le guiara, deslizandole hacia donde quisiera, ella simplemente daba un poco de impulso y se movía para evitar colisionar con las personas. Pronto la pista comenzó a quedar vacía, poco a poco, las personas iban saliendo del rink y esto le daba mucha más libertad a Danae, incluso se permitió hacer algunos giros lentos, esos que tanto le gustaba hacer, pero nada demasiado complicado. Quedaban al menos unas cinco personas en el rink cuando Danae se sintió algo cansada, pero aún así no quiso salir del rink, sentía que ese era el único lugar en el que podía sentirse en paz, no desdicha, no presiones ni estrés. Por ello, en lugar de seguir patinando, se dirigió hasta una de las esquinas del rink y se recostó boca abajo en el hielo, quedando semi-oculta detrás de la valla protectora del rink. Podría tacharse de algo loco e incluso vio a algunas personas de las que quedaban en la pista mirándole como si se hubiera vuelto loca en ese mismo momento pero a ella no le importó. Dejó que su mejilla derecha hiciera contacto con el hielo y a pesar de que le sobresaltó un poco al inicio, se acostumbró en cuestión de segundos; su madre odiaba que hiciera eso porque siempre terminaba resfriada o con fiebre, pero a ella le encantaba, el hielo le gustaba mucho, siempre había considerado que le hacía sentir viva. David siempre le hacía burla diciéndole que era como Elsa..."the cold never bothered me anyway".

Se permitió cerrar los ojos y relajarse, controlando sus respiraciones, sintiendo como el hielo poco a poco comenzaba a arder en su mejilla, pero a ella no le importaba, le gustaba; pensó en su propia vida, no en lo que tenía que hacer, no en lo que posiblemente terminaría haciendo de aquí a diez años, sino en lo que ya estaba haciendo, quería volver a Toronto, pero sabía que eso sería romperle el corazón a sus padres, dejarlos prácticamente solos y ella no podría vivir con esa culpabilidad. ¿Por qué detestaba tanto vivir en ese pueblo? No es que la gente fuera grosera ni mucho menos, se sentía como una niña caprichosa, no, más bien sabía que estaba siendo una niña caprichosa, ya tenía veintidós años, era tiempo de que dejara de ser una niña mimada y comenzara a estar agradecida por lo que ya tenía, tenía que empezar a hacerlo...

Daijobu desuka?*— Una voz desconocida y una lengua que no entendió le despertó de su ensoñación y abrió los ojos de golpe, se levantó tan rápido que por poco y resbaló, logró enterrar las cuchillas de sus patines lo suficientemente rápido y por suerte también alcanzó a sujetarse de la valla del rink para que eso no sucediera. Estaba hecha un desastre y lo sabía, algo despeinada y sabía que sus mejillas y nariz estarían rojas por el frío, sobre todo su mejilla derecha que había estado en contacto con el hielo.

—Ah, disculpa, yo...— Iba a comenzar a disculparse en inglés, pero entonces levantó la vista y vio al chico que le había hablado, se trataba del señor "Soy muy importante y puedo tener el rink para mi solo cuando yo quiera"; Danae miró a su alrededor y se dio cuenta de que el rink ya estaba vacío, no había nadie más que aquel chico japonés y ella, al ver su reloj de pulsera se dio cuenta de que ya eran las siete de la noche ¿tanto tiempo había permanecido tirada en el hielo? Sentir como su nariz goteaba le hizo saber que si. Rápidamente se llevó la manga de la sudadera a la nariz, tratando de ocultar aquello y suspiró, mirando al chico japonés que todavía la veía como si estuviera preocupado. Por alguna razón le irritó verle allí, seguro ya venía a correrla de la pista, justo cuando se encontraba tan bien y tan a gusto, su mirada se convirtió en hielo, más dura y fría que el propio rink estaba segura y perforó el rostro del ajeno con molestia. Todas sus ganas de dejar de ser una niña caprichosa se habían esfumado.


—¿Ya vienes a echarme del rink? Genial...— Puso los ojos en blanco, hablando en inglés, esperando muy en su fuero interno que aquel chico no pudiera entenderla pero para su sorpresa el jovencito sonrió y negó con la cabeza un poco —Yo no echar, no...— Danae se sorprendió de que le entendiera y sobre todo de que fuera capaz de contestarle en un inglés más o menos decente, muy recortado, pero decente. Entonces el chico le extendió algo que a Danae le llamó mucho la atención, no se había dado cuenta pero el joven llevaba en la diestra una especie de peluche en forma de Winnie the Pooh, pero de su espaldita amarilla sobresalían pañuelos desechables de papel, kleenex. Danae entendió rápidamente que le estaba ofreciendo uno para evitar tener la manga de la sudadera pegada a su nariz todo el tiempo. La chica le miró con un poco de desconfianza pero aún así tomó un pañuelo, contra todo su orgullo, lo necesitaba. Se limpió la nariz, tratando de no ser tan vulgar o descortés y con un nuevo suspiro se alejó un par de metros del chico desconocido, girándose para verlo —Me retiro entonces, no me gustaría molestarte— Sabía que el joven le había dicho que no la echaría, pero era incómodo y por alguna razón le irritaba el pensamiento de estar sola con aquel chico. Se giró de nuevo para ir hacia la salida.

Imbécil...no soy, no soy— Danae clavó sus cuchillas en el hielo tan fuertemente que estuvo a punto de salir disparada hacia adelante, escuchar al japonés decir aquel insulto en un perfecto español le descolocó por completo. Con los ojos bien abiertos por la sorpresa, se giró de nuevo, mirando al ajeno, el contrario ya no sonreía, le miraba serio. Si él sabía decir esa palabra, si él sabía lo que significaba esa palabra, eso solo podía dar a entender que el japonés había entendido perfectamente el insulto que ella le había dirigido la primera vez que se habían visto. Todavía mirando al chico japonés desconocido, Danae se sintió tan avergonzada que deseó que el hielo se abriera allí mismo y se la tragara, que se la llevara al centro mismo de la Tierra para ya no tener que mostrar su rostro a la luz del día, nunca jamás.



*Daijobu desuka? | ¿Te encuentras bien?

Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora