Capítulo 14

4K 298 29
                                    




«Tus ojos son radiantes como el sol a medio día e igual de atrayentes como la luna a media noche, nadie te opaca, pero tú a mi sí. Tienes el poder sobre mí, puedes manejarme a tu antojo porque me gobiernas y yo solo soy un simple esclavo que te contempla, dispuesto a tus órdenes. En tu reino soy el prófugo de un amor imposible y condenado a cadena perpetua porque tu mi reina, te niegas a amar.»



Llego al piso de la oficina de Arquímedes, con el uniforme azul y blanco que no me gusta en lo absoluto, me aprieta y me incomoda las Pantimedias. Era un tormento este uniforme, ni los del colegio eran tan jodidos.

Las manos me tiemblan, sé que ya debe estar enterado de las fotos. Estoy siendo un manojo de nervios y pequeños espasmos. Percato que Lucía —secretaria personal, y sí que es, de Arquímedes. — no está en su escritorio. En ese minúsculo segundo sale ella de la oficina de Bernat acomodándose su uniforme azul con blanco —idéntico al mío. — y con un color carmesí en su rostro, agitada. Tiene una sonrisita que solo al verla me repugna, plantada en su cara. Mi estomago se oprime y me dan nauseas. Y su aspecto desaliñado deja mucho pensar.

Ella se percata y me acerco con una sonrisa practicada. —Necesito hablar con el gerente —le aviso con indiferencia, tajante.

Lucía, me observa dubitativa mordiéndose su labio inferior. Las ganas de golpearla con mi bolso nacen sin prudencia. —Ya le comunico su petición —avisa con una sonrisa forzada.

Habla por el comunicador, la forma coqueta y la insinuación en su timbre de voz es deleznable. El color blanco de las paredes me aturde al igual que los grandes ventanales. Estoy a un paso a pensar que es un loquero.

—Puedes pasar —suelta sin mirarme. Con paso decididos y el mentón en lo alto paso, sin dejarme ver inferior.

«La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión que desemboca en la soledad.»

Abro la gran puerta de vidrio esmerilado. Arquímedes está detrás de su escritorio, acomodándose su corbata y mangas de su traje. No sé, a ciencia cierta, que expresa su mirada grisácea. En sus facciones surca algo que no puedo definir al verme. Me escruta de manera brutal. Para no irme hacer un maldito ovillo en el ascensor suelto con brusquedad:

—Aprendiste muy bien ¿no? —mis cuerdas vocales salen gruesas, que hasta mí me sorprenden. —Con tal aprendiste de la mejor —abro los brazos dándome la bienvenida a la que soy yo. Regresé y eso se siente bien.

Obtener lo que quiero. Como siempre. Esa era Melanie Rosell.

Recuerda de no volverte a quitar la máscara, mejor hazla parte de ti. Era una advertencia, de ella y por muy descabellada suene la idea, la tomaré en cuenta desde ahora, es a mí que me toca hacer un jaque mate.

Arquímedes me da una sonrisa ladeada que grita burla. — ¿Ah así?

—Sí —hago una mueca irónica. —al parecer que el engañar se te da Bernat, ya mismo tu novia en vez de salir en una portada de revista saldrá en un manual de animales como mantener los cuernos intactos e indoloros —me da una risa ronca, tan gutural. Me estremezco.

—No hay diferencia entre tú y yo, o con las que engaño —medita. Hago un hincapié ante lo dicho y sé que trata de lastimarme. No me tomo muy a pecho lo que dice. Aunque mi corazón late de una forma abrupta, no se lo daré fácil.

—No, soy de la nueva mentalidad, mente abierta y piernas cerradas —le guiño un ojo a la defensiva. Alza una ceja, coloca sus manos al lado de su escritorio, marcando sus músculos. Su espalda es ancha. Desvío la mirada.

Giros Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora