Capítulo 13

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«Somos como el fuego y papel, ardemos juntos y nos consumimos al mismo tiempo. Eso está tan mal, pero es tan satisfactorio, somos masoquistas, somos humanos. Simplemente somos lo que los demás temen ser, nosotros mismos.»


Siento la ansiedad correr por mis venas, sustituyendo mis vasos sanguíneos. Las ganas de oler la nicotina aumentaron a medida que me voy estresando. Su mirada penetrante y oscura me abruma, aunque no sea capaz de demostrarlo. Su sonrisa me desconcierta y me aturde.

No sé si abrir la boca para soltar las puñeteras cosas que tengo que aventárselas a la cara o morderme la lengua. Quiero que ella comience, con tal, fue quien me citó a este lugar.

—Una pregunta ¿desean ordenar algo? —una chica con un uniforme blanco que en lo personal es masculino y delantal negro, llega a la mesa. Sonrío con sinceridad, alguien que le gusta lo diferente y no le importa ser juzgada.

—Un café —lo necesito, la cafeína ayuda a calmarme. Miro a Savannah quien me escanea, analiza con sus ojos que me inquietan por el simple hecho que son idénticos a los míos.

—Un refresco —ella suelta con un tono de voz mandante. Tuvo que darse una buena vida con el dinero que se robó de mi trabajo. —Melanie decirte que has cambiado es imposible, te miro a los ojos y sigo observando a la niña que quiere conseguir todo fácil —en su sonrisa titubea maldad. Hace que me estremezca.

—Primero mírate en un espejo y ven a criticarme —mascullo colérica, tamborileando mis dedos en la mesa con nerviosismo. —tu robaste

—Estaba desesperada —se justifica, su cabello corto baila cuando mueve su cabeza como iniciativa.

—Para embriagarte —le completo con ironía. Ignora lo dicho.

Busca algo en su cartera que en lo personal cuesta más que toda mi ropa. Maldita.

— ¿Ya viste esto? —en sus manos tiene una revista, está en la sección de farándula del país. Me señala la página donde están Arquímedes con la modelo Susana Hamilton afirmando su compromiso. —no puedo creer que hayas sido tan estúpida de no conseguirlo —lo hace para provocarme.

La cólera brota de mis poros. Aspiro.

—Entonces volviste porque pensaste que ya había solucionado las cosas con Arquímedes —supongo haciendo una mueca, apática.

—Lo suponía, al verte dejado completamente en la calle pensé que habías corrido a sus brazos —suelta de manera sarcástica. —Eres muy orgullosa para hacerlo —aprieto los labios, dejándolos blancos. Se mofa. — ¿se te olvidó el sentido del humor, hija?

—Cállate —le suelto con repudio.

—Vine para restregártelo —ve la revista con una sonrisa mientras señalaba a Arquímedes y Susana. —Ay Melanie ya ni una broma soportas —sentí un dolor punzante ante sus acciones o gestos.

—Las tolero a la que no soporto es a ti —ella simplemente ser ríe hilarante. Juego con un anillo en mi mano y me obligo a no golpearle su rostro con mi bolso.

Revira los ojos, cambia de tema. —Se que estás trabajando en su empresa —afirma, trago duro. —no pensé que una hija mía caería tan bajo

—No más que tú —suelto, sabiendo que le he dado en el blanco, ella se acomoda en su asiento, ya mismo me arranco el dedo de tanto tantear con el anillo. Me observa vacilante.

—Esa es mi Melanie —me alardea. Curvo los labios con recelo. —bueno, en realidad te quería mostrar esto —busca de nuevo en la revista, en una página exacta me la entrega.

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