Él le acaricio cariñosamente el pelo.

— Eres una mujer joven. Sabía que esto podía ocurrir. Cuando hablamos sobre los puntos del matrimonio, dijimos que nada de relaciones sexuales. ¿Recuerdas? Eres una mujer
hermosa, inteligente, con tu propia fortuna. Y yo un hombre de cincuenta y cinco años, con dos hijos y viudo. Solo quiero una compañera, alguien con quien charlar y compartir buenos
momentos.

— ¡Perdón! — Volvió a pedir llorando. Se agacho y se arrodillo apoyando la cabeza en sus rodillas. Él la tomo por los brazos y la levanto, ella lo miro. — No te lo mereces.

— Cariño, me hubiera gustado que me avisaras antes de montar el escándalo. Tú sabes que aquí la reputación lo es todo. — Le dijo gentilmente.

George le limpio las lágrimas y le sonrió amablemente. Admiraba a esa mujer por lo que era. Una guerrera de la vida. Los años y la vida le habían demostrado que la belleza no lo
era todo. Su única querida le había enseñado lo que es el amor. Y que algún día, todos abandonan el mundo, y lo que valía eran los lazos y el amor. No la belleza y cosas materiales. Porque cuando uno deja este mundo, lo único que queda es el recuerdo de lo que fue. Había amado a una sola mujer en su vida, un amor prohibido con una prostituta, con menos suerte que la mujer que tenia arrodillada a los pies.

— Perdón… — Le dijo sollozando.

— Una sola vez en la vida ame, Amanda. Y la única mujer que me amo, me enseño que uno también comete errores. Nadie esta exento a eso. Te perdono, claro que si. Pero si me prometes algo.

Ella lo miro expectante y asombrada por descubrir a un hombre totalmente distinto de lo que ella creyó.

— No digas nada de lo que paso en esta salita. Diremos que has pedido perdón y que yo te absolví de tu responsabilidad. Le diremos a la sociedad que has pagado por tu error. Pero debe ser un secreto entre tú y yo. ¿De acuerdo?

— De acuerdo. — Dijo con un inmenso respeto por ese hombre que había subestimado.

El palmeo la chaise para que se sentara a su lado, ella se levanto y tomo los regalos que
tenia para el.

— Te traje esto de Nueva York, espero que te guste.

Vio con satisfacción como el abría los regalos y la sonrisa de placer que tenían sus labios.

— Es una cigarrera hermosa. Jamás me habían regalado nada igual. Y esta replica del palacio es hermosa. Muchas gracias Amanda.

— Mandy. — Le dijo ella. — Dime Mandy. Perdóname. – Le volvió a repetir.

— Dime Mandy: ¿Amas a alguien?

— ¿Cómo? — Preguntó sorprendida.

— Si amas a alguien. — Ella solo asintió. — Entonces hazme un favor.

— Lo que quieras. — Le dijo tomándole las manos.

— No lo dejes ir. Sea quien sea. Aunque creo saber quien es.

— Gracias. — Le dijo abrazándolo.

George la envolvió en sus brazos y le beso la coronilla.

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La Reputación De Amanda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora