La Reputación De Amanda ✔

Capítulo 7

1852

    Amanda se miro al espejo que había en la gran habitación. Llevaba puesto un vestido azul, muy simple. De cuello alto y sin mangas, sus manos enfundadas en guantes. No le hacia mucha gracia acudir a una fiesta y menos cuando la fiesta se daba lugar en Inglaterra, su anfitrión era su nuevo y sorpresivo hermano y lo peor de todo es que era uno de los condes más importantes de Inglaterra, y ni hablar de el pequeño e insignificante motivo de saber que ella era la anfitriona, ya que era a quien se presentaba en sociedad. Edward Sarrabayrouse había descubierto unos años atrás el lazo que los unía. Gracias a un camafeo familiar que Amanda le había dado borracha un día.
  Si hubiese podido elegir se hubiera quedado en su pequeña mansión en Francia haciendo las tareas que siempre la terminaban agotando. Desde que se había ido de Inglaterra se había instalado en Francia y había levantado esa mansión casi en ruinas a fuerza de manos, cuerpo y alma. Se ocupaba hasta del mínimo detalle ella misma. Jamás tenia tiempo para nada, entre sus negocios, sus arrendatarios, las casas que arreglaba, las fiestas, los viajes a sus salas en distintos puntos del mundo, sus paseos a caballos para controlar su propiedad, las charlas con Matt y sus plantas, nunca tenía tiempo para pararse a pensar en algo. Se había convertido en una persona hiperactiva desde ESE día el cual jamás pensaba ni hablaba. Ya no podía permanecer en la misma habitación por mucho tiempo, estaba en constante movimiento y caía rendida apenas asomaba la noche. Y ese era su propósito. Pero en ese momento no podía negarle a Edward su pedido. Había tenido tanta paciencia con ella, al igual que Lorraine. Asique a Mandy no le quedaba otra opción que relacionarse con esos nobles que para ella eran la viva imagen de todo lo que quería evitar.

  Después de muchas horas con Lorraine y Matt educándola y demostrándole como hablar, comer y hasta caminar, estaba preparada. A los treinta y dos años había llegado a ser una mujer educada, delicada e inteligente. Una mujer casi domesticada, como le decía Matt.

— Milady, el carruaje ya esta listo.

  Dijo Matt interrumpiendo sus pensamientos. Le sonrió con afecto al verlo, ataviado en un clásico traje negro de etiqueta. Como siempre, él estaba donde ella estaba. Se sorprendió de que le diga milady. Debía acostumbrarse a eso también.
    
  Se hecho una ultima mirada al espejo y vio lo de siempre, unas ojeras bastante marcadas, unos ojos fríos y vacíos, con el rostro falto de expresión. Abrió el cajón de su mesita de noche y saco una mantita de bebe. La beso y se le escapo una lágrima. Suspiro.

— Vamos, terminemos con esto de una vez.

— Bien dicho. — La felicito su amigo. Y la beso dulcemente en la frente y se encaminaron a la puerta.
  
   Ahora tendría que mantener conversación con un montón de gente y eso ya la agobiaba. Sabía que la gente de clase alta jamás olvidaba y tendría que soportar miradas desdeñosas, y curiosas por saber qué fue de su vida después de ese día.

Mandy había levantado muros en su consciente y había pensamientos y recuerdos que quería olvidar, jamás pensaba demasiado en su pasado, en realidad nunca, cuando estaba despierta claro. Sus sueños y su inconsciente la traicionaba en las noches, mostrándole en sus sueños esos tan vividos momentos de fugaz y falaz felicidad. Había conseguido un tipo de equilibrio a través de los años, le había costado bastante. Gracias a la ayuda de su amigo, que la ayudo muchísimo. Jamás hablaban de ese día, ni de nada de su vida vivida en Inglaterra. Era un tema que jamás tocaban, ya no pensaba en nada. Con el tiempo había perdido recuerdos, pero su inconsciente la pillaba desprevenida y no la dejaba olvidar. Se había acostumbrado a no hacerse preguntas y los sueños a pesar de todo seguían doliendo como la primera vez.
El carruaje aminoró el paso y Mandy suspiro un poco tensa.