Capítulo 22

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Durante minutos interminables estuvo en el espejo admirando su mareante belleza, esperando que todos llegasen, escuchando los elogios de Lorraine, Edward y mirando la
hosca expresión de su amigo que ni siquiera la había elogiado.

Cuando bajo del carruaje, fue Matt quien la ayudo, miro la fragante y pesada falda, de incontables enaguas y maldijo en voz baja. Faltaban unos invitados en la capilla y debían esperar, estaban en la habitación
de los condes esperando. Lorry dio la orden y Matt se levanto para acompañarla a la iglesia, ya que lord Liddington era el encargado de entregar a la novia.

Antes de salir Matt freno al
costado de Mandy y en el oído le susurro:

- Esta todo preparado.

Sin mirarla siquiera le ofreció el brazo a la condesa y la escolto. Ella sintió un escalofrío de
anticipación.

Subieron lentamente las enormes escaleras de la capilla, ella se pregunto vagamente, porque tantas escaleras. Miro a su alrededor y le llamo la atención un caballo medio escondido en el bosque que bordeaba la iglesia. Sonrió con pesar.

Cuando a su vista aparecieron los invitados y su decrepito futuro marido se sintió apabullada.
Por un inédito momento se había convencido que era lo mejor, pero ese momento se disipó en el justo momento en que su hermano la tomo del brazo y la condujo por el pasillo
lleno de flores y aroma a rosas para encontrarse con su futuro marido.

Mientras caminaba tomada del brazo de su hermano y veía los invitados y su propio prometido sentía esa
urgencia de salir. No lo pensó dos veces y se paro en seco en medio del salón. La música dejo de tocar cinco segundos después de que ella parara, miro a Matt que sonreía de manera petulante y dirigió una mirada de disculpas por todo el salón. Todos la miraban desconcertada mientras se agachaba, tomaba la falda y salía.

Salió corriendo de la capilla. Bajo las enormes escaleras a paso vivo levantando en sus manos la enorme falda de inmaculado blanco. Se dirigía a el bosque donde había visto el
caballo, mientras que el suelo irregular la hacia tropezar con alarmante regularidad.

Una vez que llego tomo la yegua color beige y la desato de la rama en la que estaba, miro hacia adelante y vio el recorrido que había hecho y se sorprendió a si misma. Lo hizo a tal
velocidad que era increíble que lo hubiera hecho una mujer con un vaporoso vestido blanco, con capas incontables de enaguas.

Vio la honda de invitados que salían de la casa como hormigas. A su distancia sabia que ellos también la habían visto. También vio a un hombre empezar a correr en su dirección.

Dijo una maldición, extraño y desubicado en el vocabulario de una dama y jadeo con fuerza mientras trataba de subir al caballo levantando las pesadas y demasiadas enaguas
del vestido blanco y acomodando el pie en el estribo. Una vez que se hubo acomodado tomo las riendas de la yegua y la incito a correr. Sintió en sus muslos como la yegua tomaba impulso, dejando atrás a su futuro marido y a toda su familia.

Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero algo más fuerte que ella la incitaba alejarse del lugar que
acababa de escaparse. Mientras corría enloquecida arriba de la yegua de lado contrario de la casa principal pensó en que iba a hacer ahora. En su primer momento no lo pensó.

Conocía el bosque por el que corría como la palma de su mano. Sí, había paseado por esos bosques desde que
había llegado a Hampshire y montando la misma yegua que la había sacado del atolladero.
No sabia exactamente cuanto tiempo había estado corriendo la yegua pero se dio cuenta de que tanto la yegua como ella estaban fatigadas, sentía los músculos agarrotados por la
tensa postura que había tomado a causa de la desesperación de querer escapar.

La Reputación De Amanda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora