Capítulo 63. ¡SOY LA PUTA DUEÑA DEL MUNDO!.

8.9K 773 370
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Finalmente llegó el día de la graduación.

Veo mi reflejo en el espejo de la habitación de huéspedes, la que utilicé para cambiarme de ropa y alistarme. Mis abuelos llegaron hace menos de una hora por un retraso en el vuelo y se encontrarán con nosotros en el auditorio del Instituto. Mike y Hayden fueron a buscarlos y Fernando nos espera para llevarnos.

No soy muy amante de los vestidos, pero en este me esmeré en seleccionarlo, era la primera vez que regresaría al Instituto después del secuestro, estaría en la mira de todos, en la boca de cada uno de los asistentes, así que quería verme muy bien. Escogí un vestido ceñido, de encaje, azul marino. No llevaba escote, aunque el encaje era más transparente en la zona del busto. Si Marypaz me pudiese ver diría que le causaría una erección muy dolorosa a Rámses y estaría completamente de acuerdo.

Planeaba pararle, entre muchas otras cosas, su corazón cuando me viese.

Desde el día de la pelea y sabiendo que Marypaz intervino en mi ayuda no he dejado de pensar en ella; tanto que la posibilidad de que pudiera perdonarla no se ve tan inalcanzable, aunque aún muy, muy, lejos.

—Me superé esta vez—exclamó Maritza, la estilista que contrató Fernando para que me ayudase a arreglarme. Lo hizo cuando me notó triste después de que comprendí que este día mi mamá no estaría para arreglarme, como tanto lo había imaginado.

Me calzé los tacones y me giré para verme una vez más en el espejo. Maritza soltó los ganchos que tenía en mi cabello y varios rizos suaves rosados en distintos niveles cayeron sobre mis hombros y a los lados de mi rostro.

Sonreí.

Me sentí por primera vez identificada al ciento por ciento con la imagen que se reflejaba en el espejo. No era ni remotamente parecida a la chica que fue violada, ni siquiera a la que fue secuestrada. Me sentí atrevida, audaz, salvaje, poderosa.

Soy dueña de mi vida.

—Ahora tienes que hacer una gran entrada allá abajo, quiero que los impactes. Y una entrada mejor en la graduación—Maritza empujó la parte baja de mi espina dorsal y como efecto erguí la espalda, saqué pecho y levanté el trasero.

Me abrió la puerta y le gritó a los chicos que esperaban por mí que ya bajaba.

El primero en notarme fue el señor Fernando, estaba saliendo de su habitación y se maravilló con mi apariencia. Su rostro estaba genuinamente lleno de orgullo. Me ofreció su brazo como todo el caballero que era y me ayudó a bajar las escaleras.

Los hermanos O'Pherer esperaban en la sala. Ambos vestidos con trajes azul marino, camisa blanca y corbata rosa, como mi cabello. Sabía por qué lo habían hecho, éramos un frente unido, los tres mosqueteros, vestidos iguales para enfrentar el mismo escrutinio, juntos.

Los adoré más en ese momento si es que eso era posible.

Gabriel esperaba revisando su teléfono recostado de una de las paredes de la casa. Su apariencia entera era digna de un calendario, quizás el mismo calendario institucional con el cual lo fiché el primer día que lo ví. No había un cabello fuera de su lugar, ni un pliegue en su ropa que no debiese estar.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora