Capítulo 4 ... Y LO HICISTE DELANTE DE MÍ

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Pasé la noche en vela después de leer el mensaje de Rámses. ¿Significaba eso que él me había cambiado la ropa? ¡Dios mío santísimo, ¿me había visto desnuda?. Le escribí a Pacita pero por la hora en que lo hice de seguro estaba durmiendo, así que no me quedó de otra que conformarme con ver el techo de mi cuarto y las ya casi nada brillantes, estrellas fluorescentes que había pegado allí de pequeña con ayuda de mi mamá y mi padrastro.

Cuando el sol entró por mi ventana, decidí que ya podía levantarme. Me di una larga ducha, incluso tuve tiempo de secarme y plancharme el cabello. Me preparé un buen desayuno mientras miraba a cada momento mi teléfono para comprobar si Pacita había respondido. Cuando me encontraba lavando el plato, después de comer, la puerta de la casa se abrió y mi mamá entró en puntillas, tratando de no hacer ruido. Con mis brazos cruzados sobre el pecho me acerqué con sigilo hasta detrás de ella.

—¿Y en dónde estabas?—pregunté haciéndola dar un salto del susto al tiempo que se agarraba su corazón.

—Yo... bueno... ehm....—balbuceó

—Tu... ¿Qué?... ¿Ah?...—insistí.

Mi mamá logró calmar su agitada respiración producto del mini infarto que acababa de ocasionarle y se irguió cuan alta era, alzando la barbilla desafiante

—Estaba con tu papá—dijo con seguridad.

Yo giré los ojos y regresé a la cocina no sin antes emitir un bufido. Lo sabía, así que no fue sorpresa, pero no por eso dejaba de molestarme.

—Mia, tenemos que hablar de esto—dijo mi mamá siguiéndome a la cocina

—Él no es mi papá, deja de llamarlo así, y sobre lo demás, en realidad, no tenemos que hablar nada más—zanjé

—Mia, por favor. Tu papá, padrastro y yo ya tenemos algún tiempo, separados y queremos intentarlo otra vez, recomponer esta familia. Él ha tenido mucho tiempo para pensar las cosas y yo también. Creo que es justo que le demos una segunda oportunidad—expuso mientras yo fingía estar concentrada en el plato que lavaba.

—¿Regresará a vivir acá?—fue lo único que atiné a preguntarle

—Aún no—dijo con un hilo de voz— cuando tú estés lista.

—¿Y si nunca lo estoy?—pregunté ahora girada, viendo como sus ojos se humedecían

No respondió nada y entendí lo que había querido decir. Regresaría a vivir acá quisiera yo o no. Quizás solo me estaban dando un tiempo para adaptarme a la idea, pero no creo que contase con mucho tiempo. Asentí y sin decir nada, tomé mis cosas y salí de la casa limpiándome las lágrimas de furia que corrían por mi rostro.

Caminé sabiéndome de memoria el recorrido, esquivando a las personas sin ni siquiera verlas, perdida en mis pensamientos, tratando de que mi cabeza, mi cuerpo y mi corazón se hicieran la idea de que el hombre que me había causado tanto daño regresaría a mi vida, sin querer reconocer que siendo lo más cercano a un padre que había tenido, nunca se había ausentado de mi vida, solo lo desplacé a un lugar donde no tuviese que lidiar con el dolor qu me causaba pensar en él. No quería volver a exponerme a que me causara daño, no quería volver a ver a mi mamá sin reconocerse a sí misma. Me había costado mucho armar el rompecabezas en el que se había convertido, para que él otra vez viniese a patearlo. Y con mucha franqueza, tampoco creía que hubiese cambiado.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora