POV Familia O'Pherer . STUART. (Tercera Parte).

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Fernando

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Fernando

Salimos de la casa en silencio. Gabriel era mi copiloto y Rámses iba sentado atrás con Amelia, la llevaba envuelta en un abrazo. Ella estaba nerviosa y quizás ansiosa, no dejaba de mover su pierna y de vez en cuando mordisqueaba sus uñas. Paré frente a su casa y confirmamos que solo estaba el auto de su mamá. Amelia se despidió y cuando Rámses intentó bajarse le dedicó una mirada que pudo haberlo matado en el acto.

—Rámses, deja que hablen a solas un momento, estaremos justo aquí afuera—le recordé y Amelia terminó de bajar del auto.

Iba con ropa prestada de Rámses, unos pantalones deportivos que le quedaban grandes, y una camiseta que anudó en la espalda para que no luciera tan grande en ella. Abrió la puerta y antes de cerrar levantó su mano y nos dio una pequeña sonrisa antes de cerrar la puerta.

Recosté la cabeza del respaldar del asiento, estoy agotado, mi cuerpo me duele como si hubiese sido atropellado, aunque todo fue por el esfuerzo que hice conteniendo a Rámses, ni hablar de Gabriel y su inteligente movida. Después del desayuno conversé con Hayden, quien estaba en Atlanta a punto de su propio infarto después de que le colgué el teléfono sin darle más detalles de su ahijado.


—¡Hijo de perra!—me dijo apenas atendió—dime que mi ahijado está bien, porque estoy por comprar un puto pasaje para allá. ¿Lo sacaste de la crisis?.

—Si, lamento no haberte avisado—si algo tenía Hayden, era muy mal carácter cuando se molestaba, no por nada lo llamábamos Dr. Jekyll cuando lo hacía, un pequeño juego con su nombre que odiaba desde que se lo inventamos—, pero tenía que hacer control de daños.

—¡¿Y dejarme infartado no es control de daños?!—espetó—. Tuve que llamar a Mike y ese imbécil fue el que me puso al día de todo. ¡¿Qué mierdas te pasa conmigo Fernando?! ¿Por qué coño de la madre tú no me has contado nada?—si, cuando Dr. Jekyll salía a flote, también lo hacía su lado más venezolano herencia de su madre—Rámses con novia, una con sospechas de abuso por su padrastro, Gabriel enamorado de ella. ¡Vete para la mierda Fernando!.

—Tienes razón, debí llamarte y contarte—no tenía excusa.

—¿Tu crees? ¡Claro que si coño!. Soy su padrino y esos carajitos son como mis hijos. ¿Y si algo le pasara a Susi y tú te enteras semanas después? Estarías ahora gritándome en Dios sabrá que puto idioma.

—Lo lamento, ¿esta bien papi?. Tienes un nuevo cargo, se que estás trabajando turnos dobles en el hospital, no quería también agobiarte.

—Papi un coño... estas en deuda conmigo Fernan—su tono de voz ya no era tan molesto—. No lo vuelvas a hacer porque juro que te operaré y dejaré una gasa obstruyendo tu túnica albugínea.

—¿Y eso que es?—pregunté confundido.

—¡Googlealo! Y después me llamas para contarme todo lo que no me has dicho.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora