10. Como nadie bailó

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Dos sábados después, a eso de las once de la noche, Roi se dirigía al bar de Capde para reunirse allí con Alfred, Amaia y Ana y salir de fiesta después. Cuando el catalán se lo había propuesto unos días antes después de la clase del máster no había dudado ni un segundo en decir que sí, pues se acercaba el cumpleaños de su amigo y, además, más adelante con la mudanza no sería fácil quedar. De todas formas, al llegar la noche del sexto día de la semana las ganas de salir por ahí del gallego se habían reducido a cero.

Este cambio de entusiasmo se debía a dos motivos principales. En primer lugar, había estado ensayando el viernes por la noche y prácticamente toda la tarde del sábado con la orquestra porque durante las dos semanas siguientes tenían varios conciertos. En segundo lugar, algo más recurrente a esas alturas, estaba Ana. No estaban enfadados, pero notaba que su relación se había enfriado desde que a Cris se le escapó que se iban a vivir juntos. En una de las pocas conversaciones que habían tenido a lo largo de aquellas dos semanas Roi le había propuesto a la canaria que Jadel se quedara a vivir con ella en el piso, pero a Ana pareció molestarle la idea y le respondió que era un paso lo bastante importante como para tomar una decisión de forma tan abrupta, aunque ya se lo comentaría a su novio. No habían hablado mucho más porque, además de verse poco, Roi sospechaba que, quizá inconscientemente, Ana lo había intentado evitar, y toda esa situación le dolía. Incluso Cris lo había notado decaído, pero cuando se lo preguntaba el guitarrista se excusaba diciendo que se encontraba cansado por el ritmo que estaba llevando últimamente. ¿Qué más le podía decir en aquellos momentos, cuando ni él mismo sabía lo que sentía? Tampoco quería que su novia se sintiera culpable cuando no había hecho nada más que decirle la verdad a Ana, una verdad a la que él debería haberse enfrentado antes.

Llegó al bar y apenas al cruzar la puerta ya lo invadió el sonido de los acordes del piano que tocaba Amaia. Casi inconscientemente, giró la cabeza para buscar con la mirada a Alfred, que la contemplaba tan ensimismado como el primer día, inmerso en una versión de sí mismo que ya se había convertido en un clásico. Vio que Ana estaba sirviendo unas bebidas a un grupo de clientes y no quiso interrumpir, así que se sentó en una de las sillas de la mesa que ocupaba Alfred y esperó a que la pamplonica acabara la canción para saludar a su amigo, que se percató de su presencia tras empezar a aplaudir.

—¿Qué tal? ¡Al fin llegas! ¿Qué tal el ensayo?

—Bien, bien... Pero estoy cansado, tío —confesó el gallego,

pasándose una mano por el pelo.

—Bueno, solo un rato más y vamos ya hacia la discoteca y así te desahogas —intentó animarlo el moreno. —Me parece que no queda mucho para que Amaia acabe...

Justo al decir eso, Amaia anunció a través de su micrófono que la canción que iba a tocar sería la última de la noche. Se oyeron algunos lamentos por parte de la audiencia, pero todos sabían que en algún momento el concierto se tenía que terminar. Justo después de que Amaia empezara a interpretarla, Ana apareció frente a la mesa de los dos jóvenes.

—Hola, Roi —saludó la canaria, con una sonrisa —. ¿Quieres tomar algo?

—¡Hola! —le correspondió Roi, gratamente sorprendido por la naturalidad de Ana tras esos días un poco tensos. —Pues ahora que lo dices... Ponme una cerveza, por favor. La necesito.

—Perfecto, en nada te la traigo.

Roi no tuvo que esperar mucho, pero aún fue más corto el tiempo que transcurrió entre la llegada de la cerveza y el último trago de esa botella. Tenía la sensación de que, si no empezaba a beber en aquel momento, le costaría aguantar la noche que tenía por delante. Por suerte, no tuvieron que esperar mucho más para salir: Amaia iba ya preparada, con un elegante mono largo de color negro, y Ana se había ido a cambiar justo al terminar el concierto, pues no quedaban muchos clientes y Capde le había dicho que se encargaría de ello. La morena regresó poco después con un mono corto oscuro con lentejuelas triangulares que reflejaban diferentes colores. Le quedaba ceñido, se había soltado el pelo y se había puesto tacones.

Clavados en un bar || OT 2017 AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora