5. Got Me Like "Oh"

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Amaia dobló la última esquina que le quedaba para llegar al piso de Alfred. No estaba muy segura de lo que iba a hacer allí, pero la verdad era que tenía la tarde libre y no le apetecía trabajar en algo productivo precisamente. El piano y el canto constituían la mayor parte de su vida, pero llegaba un momento en el que necesitaba desconectar de aquello que estudiaba por mucho que le apasionara. Había escrito a Ana porque, aunque se conocían del trabajo, habían llegado a establecer una relación de amistad bastante sólida, y a Amaia le gustaba buscar consejo en Ana siempre que necesitaba algo, ya que la diferencia de edad se notaba y la pamplonica sentía que compañeras como ella la enriquecían personalmente.

Lo que no se esperaba era la propuesta de la canaria, ya que nunca se habían reunido con Roi y Alfred, y para Amaia era una combinación que le resultaba extraña. Sí, conocía a Roi porque era muy cercano a Ana y, además, era fácil relacionarse con él gracias a su forma de ser amigable y a su sentido del humor, pero casi no conocía a Alfred y, si era sincera consigo misma, no estaba segura de si el otro día en el bar le había gustado o no ese chico. Habían hablado un poco todos juntos después de su actuación, y a la navarra le pareció que Alfred era un poco pedante aunque no cabía en elogios hacia ella. Amaia no sabía si había alguna intención más allá de las palabras del catalán, pero decidió no darle más importancia y no hacer demasiado caso a sus prejuicios pues, de nuevo, no lo conocía bien.

Amaia tuvo que recular un poco hacia atrás, ya que sin apenas darse cuenta se había pasado un par de números a causa de sus frecuentes despistes. Sacó el móvil de su pequeño bolso para abrir la conversación que había tenido previamente con Ana y revisar el piso y la puerta que le había escrito. Pulsó el botón del intérfono y no tardaron mucho en abrirle, de hecho, Ana fue la que lo hizo, seguramente para que Amaia no se sintiera aún más intimidada.

La canaria fue también quien le abrió la puerta del piso, saludándole con una sonrisa y un abrazo rápido. Detrás de ella vio a Roi y a Alfred, que estaban hablando de sus cosas, pero se fijó especialmente en el catalán porque el gallego le estaba dando la espalda. Sin saber por qué, notó que parecía algo sorprendido de que ella estuviera allí, incluso nervioso, pero no enfadado. Amaia iba a saludarle, a decirle algo (aunque no supiera muy bien el qué), pero Ana se le adelantó y fue hacia Alfred para decirle algo al oído. Alfred asintió con un sutil "¡Ah!" para después girarse de nuevo hacia la navarra e intentar interactuar con ella todo lo bien que los nervios le permitieron en aquel momento:

—Ho-Hola, Amaia... —consiguió articular Alfred.

—¿Qué tal, Afred? —preguntó Amaia, sonriendo. Habría mentido si hubiera negado que la breve y torpe intervención del catalán le había parecido adorable.

—Pues ahora mejor, la verdad... —respondió él, dándose cuenta al ver la cara de ella (y también la expresión de diversión que estaban conteniendo Roi y Ana) de que parecía que se estaba refiriendo a la navarra aunque no fuera su intención inicial. —¡A ver! Quiero decir...

—Amaia, lo que pasa es que hoy Alfred no ha empezado muy bien el día —dijo Roi, ahora algo más serio y acercándose a su amigo para darle unas palmaditas de apoyo en la espalda.—La vida no siempre es fácil, y menos cursando un máster, ¿eh, Alfredo?

En aquel momento, a Amaia le pareció que el gallego estaba intentando quitar hierro al asunto, ya que en los ojos de Alfred pudo ver una pizca de agradecimiento hacia él. La pamplonica lo entendió, ya que apenas le conocía y si era algo más serio aún no había la confianza para que se lo contaran. Este hecho le preocupó un poco en aquel momento, ya que, mientras la invitaban a sentarse, pensó que tal vez se sentiría un poco al margen de ellos durante la tarde.

Al pasar las horas, comprobó que, por suerte, se había equivocado. Nada más lejos de la realidad.

Poco después del semi-accidentado saludo, Alfred empezó a contarle a Roi que había conseguido componer un poco más durante la mañana y el mediodía, y Ana y Amaia se unieron a la conversación. Llegó un momento en el que Roi le pidió a Alfred una de sus guitarras y se puso a improvisar, y Alfred acabó por volver a sacar el trombón del estuche y unirse a él por unos minutos, hasta que interrupió su improvisación con Roi, bajó su instrumento y se giró hacia Amaia:

Clavados en un bar || OT 2017 AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora