4. Forever In a Minute

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Cuando Alfred les abrió la puerta del edificio, Ana y Roi entraron prácticamente corriendo a buscar el ascensor. La canaria estaba un poco preocupada, ya que Alfred había tenido varios ataques de ansiedad y ella sabía, por experiencia de unos años atrás, que se pasaba mal. Había estado hablando de ello con Roi por el camino, pero como el gallego no se mostraba muy receptivo aquel día acabó cambiando de tema y comentando cómo le iba a su novio en el trabajo.

Javi, Jadel para los amigos (Ana se refería a él de un modo u otro dependiendo del día), había conseguido un puesto en una tienda de artes gráficas. Al principio pensó que no sería lo suyo, pero a medida que avanzaron los primeros meses le cogió el gustillo y, además, se había atrevido con algunas de sus creaciones. La primera vez que lo intentó fue personalizando una cafetera con una foto de Ana y él. Se la regaló a Ana, argumentando que una cafetera era más original que un llavero y que había querido estrenarse con algo diferente. Al principio, ella se sorprendió, pero al mismo tiempo le pareció divertido y aceptó el regalo encantada. La segunda vez podía llegar a entender la motivación de Javi cuando le regaló unas zapatillas decoradas con esa misma foto: como mínimo, le vendrían bien para estar por casa. La tercera vez ya tuvo que disimular alguna mueca y no sabía si reír o llorar: una camiseta con la foto de siempre, con una notita que ponía "Para que te acuerdes de mí siempre". Y, para qué negarlo, las caras de Roi al ver que esa foto ocupaba cada vez más rincones del piso que compartían no tenían desperdicio.

Una vez en el ascensor, Ana, que nunca había estado en casa de Alfred, dudó de qué botón pulsar y pidió ayuda a su amigo:

—Oye, ¿a qué piso vamos?

Silencio. Ana contempló a su amigo, que mantenía la vista en un punto muerto cerca del suelo. Parecía estar pensando en algo importante, estaba totalmente absorto. Ana movió la mano delante de su rostro, de nuevo sin obtener respuesta, así que no le quedó más remedio que levantar la voz:

—¡Roi!

—¡Ey! —se sobresaltó el gallego, levantando la mirada por fin, abriendo mucho los ojos y levantando las cejas. —¿Qué pasa?

—Que qué piso es —repitió Ana, un poco mosqueada por la falta de atención del gallego.

—Ah... Tercero segunda  —contestó, pasándose una mano por el pelo y pulsando el botón, adelantándose a su compañera.

—De verdad, entre el camino de ida y ahora... Qué empanado estás hoy, ¿eh? —insistió ella, con una expresión entre triste y frustrada, mientras se cerraban las puertas del ascensor.

—¿Pero qué dices? Qué pesadilla de mujer, por Dios... —se quejó él, desviando la mirada hacia el techo con expresión cansada al mismo tiempo que el ascensor empezaba a subir con lentitud.

—¿Perdona? Encima que me preocupo por ti... —se lamentó Ana, haciéndose la ofendida  y mirándole con ojos de gatito abandonado. Al ver que él seguía sin mostrar reacción aparente, acercó su mano hacia la mejilla del chico en un intento de acariciarla con cariño.  —Roi, ¿qué te pasa?

—Nada... —musitó Roi, esquivando el acercamiento de la morena y con cara de pocos amigos, aunque poco después su expresión se suavizó. —Bueno... Es que estoy un poco preocupado por Alfred. Espero que pueda superar esto pronto porque me duele verle así con lo buena persona que es y no se lo merece.

Aunque sabía que lo que le estaba diciendo era una verdad como una casa, Ana aún tenía la sensación de que su mejor amigo le estaba ocultando algo. Normalmente no se ponía de esa manera fácilmente, y realmente lo de Alfred no era algo tan nuevo. De todas formas, no quería forzar nada, y si había algo más ya se lo contaría en otro momento.

—Anda, ven aquí —susurró Ana, ofreciéndole un abrazo.

Aunque en un principio tuvo dudas de que Roi correspondiera a esa muestra de afecto, el santiagués finalmente cedió y le rodeó la cintura con los brazos, apoyando la cabeza en su hombro. Cuando Ana estaba a punto de separarse, él movió las manos un poco más arriba y se abrazó aún más a ella, no queriendo soltarse. La canaria se sorprendió, pero no le importó quedarse así un rato más: seguramente, él lo necesitara y, además, le encantaba compartir momentos así con él.

—Gracias, Anita —murmuró Roi.

A continuación, Ana notó cómo el gallego dejaba ir un suspiro cerca de su cuello. Entonces, no pudo evitar el escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. ¿Cuándo había empezado a ser consciente de lo cercanos que eran últimamente, de lo a gusto que se sentía con él? Alguna vez incluso había rechazado salir por ahí con Jadel para quedarse con Roi compartiendo manta y sofá y viendo lo que fuera en la tele si este último no tenía ningún plan con Cris. ¿Podría ser que estuviera empezando a...? No, no, no. ¿Cómo se le ocurría pensar eso...? ¡Después de tanto tiempo!

Pero...

El parón repentino del ascensor hizo que ambos se sobresaltaran, separándose al acto. Roi dejó escapar un "¡Ostia!" y Ana no pudo evitar reírse, ya que normalmente el que asustaba era él. Una vez se abrieron las puertas, ambos avanzaron hacia la puerta de Alfred, que aún no había abierto, y Roi dió unos ligeros golpes a la madera. El catalán les abrió unos segundos después y les recibió con su clásico saludo, exagerándolo un poco:

—¡Hola, chicos!

Ana y Roi se rieron y entraron al piso de su amigo. Mientras Roi le hablaba a Alfred de lo que había estado haciendo esa mañana en el máster para ponerle al día, Ana rememoraba la escena que había tenido lugar con su compañero hacía apenas unos minutos. Había sido muy breve, pero sin saber muy bien por qué lo había vivido de una manera tan intensa que le había parecido más largo. De hecho, cierta parte de ella sintió que aquel abrazo de un minuto le dejaría huella para siempre.

El móvil de la canaria vibró poco después en el bolsillo derecho de su pantalón y ella lo revisó para ver si se trataba de algo importante. Cuando leyó la notificación, que consistía en un mensaje de Amaia preguntándole si estaba haciendo algo aquella tarde, levantó la cabeza para mirar cómo Alfred seguía escuchando atentamente a Roi hablar sobre las clases y sonrió.

Aunque ella estuviera pasando por un momento de confusión en el amor, tal vez podría ayudar a alguien a encontrarlo.

Clavados en un bar || OT 2017 AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora