8. Con matiz de una ilusión

2.4K 83 45
                                    

Mientras Alfred y Amaia paseaban por las calles de Barcelona, Ana llegaba al bar para preparar todo lo necesario para abrir una hora después. El día anterior se había ido a dormir bastante tarde y le había costado salir de la cama por la mañana. Se sentía especialmente desanimada, vacía, y más esta vez porque le costaba admitir la causa.

Roi se iba a marchar.

Era difícil para ella incluso creérselo, imaginárselo, asimilarlo. Sabía perfectamente que seguirían viviendo en la misma ciudad, pero también era muy consciente de que ya no sería lo mismo. Y ahora que empezaba a sentir algo diferente hacia él...


¿Qué les había pasado entre aquellos silencios y las caricias del gallego después del ataque de cosquillas?

Tal vez nunca obtendría la respuesta a esa pregunta. De hecho, Cris había interrumpido el momento y fue la que le dio la notícia de que Roi se iba a mudar con ella. No le gustaba volver a recordarlo porque instantáneamente sus ojos se le humedecían, pero no siempre podía evitarlo. Fue poco después de que llegara, al ver que habían preparado la pizza, que la pelirosa hizo un comentario que descolocó a la canaria:

—Vaya, aprovechando las ultimas cenas, ¿eh? 

—¿Cómo?—preguntó Ana, confusa.

Entonces, Cris miró a Roi con una expresión interrogante, y este miró a Ana con un semblante lleno de culpa y bajó la cabeza aparentemente avergonzado. A la morena se le rompió el corazón, pues notó que su mejor amigo le había estado escondiendo algo que estaba a punto de saber.

—Ana, Roi y yo nos vamos a vivir juntos dentro de un mes y medio. Pensaba que te lo había dicho, lo siento...—se disculpó la gallega.

—No pasa nada, es que no nos hemos visto mucho estos días—intentó justificar Ana.

—¡Pero si lo acordamos hace casi una semana, Roi!—le dijo Cris a su novio, un poco molesta.

—Bueno, lo siento, mujer... Ahora ya está, ¿no?—insistió Roi, intentando calmarla.

—Sí...—afirmó Cris, después de una breve pausa en la que observó al gallego con el rostro altivo.

—¿Por qué no te sientas a cenar con nosotros? La pizza seguro que está buena y habrá para todos—le propuso Ana con una sonrisa cordial, intentando recuperar el aliento después de aquella noticia.

Cris aceptó y, después de que Ana sacara la pizza del horno y la cortara en trozos, se sentaron a la mesa, Roi y Cris en un lado y Ana en el otro. Poco después, la pelirosa volvía a estar alegre como siempre y se había puesto muy cariñosa con su novio: las caricias, abrazos y besos eran abundantes. Ana iba desviando la mirada, en parte porque no quería molestar, y en parte porque, aunque fuera más inconscientemente, en el fondo no le gustaba verlo. Quería negar aquello que se decía muchas veces de que "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Quería que en su caso fuera una mentira con todas sus fuerzas.

Pero no lo era.

En su caso, aquello era una verdad absoluta.

¿Desde cuándo, cómo, por qué...? Las circunstancias dejaban de tener importancia, la cuestión era que sentía algo por su compañero de piso, aunque no supiera muy bien el qué, pero era lo suficientemente intenso para romperla ahora que sabía que no lo tendría tan cerca. Podía vivir sin él, claro que podía, nadie es imprescindible, pero sería tan sumamente aburrido sin sus bromas y le harían tanta falta sus palabras y sus abrazos diarios...

—Guapa, ¿estás bien?

—¿Eh?

Ana levantó la cabeza y vio a Cris y Roi mirándola con caras de preocupación. Fue en aquel momento cuando se dio cuenta de que algunas lagrimas caían por sus mejillas, y rápidamente se las retiró con la mano.

Clavados en un bar || OT 2017 AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora