SAÚL (II)

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Inhalé. La agradable corriente del viento que corría por el pequeño cuarto me oxigenaba el cerebro de tal forma que me hizo desvelar de golpe. Habían pasado ya tres años desde que conocí a Judit y a su familia por pura casualidad. De hecho, ese día era el aniversario del que para mí había sido el mayor cambio de mi vida, seguía viendo constantemente a su familia y como si por tradición se tratara almorzaba siempre en su casa. Una y otra vez de manera incansable, como las agujas de un reloj, para fastidio de las hermanas y del conserje. Me duché rápidamente, no quería perder el tiempo pese a que las gotas que corrían por mi cabeza me refrescaban de tal forma que parecía que me estuviera bañando en el interior del río Leteo, olvidando las memorias de todos los días perdidos en el orfanato. Ágilmente me vestí y me calcé las grandes bambas rojizas que me habían regalado por mi cumpleaños, unas bambas que acepté efusivamente aunque con cierto reparo y que causaron un gran revuelo entre los niños del orfanato. Dentro de este me desenvolvía sin hacer demasiado escándalo, como había hecho hasta ahora, pero no permitía que me pisotearan como los años anteriores, comprendí que el martirio sufrido los años pasados no podían continuar.

-¡Vamos chicos, que es el último día de curso, hay que celebrarlo!- gritaba contenta una monja.

Lucía una sonrisa que hacía que las religiosas se extrañaran, aunque no era por sus intentos de celebrar el término del año lectivo, sino por pasar el verano en ese pequeño piso del barrio gótico. Como si fueran pasajeras alucinaciones, como un autómata realizaba las tareas que me ordenaban las profesoras: la fotografía de final de curso, que tan sólo era una fachada de lo que se cocía realmente en el lugar, coger un trozo del mediocre pastel del desayuno... Simples salvapantallas que debía superar hasta que llegara el mediodía y pudiera hacer la pequeña maleta con todo aquello indispensable.

-Saúl, me han contado que ya tienes una familia...Pero, si tanto te quieren... ¿Por qué no te adoptan?- me dijo uno de los tantos niños de mi alrededor.

Le miré con cierta indiferencia, pero sin dejar de lado mi felicidad, en estado latente, incandescente, a modo de flama que brotaba de mi interior, ese día no podía salir nada mal, estaba estipulado que todo saldría bien.

- No lo sé, tampoco te interesa- contesté.

El chico tampoco estaba por la labor de meter más cizaña, atolondrado y ya absorto haciendo payasadas con el resto de compañeros y a partir de ahí, los engranajes del tiempo aceleraron y a la una en punto ya tenía hecha mi mochila con los colores del Barcelona, una mochila enorme pero que contenía relativamente pocas cosas, las absolutamente necesarias. Ya preparado, salí de mi cuarto sin tan si quiera echar la vista atrás, corriendo hacia el despacho de la madre religiosa donde se encontraba mi abuelo haciendo los trámites para terminar de esclarecer pequeñas aclaraciones sobre el intervalo de tiempo en el que estaría fuera.

Casi riendo, de forma brusca entré en ese despacho, estaba el abuelo, sor María, la madre superiora y un fantasma del pasado. El alma se me cayó al suelo. Mi afán por irme con el abuelo y escapar del purgatorio que representaba para mí ese orfanato había colapsado. Poco a poco mis piernas empezaron a tiritar, enlazadas por un cable a unas maderas imaginarias cual títere, mi tez ruborizada pasó a un blanco enfermizo, casi del color del que pintaban las paredes de un manicomio; ella no, ese día no.

-Oh, hola Saúl- dijo apoyada en su mano derecha sor María, con cierta pesadez.

No podía razonar ninguna palabra. Pasmado ante tal inesperada situación y paralizado por el pánico que corría bravamente por mi torrente sanguíneo decidí dar un paso atrás, ella me miraba fijamente con las órbitas oculares enrojecidas, maquillada de una forma abrupta que dejaba divisar las secuelas que le dejaban esas venenosas sustancias. Temeroso miraba al abuelo; él lucía un rimbombante sombrero cubano blanco y aunque con cierto estupor por la repentina aparición de mi madre se mantenía seguro, apoyado en su metálico bastón de madera con un brillante y reluciente mango caoba.

V-Virus #TBNAwards18Where stories live. Discover now