Veintinueve.

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Pasó una semana, sólo me faltaban doscientas páginas. El libro tenía cuatrocientas ochenta páginas y yo ya estaba en la página doscientos ochenta.

Doscientas páginas más para dejarte ir.

Había estado leyendo las cuarenta páginas exactas por visita, no importaba que no acabe una oración, o que me deje un gran misterio, yo cumplía con lo que me propuse, con lo que le propuse a Val.

Mamá ya no se negaba a que vaya a leerle a Val, ella entendió muy bien el porqué de mis acciones.

Ya era miércoles, fui al cementerio como de costumbre. Compré una soda para refrescarme la garganta al leer, ya que leía en voz alta para Val.

Estábamos en la página trescientos veinte, ese día llegaría a la página trescientos sesenta.

Pensaba en detenerme, para alargar más esto, estaba muy aferrado a la situación, estaba demasiado aferrado a ella.

No puedes detener el progreso.

Pensaba cada vez que me detenía para respirar hondo, o tomar un sorbo de Coca Cola, Fanta, Sprite o lo que sea que estuviese tomando.

Ese día me había comprado una Coca Cola. Me senté como de costumbre, en el pasto, frente a la tumba de Val.

- Hola Val. No es lógico que te pregunte cómo has estado... - sonreí. - Pero yo... He estado pasable. Mejorando... Bueno, leamos.

Empecé a leer.

Mientras tomaba mi Coca Cola, escuché una voz muy familiar saludándome.

- Hola Sebastian. - me di la vuelta. Era Claudia. Estaba con un vestido apretado color salmón. El pelo agarrado en un moño y con zapatos planos. Me hacía mucho recuerdo a Val, sólo que ella era mucho más sofisticada.

- Hola Claudia.

- Me ganaste. - dijo apuntando las jazmines que le había traído a Val.

- No se trata de eso. - le dije cerrando el libro. - ¿Cuándo vuelves a tu ciudad?

- El sábado. - La miré bien a los ojos, tenía el maquillaje negro corrido. - Estaba en una fiesta de despedida, me encontré con unas amigas del colegio que vinieron a vivir aquí hace años.

- ¿Por qué lloraste?

- Porque me sentí vacía. Tengo todo, Sebastian. Un esposo que me ama, una casa, un buen trabajo, vivo en una buena ciudad. Una vida feliz lejos de lo que me atormentaba de niña. Pero... Sin Valeria aquí, en este mundo de mierda. Me siento incompleta.

Entendía el sentimiento de Claudia, yo sentía lo mismo. Me levanté y fui a abrazarla, esta vez no lloró como lo hacía antes. Me di cuenta de que algo nos unía. El amor y la falta que sentíamos por Valeria Carter.

- ¿Qué le lees? - me preguntó mientras se limpiaba el delineador corrido.

La Luz en Casa de los Demás. – Respondí tratando de que mi voz no reflejara lo triste que me sentía.

- Valeria me habló de ese libro. Por cartas. Ya sabes, nunca le respondía. - Se encogió de hombros. -¿Quién se lo habría prestado?

- Quien sabe. - le dije.

- Ella quería que se lo consiguiera, pero no podía hacerlo, y la verdad, no le di importancia al asunto.

- Entiendo. Yo no lo conseguí. Ella lo hizo. – Me sentía raro al decir eso, cualquiera pensaría que estaba loco, pero ella me miró con una expresión que según yo, decía Entiendo Sebastian, las famosas notas te llevaron al libro. Los dos sabíamos lo loca que estaba Valeria, pero al igual que los dos sabíamos eso, los dos la amábamos.

- ¿Lo leemos juntos? – frunció el ceño. - Es decir, los tres juntos. - le dije.

- Vale, tú, y yo. – lo pensó un segundo, seguramente lo estaba reflexionando, después de un segundo me miró, sonrió y asintió.

Mientras leíamos las cuarenta páginas diarias, juntos, me sentí completo otra vez. Quizás porque éramos dos personas partidas a la mitad por el mismo motivo, y juntos, cerca de lo que nos rompió, podíamos llenar el vacío del otro. En nuestro caso, estando con Val.

Al terminar me vio a los ojos.

- Sebastian, hay algo que no te he dicho.

- ¿Qué cosa? - pregunté preocupado. Pensé que era otra nota. En el fondo quería que lo fuera, pero me daba tanto miedo de que aún no haya acabado que  todo yo deseaba que no lo fuera. - ¿Encontraste una nota?

- No. - me alivié completamente. - Convoqué un juicio, con mi padre. Mañana tiene que venir a la ciudad para eso. Quería pedirte que fueras, ya sabes... Como testigo.

- ¿Quieres que hable de las notas?

- Sólo si tú quieres. Por supuesto que sería mucho mejor que las muestres como evidencia.

- Está bien. - Se levantó.

- Adiós Sebastian.

- Adiós Claudia.

Sentía un miedo profundo de conocer al repugnante hombre que le había hecho eso a Val, a su madre, y a Claudia. ¿Qué clase de padre destruye así su familia? Ese hombre estaba enfermo.

Yo sabía perfectamente que juntos, Claudia y yo, íbamos a hacer que ese hombre entre a la cárcel por el resto de su miserable vida.

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Holaa chicos y chicas :)

A los que les dije que faltaban como tres o cuatro capítulos, les aviso que estoy alargando un poquito más, como unos dos capítulos más porque había un tema que quería tocar :)

Espero que les guste el final.

Voten y comenten toodo lo que opinen. Me ayudan mucho  :')

Gracias!

- Alexia.

Notas a mi Muerte.Where stories live. Discover now