Veintidós.

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Llegué a casa destrozado. Aún tenía ese nudo en el estómago y en la garganta, por la imagen de Val colgada, por las notas de Val, el vértigo que me dio el escalar un árbol de más de cinco metros; la pérdida, el vacío que dejó esta chica.

A veces quisiera ser como otros chicos. Poder no darle importancia a los sentimientos, sé que es feo, pero esos chicos casi nunca salen lastimados, y eso era lo que quería en ese instante. Me puse idiota, todo estaba nublado, pero ya no por miedo o por susto, sino por rabia.

En el camino a casa había visto a un chico del colegio, de un grado menor al mío, él estaba en la calle con otro chico, supongo que con algún familiar, o amigo de alguna otra parte, ya que nunca lo había visto antes.

Él decía "Bueno ella no quiere nada conmigo, yo traté con ella, pero bueno, no importa, vendrá otra mejor." A lo que el otro chico le respondió. "A lo mejor tratas con Katherine, le gustas, y está mucho mejor que ella. ¿Viste su trasero?".

Ejemplo de hombre que no se enamora. Soy demasiado sensible. Ese instante, me enojé. Estaba cansado de sufrir, no entendía el porqué de las cosas, el porqué de lo que yo sentía.

Me boté en el sofá, puse mis pies de un golpe fuerte en la mesa. Estaba encima de un almohadón, y este me molestaba, hacía que curve la espalda, así que lo saqué. - Puto almohadón. - exclamé y, lo lancé hacia la pared, este choco con un cuadro, el cual casi se cae.

- Sebas, ¿Por qué esa actitud? - dijo mamá, acercándose al sofá.

- Es tu culpa. - dije mientras me acomodaba mejor en el sofá.

- ¿Qué cosa? - dijo preocupada.

- Necesito un padre, mamá. Me criaste demasiado sensible, y no lo puedo cambiar, ya no quiero sentir nada, quiero que me deje de importar todo, mamá. Necesito una figura masculina. Un padre.

- Seb...

- ¡No me llames así! - grité. - No tienes derecho. Sólo Valeria lo tenía, esa perra que me dejó así.

- ¡Sebastian! Un poco de respeto, ella está descansando en paz.

- ¡No! ¡Hasta muerta me tortura! De viva no quería corresponderme. -Solté una carcajada. - Nos acostamos, y se suicida.

- ¡Dios mío, Sebastian!

- Si tuviese papá, quizás no me hubiese importado ella, no hubiese sentido debilidad por verla sola, ni por su carita linda.

- No es mi culpa... - estalló en llanto.

La miré. Me levanté de golpe y fui a mi habitación.

- Buenas noches. - Solté, mientras ella se sentaba en el piso a llorar.

Mamá lloró toda la noche. Me sentí muy mal, fue el momento. Sentía mucha vergüenza por mi comportamiento como para ir a pedir disculpas a mamá.

Lamenté demasiado haberme comportado así, pero como dije, todo se nubló, en una espantosa forma.

A veces cuando sólo hay rabia, enojo e ira y, en algunos casos odio, no podemos parar de decir estupideces. En ese momento no nos importa dañar a las personas que más amamos, sólo lo hacemos. No podemos parar de decir estupideces hasta reaccionar.

Debilidad humana.

Después de haberme maldecido por haber dicho todo eso, me armé de valor para pedir disculpas a mamá. Tuve que hacerlo, fui a su cuarto.

- ¡Qué quieres! - gritó ni bien abrí la puerta de la habitación, la cual estaba a oscuras.

- Mamá... Lo siento...

Notas a mi Muerte.Where stories live. Discover now