Capítulo 14

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Han pasado cuatro días desde el asesinato de Clive. Sus padres lógicamente todavía no se recuperan de aquello.

Daniel se despertó escuchando a la señora Perkins todavía lamentándose por la pérdida de su único hijo varón. Se paró, se puso su camisa y sus tirantes y salió de la habitación, aunque no estaba seguro de si ir a desayunar fue a la mesa. Alli estaban el señor y la señora Perkins.

-¿Como se encuentran?

-No muy bien hijo. Tengo que decirte que, tu casa deberá esperar, discúlpame...

-No se preocupe, ya habrá tiempo para eso.

-Gracias Daniel. Eres un sol.-Le dijo sonriendo y con ojos vidriosos a la vez la señora Perkins.

-Siempre estaré apoyándolos.-Respondió tomando un respiro.-Desayunaré luego. Iré a ver como está mi esposa...

Daniel se dio vuelta lentamente y se dirigió a la habitación donde se encontraba su esposa. Tratando de ser delicado por la situación, le golpeó la puerta.

-Querida soy yo, ¿Puedo pasar?

-Si amor, adelante.-Tardó su esposa segundos en responder.

-¿Como te sientes?-Preguntó abriendo la puerta.

-La verdad es que ya estoy bien, ¿Y tu?, ¿Ya desayunaste?

-No, todavía no. Es que, primero quería saber como estabas.-Dijo metiéndose las manos en el bolsillo.

-Gracias, eres tan dulce. Me alegro tanto haberme casado contigo. No se que haría sin ti.-Le dijo sonriendo.

Él le sonrió y le estiró las manos para ayudarla a levantarse de la cama.

-Ven, vamos a desayunar. Yo prepararé el té.

-Si cariño. Es lo mejor, mi mamá no esta de ánimo para nada.

Fueron de la mano a la mesa y cuando se acomodaron, notaron que la señora Perkins se había puesto nerviosa.

-Lo siento. Es que, en esta mesa falta mi hijo.-Dijo empezando a llorar. Se levantó de su silla y se fue refregándose la cara.

-Yo iré con ella.-Dijo el señor Perkins yendo tras su mujer.

El joven miró a su esposa y segundos después prosiguió con la preparación del té.

-¿Hablaste con papá? Sobre la casa...

-Si. Quedamos en seguir con eso los próximos días.

-Excelente. Ya tengo ganas de que vivamos nosotros dos solos.


El té estaba listo, Daniel le sirvió a Keyla y luego se sirvió a si mismo. Se sentó y desayuno junto a su esposa.

-Debería ayudar a mamá en estos momentos. Luego de desayunar iré con ella, creo que me necesita.

-Es lo que debes hacer.-Dijo tomándole la mano.-Ahora yo iré a trabajar un momento. Mas tarde hablamos, ¿Si?

-Está bien mi amor. Ve tranquilo.

Se levantaron de la mesa y cada uno fue a hacer lo suyo.


Daniel fue al granero y recogió las semillas que debía plantar ese día en el terreno, pero al agarrar las semillas, se quedó ahí, parado. Él no podía engañarse, se dio cuenta de que necesitaba ver a Lauren. En ese instante se olvidó de todo, de su esposa, sus suegros y cualquier otra cosa.

Dejó las semillas dónde estaban y salió del granero. No pudo evitar sentirse culpable pero aun así se fue caminando a la casa de los Lawrence, era lo mejor ya que si iba en caballo se darían cuenta mas fácil de su llegada.



Cuando iba llegando, decidió acercarse por la parte del terreno en el que había árboles. Se acercó a una ventana y con cuidado se fijó si ella estaba ahí. Observó un poco más a esa ventana que claramente era del comedor, pero no se encontraba allí. Dio la vuelta hacia la otra ventana que era de su habitación y ahí estaba. Al notar que no había nadie mas con ella delicadamente golpeó la ventana.

Lauren miró asustada y la sorpresa no pudo haber sido mayor, era él, el joven en el que no dejaba de pensar, ese al que extrañaba tanto. No dudó un segundo y rápidamente salió de la casa.

-Daniel, ¿Qué hacen aquí?-Le dijo en voz baja.

-¿Está Simon?-Preguntó acercando su rostro.

-No, salió hace un rato.

-Ven conmigo.-Respondió tomándola de la mano.

Ella le sonrió y tomados de la mano se dirigieron lejos, corrieron hasta llegar a un lugar en el que puedan estar tranquilos, y solos...

-¡Al fin!, ¡Tu y yo! Juntos...-Dijo Daniel abrazándola por detrás.

-Si, sin que nadie nos estorbe.-Respondió besándolo.

-Eres tan hermosa.-La halagó acariciándole el rostro. Lo mejor es que eres solo para mí.

Ella lo besó nuevamente, tomándolo de la cara y él abrazándola a la altura de la espalda.

De lejos, arriba del caballo y pasando desapercibido por ellos, Simon los observaba.








El mestizoWhere stories live. Discover now