Capítulo 3

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 Llegaba la tarde a la Patagonia. El señor Perkins y Daniel Iban camino a ver a Gareth mientras Perkins, le explicaba bien a Daniel lo que debían hacer. Se notaba que el nuevo trabajador no tenia experiencia en ningún tipo de trabajo. Pero el señor Perkins tenía como objetivo que su trabajador sea un hombre de bien ya que creía que así es debía actuar un hombre cristiano. Era de los únicos, a diferencia de la mayoría de las familias de la colonia, que eran del protestaismo.

-¡Al fin! Creí que no vendrías.

-Bueno ya vez que aquí estoy. Veo que los demás llegaron antes.-Respondió el señor Perkins mirando a los hombres detrás de Gareth.

-Oye, ¿Quién es él?-Respondió Gareth mirando sorpresivamemte al acompañante del señor Perkins.

-Él es Daniel, es mi nuevo trabajador. Él me ayudará con los cultivos y animales de mi granero.

-Si entiendo, había olvidado que buscabas un ayudante.

 Gareth y los demás miraban a aquél sujeto de rasgos diferentes. Claro que alguno que otro no se sentía a gusto con su presencia. 

 Entre todos comenzaron a construir la primera parte del muro que cubriría la casa de Gareth. La idea era hacer gran parte hoy y terminarla en dos días. A los hombres si que les gustaba trabajar, no les agradaba en lo mas mínimo estar sin hacer nada.

 Las cosas iban bien para Daniel, estaba aprendiendo y al estar en compañía de más gente empezaba a tomar mas confianza con las personas de la colonia. Aunque mientras trabajaba no podía evitar pensar en lo ocurrido antes de llegar aquí, ya que él debió escapar de su pueblo, pero en sí, trataba de concentrarse.


 Mientras tanto, lejos de Daniel, Lauren con su hermana y su madre disfrutaban de una buena taza de té en la casa de la señora Lawrence.

-Entonces, ¿los rumores son ciertos?-Preguntó la señora Perkins.

-Al parecer sí, ya que mi esposo fue testigo. Vio al ejército atentando contra los tehuelches. Realmente es un hecho, quieren blanquear este país.-Respondió la señora Davies.

-Es algo aberrante...-Dijo indignada la señora Perkins tomando un trago del té.

-Lo es. Aunque las cosas están a favor del gobierno...él señor Hignett volvió de Buenos Aires la semana pasada y dijo que allá cada vez emigran mas europeos. No somos los únicos de ahí en este país chicas...

-Ahora vuelvo.-interrumpió Lauren.-Voy a lavarme las manos.

-Si cariño ve.-Dijo la dueña de casa.


 Lauren iba camino al baño e inesperadamente se cruzó con Simon. Él si que estaba interesado en ella y al verla se quedó sin reacción. 

-Señor Simon.

-Señorita Lauren.

-Que inesperado encontrármelo así...

-Si lo mismo digo.-Respondió el joven seguido de un silencio incómodo.

-Bueno yo...

-Si señorita, no quería interrumpir a lo que usted iba, discúlpeme.

-Nos veremos después supongo.-Dijo Lauren.

-Si así sera, hasta luego.-Respondió con una sonrisa el muchacho.

-Hasta luego señor Simon.-Dijo de la misma manera ella.


 Hacía bastante frío en la Patagonia y eso ya era motivo para volver a casa. Claro que el resfriarse era algo preocupante, era mejor evitar a lamentarse luego.

-Bueno señoras, a esta hora aumenta el viento...nos veremos en otra ocasión.-Dijo la madre de Lauren.

-Si creo que yo también. Gracias por invitarnos Rhian.-Dijo la señora Davies.

-¿Nos vamos mamá?-Preguntó Lauren llegando del baño.

-Si hija, se ve que esta refrescando afuera.


 La señora Lawrence las acompañó hasta la puerta avisándoles que sería bueno reunirse de nuevo pronto. Despidiéndose, la madre y sus hijas subieron a sus caballos y partieron a su casa.


 En la casa, ya estaban el señor Perkins y Daniel descansando, luego del trabajo hecho en la propiedad del señor Gareth. Por la ventana veían que llegaban la señora Perkins y sus hijas.

-Querida, ¿Que tal la reunión con tus amigas?

-Bien amor, luego te contaré cosas. Iré a recostarme un poco.

-Si cariño ve, luego hablamos.-Dijo su esposo levantándose y yendo al baño.



 Entonces, los que quedaron ahí fueron Lauren, su hermana y Daniel...

-Señorita, ¿Vamos?-Preguntó Daniel mirándola fijamente.

-Claro que si, no lo he olvidado.-Respondió Lauren sonriéndole.

-¿A donde van?-Preguntó confundida Keyna.

-Ya regresamos, diles a mamá y papá que ya volvemos, no te preocupes.


 Ambos fueron al granero, Lauren tomó los dos caballos y partieron hacía cerca de las montañas, lejos de todo...donde se podía estar tranquilo.

-Bueno primero Daniel, acaricia el caballo haber que tal.

-Está bien.-Dijo Daniel haciéndole caso a Lauren.

-Al parecer no tiene problema contigo, ya estas listo para subir, has como yo.-Le dijo Lauren subiendo al caballo.

-Haber... Listo ¡Estoy montando!-Respondió Daniel gritando a las montañas.

-¿Vez? No era complicado. Vamos hacia allá.-Dijo ella mientras se alejaban más de la colonia.

 Además de que ya se trataban con confianza, Daniel estaba contento de subirse al caballo y andar como si ya lo hubiese hecho alguna vez. Más que nada, lo lindo era el estar a solas con la jovencita rubia ya que ella se le hacia completamente agradable.

-Lauren...-Dijo Daniel mirándola a los ojos y con actitud tímida.

-¿Si, Daniel?-Respondió ella sonriendo ariscamente.

-Eres una persona muy dulce. Es maravilloso estar contigo ahora.

 Lauren se quedó paralizada. Nunca un varón se había dirigido así a ella. También era tímida así que se avergonzaba con facilidad.

-Tu, eres un hombre con la misma característica, además eres un caballero.-Dijo Lauren bajando y acercándose a Daniel que también se había bajado del caballo, poniendo sus rostros tan cerca y ella llevando su mano a la cara de él.-Llevas mucho misterio encima Daniel, hablame de ti.

-Me avergonzaría que supieras Lauren. No quiero sentirme ridículo contigo.-Respondió él tomando su mano.

-No te averguenzes de nada, puedes contarme todo.-Se acercó más, tomando con sus dos manos la de él.

-Verás...

-¡Lauren! Ahí están.-Gritó Keyna desde su caballo a lo lejos acercándose.-Los estuve buscando, papá me mandó.

-Keyna...-Reaccionó Lauren sorprendida por la aparición de su hermana.

-Sí, mamá ya esta cocinando, en cualquier momento vamos a comer.

-Bueno vamos. Luego seguiremos hablando Daniel, ¿Si?

-Claro, así será... Ya habrá tiempo para nosotros.-Dijo él mientras se sonreían, yéndose a la casa montando cada uno su caballo.




El mestizoWhere stories live. Discover now