I. El inicio de una nueva semana

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Entro a mi oficina y pretendo prepararme para la reunión.

La verdad es que solo quiero darme un respiro.  Cuando mi padre aún era el encargado de toda la operación, tenía reuniones semanales de staff que eran divertidas y entretenidas.   Antes de que se retirara yo era gerente de infraestructura.   Yo estaba encargado del mantenimiento de las casas y mansiones en las que viven los De la Cruz y toda la gente que trabaja para ellos.   Yo era el administrador, por así decirlo, de toda la calle Abastos.  Venía a estas reuniones y me divertía.  Era una ocasión amena.

Mi trabajo de ese entonces puede sonar sencillo, pero no lo era.   De hecho, era bastante complicado.  Implicaba solucionar todo tipo de problemas.  De solo recordar mi antiguo puesto me estreso.  No me gustaba ese trabajo.

Mi trabajo actual tampoco me gusta, pero es mejor.  No es que ser el CEO de Grupo De la Cruz sea mucho mejor.  Si pudiera renunciaría y me iría a alguna playa y pondría un bar.  Abriría tarde y atendería a todos con una sonrisa y me quedaría hasta el amanecer conversando con los clientes.  A los últimos ni siquiera les cobraría.   Y al día siguiente me levantaría tarde. Sin importar el día.  Lo haría los lunes, los martes y los domingos.  Y el resto de la semana también.

Pero no puedo.   Yo sé demasiado.  Los De la Cruz jamás me dejarían irme.   Me necesitan vigilado.  Me necesitan bajo su sombra, de tal manera que se puedan asegurar de que nunca abra la boca.  De que nunca le cuente a nadie que los dueños de uno de los mayores grupos económicos de este país no son humanos.  Son criaturas de la noche que necesitan succionar sangre de personas vivas.

Que tienen habilidades sobrehumanas.  Que son capaces de las atrocidades más horroríficas.

Aún tengo pesadillas con algunas de las porquerías que he visto.  Es interesante cómo después de tantos años aún no me acostumbro.  Cuando era gerente de infraestructura tenía que encargarme de que se limpiaran algunos de los accidentes que tenían estos monstruos en la noche.   Cuando uno de ellos perdía el control y no solamente chupaba la sangre, sino que además se devoraba a un humano.

Era realmente asqueroso y repugnante.   Era algo que no se lo podemos dejar a cualquiera.   Por eso ese puesto era mío.   Un miembro de la familia Martin.   Tercera generación al servicio de los De la Cruz, ni más ni menos.  Yo era el que estaba aprobado para ver uno de sus más terribles secretos.

A los que trabajan para los De la Cruz les decimos que no tienen nada que temer.   Que mientras mantengamos el influjo de sangre fresco y corriendo, los no muertos tendrán su dotación diaria y no tendrán la necesidad de salir a cazar.  Pero eso es la mitad de la verdad.

La otra mitad es que estas aberraciones de la naturaleza de vez en cuando sienten la necesidad de ponerse en contacto con su lado animal.   Que necesitan salir a cazar.   Y muchas veces no requieren salir del barrio.  No van más allá de la calle Abastos.

Ésa es una de las razones por las que odio la reunión semanal de staff.   No sé cómo lo hacía mi padre y yo lo hago con mucho esfuerzo.  Finjo que todo está bien y que las cosas están bajo control.   No lo están.  No lo están para nada.

"Buenos días", dice Dante Kozlov al entrar a mi oficina sin tocar.   Dante y yo tenemos confianza.  Hemos crecido juntos.   Su familia también tiene una larga tradición de servir a los De la Cruz.  En buena medida él es mi soporte.  Si no fuera por él no podría estar una hora hablándole a las cabezas de las distintas áreas del grupo fingiendo que están seguros.

"¿Todo bien esta tarde?", le pregunto.  Lo hago por mera rutina.   No tengo verdadero interés en los hábitos y costumbres del área de sistemas, del cuál Dante es gerente.

Mientras que yo estudié administración en la universidad, con postgrado en el extranjero y unos cuantos años de práctica en un banco, Dante estudió ingeniería de sistemas.   No es realmente brillante, pero es cumplidor.  Es confiable.  Podemos estar tranquilos en que él y su gente mantendrán al Grupo De la Cruz funcionando y a la punta de la tecnología que necesitamos.

"Normal.   Igual que siempre. Nada nuevo", responde y se sienta en la mesa que tengo a un lado de mi oficina.

Mi oficina es amplia y lujosa.  Yo no necesito todo ese despliegue, pero es como lo dejó mi padre.  Él me insistió en que parte del trabajo es transmitir confianza, transmitir continuidad. Por eso no la he cambiado.   Y él tenía esta mesa de reuniones dentro de su espaciosa oficina. Aquí es donde me reúno con el staff todos los lunes.  En esta misma mesa, sin salir de mi oficina.

A mí no me gusta. En cierta medida me obliga a estar aquí encerrado.

Como sea, poco a poco van llegando los demás.  Ésta es una reunión solamente para los gerentes de las distintas áreas del Grupo De la Cruz.  Ni siquiera se les permite traer a un asistente o a una secretaria o a alguien más.  Es más, si no pueden venir por alguna razón, tampoco tienen permiso para mandar a alguien en su lugar.  Así no funcionan las cosas en esta empresa.

Aquí tenemos muchos secretos y protocolos para protegerlos.   Uno de estos es que a la reunión de staff de los lunes vienes solo.  Punto.  Ni siquiera le permitimos a Isabela entrar.

"Buenos días, gracias por venir. Comencemos por lo de siempre", digo cuando noto que ya están los ocho gerentes que deberían de estar presentes. "A menos que haya algo urgente que requiera nuestra atención de inmediato"

"De hecho, hay algo que creo que deberíamos abordar", interviene Murphy Warren, gerenta de riesgo y seguridad.  A ella la conozco menos, pero sé que nunca habla de más.  Si considera importante compartir algo con nosotros, es porque debe tratarse de algo grande.

"¿Qué sucede, Murphy?", le pregunto.

"Tenemos informantes en Migraciones", comienza y luego se para. "Ellos nos avisan cuando alguien de interés ingresa al país.  Ayer en un vuelo nocturno nos notificaron que había ingresado Laura"

Se refiere, por supuesto, a Laura Franken.

Los demás gerentes comienzan a murmurar entre ellos.  Ésta es una noticia que los pone en alerta de inmediato.   La llegada de Laura al país no debe ser tomada a la ligera.  Todos lo sabemos perfectamente.

"¿Sabemos para qué ha venido?", pregunta Dante.

"Hemos accedido a la red de mercenarios", responde Murphy.  Luego se dirige directamente a mí. "Parece que Laura ha aceptado una asignación.  Viene a matarte, Erwin"

Los vampiros de la calle AbastosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora