Capítulo 31.

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Pasaron semanas desde lo ocurrido. Raquel faltaba frecuentemente a clases y ni siquiera Charlotte sabía porqué. Sabía que le estaban dando clases por tutoría en su casa, pero no sabía quién y cuánto le estaba pagando por aquello. Intentaba comunicarse con ella, pero nunca estaba; fue a su casa, pero tampoco había ningún rastro de su mejor amiga y notó que la casa estaba en venta.

Su preocupación crecía conforme pasaban los días. Christian siempre la consolaba, diciéndole que no se preocupara y que de segura Raquel se había dado otra de sus típicas fugas y que volvería muy pronto. No obstante, Charlotte siempre respondía, entre lágrimas, que sus fugas no duraban tanto tiempo y siempre tenían contacto, además de que el hecho de que ella recibiera clases por tutoría y que nunca estuviese en su casa aumentaba su preocupación hasta superar el límite. Él, al verse sin argumentos ni opciones, sólo abrazaba a su novia hasta que se calmara y dejara de llorar o, en su defecto, sencillamente se quedara dormida entre sus brazos ante lo cual recurría a llevarla a su casa para que descansara un rato de todo lo que Raquel le estaba haciendo pasar.

Christian no podía decir que no estaba de la misma forma que su novia, pues la desaparición de Raquel era algo inexplicable que había traído consecuencias en todos los aspectos; se preguntaba qué estaba haciendo tanto aquella morena problemática, apodo que le había asignado después de notar todos los problemas que le causó la chica al irse sin decir nada.

Quiso probar llamando al teléfono de Raquel por un momento. Una esperanza creció en él cuando el aparato no sonaba ocupado, pues en su lugar sonaba el tono de Raquel. Alguien contestó la llamada, y la voz pertenecía a la chica que tenía semanas desaparecida.

– ¿Aló, buenas tardes? ¿Con quién desea hablar?

–Buenas tardes, ¿Se encuentra Raquel?

– ¿Con quién tengo el gusto?

Christian estaba a punto de echarse a reír.

–Con un empresario súper rico que quiere hacerle una propuesta.

Raquel sabía que se trataba de una broma pues nadie hablaba de esa manera en el mundo de los negocios. Simplemente ofrecían su propuesta y ya, no daban información innecesaria sobre sí mismos a menos que hubiese confianza.

–Adelante. Dígame su propuesta.

–Hay una chica que llora casi todos los días porque no sabe nada de usted, señorita. Mi propuesta es la siguiente: ¿Podría volver a su vida normal?

Hubo silencio en la línea por un momento y él pensó que ella había colgado hasta que escuchó su respiración entrecortada y sus sollozos.

–Dile a Charlotte que lo lamento, Chris. Tuve que desaparecer un tiempo para arreglar mis papeles e irme definitivamente del país. Lamento que haya tenido que pasar por eso, mi tutor terminará con mis clases para la semana que viene y he estado ocupada con algunos trabajos, además de que salgo muy seguido para comprar cosas.

Se escuchó un suspiro.

– ¿Puedes, al menos, reunirte hoy con ella? De verdad que está muy deprimida.

– ¡Sí, por supuesto! Tengo la agenda libre. ¿A qué hora, más u menos?

–Ya.

–Perfecto. Me vestiré, nos vemos en el café que está cerca de mi casa en media hora.

Dicho esto, colgó sin despedirse.

Christian se dio cuenta de que no tenía mucho tiempo para avisarle a Charlotte y que además esa chica tardaba demasiado para arreglarse, por lo que la llamó por teléfono mientras caminaba a paso rápido hacia su casa.

Un Pronto Adiós. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora