Capítulo 3.

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Al día siguiente en la misma clase, el profesor decidió dar los resultados de todos los trabajos corregidos. Sólo tres personas habían sacado las notas requeridas para ser eximidas del examen próximo: Charlotte con 18 puntos, Christian con 19 y Raquel con 20.

–¿Cómo es eso posible? –Chilló Charlotte, enfurecida–. ¿Seguro que no es un error?

El profesor levantó la cara con una mueca de fastidio.

–Oh, disculpe señorita Charlotte. –Dijo –. Quizá usted quiera presentar el examen y cambiar su nota.

Charlotte se puso muy colorada... ¡¿Cómo se atreve a hablarle así a una persona como ella?!

–No señor, estoy bien así. –Replicó entre dientes.

–De acuerdo. –El profesor volvió la mirada a todos los papeles que tenía en el escritorio.

Raquel suspiró.

–Charlotte, ya te lo dije; no siempre tienes que ser la mejor. Tu nota es muy buena, sacaste un 18.

–Para ti es fácil decirlo. –Contestó Charlotte –. Tú fuiste la que superó a Christian, no yo. Yo quería el 20, no entiendo porqué tú lo sacaste.

–Soy buena redactando –Explicó Raquel, y añadió –. Ya deja de querer humillar a Christian. Él no te humilló, pero tú lo haces a ti misma al hacer todo lo que estás haciendo en su contra. Nunca volverás a ser la mejor a menos que cambies esa forma de pensar.

–Lo dices porque estás acostumbrada a estar en un bajo nivel y sólo ahora me superas.

Raquel se quedó callada un momento. Charlotte notó como su mejor amiga se ponía muy colorada de la rabia que tenía. Se dio cuenta incluso de que ella respiraba lentamente en un intento por calmarse.

–Mira Charlotte, ¿Sabes qué? Búscate a otra persona que sea tan ambiciosa como tú. Que quiera ver a los demás caer para escalar en ellos. Yo ya me cansé de tu actitud y del como me tratas muchas veces. Me harté.

Dicho esto, Raquel se cambió de asiento y se fue al otro lado del salón, lejos de Charlotte. En unos minutos, Charlotte ya tenía a otro compañero de asiento.

Christian había observado todo lo que pasó entre las chicas, pero no podía hacer nada para impedirlo. ¿Por qué tenía él que bajar su promedio para complacer a alguien que no se comportaba de acuerdo a su edad? No tenía nada de sentido. Iba a seguir por su camino; no tenía porqué desviarse.

Charlotte miró a Christian con el ceño fruncido. «Todo es culpa de él, por entrometerse en mi vida antes perfecta...», pensó. Él sintió la mirada venenosa de ella, pero intentó ignorarla.

Al salir de esa clase, Raquel se acercó a Christian.

–Charlotte está insoportable desde que la superaste en el cuadro de honor. –Dijo. Parecía más una queja que un comentario. 

–Lo sé. Escuché la discusión entre ustedes dos. Espero que sus problemas se resuelvan pronto; no es justo para ti ni para ella.

Ella suspiró.

–No es justo para nadie. Quiero que ella vuelva a ser mi amiga, no sé qué mosca le picó en el momento que tú le ganaste.

Christian se alzó de hombros.

–La mosca de la envidia, puede ser.

Raquel se le quedó viendo un rato con los ojos entrecerrados. Pensaba que no era posible que Charlotte no tomara a Christian como una oportunidad, una persona en la qué apoyarse para surgir, en vez de tomarlo como un enemigo y alguien a quien hundir en lo más profundo del abismo sólo para asegurarse a sí misma una oportunidad. Ella no entendía a su mejor amiga, y sin embargo, algo muy dentro de sí la hacía arrepentirse de haberla dejado atrás. Charlotte no conseguiría otra amiga así de fácil.

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