Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien hacía ingreso en la biblioteca. Era Daiana Hernandez la que aparecía frente a ella. 

—Bárbara, cariño, estás aquí. Me tenías preocupada. 

—¿Qué haces aquí Daiana? 

—No me contestabas las llamadas. Cuando llamé temprano a la naviera, Florencia me dijo que no estabas, que habías salido ¿Dónde te has metido todo el día? 

—En el hospital. 

—¿En el hospital? Cariño, ¿estás bien? ¿Te pasó? algo. Ya sé, fue Mateo, ¿le pasó algo a Mateo? 

—No, Mateo y yo estamos perfectamente. 

—Entonces, no entiendo ¿Qué hacías en el hospital? 

—Llevé a Micaela.  

Daiana sintió cómo la rabia le estallaba en la cabeza al escuchar el nombre de Micaela. 

—¿Y por qué hiciste eso? 

—Bueno Daiana, no creo que a ti te importe por qué yo llevé a Micaela al hospital. Ahora ya me viste ,así es que te puedes ir por donde viniste. 

—Bárbara, aclárame una cosa, ¿a ti te gusta la secretaria verdad? 

Ella solo la miró, no dijo nada, pero ese silencio hizo que Daiana supiera que Micaela era la mujer que ocupaba los pensamientos de Bárbara.  

—¿Es ella verdad? Bárbara y, ¿qué hay de nosotras? 

—Daiana, tú siempre has sabido que entre nosotras no hay nada. 

—¿Cómo que no hay nada Bárbara? 

—Lo que nosotras tenemos no es una relación. Nos juntamos y tenemos sexo porque las dos queremos, solo eso. Yo nunca te he prometido nada Daiana. 

—Pero yo creí que... 

—Creíste mal. Lo que ocurrió entre nosotras fue producto de mi tristeza, tú siempre has sabido que no te quiero. Nunca te di esperanzas de nada.

Ahora Daiana sí que sentía que en cualquier momento estallaría presa de la ira que estaba saliendo de su cuerpo. Ella siempre había sabido que Bárbara no sentía nada por ella, pero Bárbara tampoco había sentido nada por ninguna otra mujer. Ahora todo era distinto, Bárbara estaba teniendo sentimientos por su secretaria y eso era peligroso para los planes que ella había trazado años atrás. 

Más que nunca estaba convencida, debía encargarse de la situación y cuanto antes fuera, mejor.  

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Micaela volvió a su departamento al día siguiente. Permaneció en cama por unos días, pero ya al cuarto día estaba aburrida en el encierro. El sábado estaba con Karen y Javier frente a la Xbox tratando de jugar, ya que no era tan buena como sus amigos.

De pronto los tres escucharon el timbre, eran ya las cinco de la tarde, Karen se levantó para ver quién era. Micaela y Javier siguieron jugando, reían y él se mofaba de lo mala que era Micaela en el juego.

—Tenemos visitas —dijo Karen que volvía a la sala con una gran sonrisa plantada en la cara. 

Micaela y Javier giraron la cabeza al mismo tiempo y se encontraron con Mateo y Bárbara que hacían ingreso en la sala. Bárbara miró a Micaela y luego al tipo que estaba sentado a su lado, sintió que una oleada de celos se hacía cargo de ella. Reconoció al tipo, era el mismo con el que había visto a Micaela en el gimnasio. Le entraron unas enormes ganas de golpearlo ahí mismo.  

-La Ogro-(Barbica G!p)-Where stories live. Discover now