Capítulo 21

1K 62 5
                                    


Micaela despertó con todo su cuerpo dolorido. Esa era la consecuencia de no haber ido al gimnasio frecuentemente. El maestro la había regañado y la había hecho trabajar el doble en la clase. 

Ahora estaba molida, pero el dolor se concentraba más en sus hombros y su nuca. Se duchó, tratando de que el agua caliente le relajara los músculos y se tomó un analgésico. Se vistió y se fue a su trabajo.  

El día empezó tranquilo, solo había llegado Florencia al piso diez, y según la agenda de su jefa, ella llegaría después de almuerzo. 

Estuvo todo el día ocupada, haciendo informes, preparando carpetas y archivando papeles. 

Bajó a la cafetería a almorzar, pero comenzó a sentirse mal. Le dolía la garganta, era obvio que se había pegado un resfriado y este la estaba atacando con todo. Pidió una ensalada, pero no se quedó.

Bárbara volvía a su oficina y se encontró con Micaela sentada en su escritorio. Ella se levantó para saludarla. 

—Buenas tardes señora Martínez. 

—Buenas tardes Micaela, venga a mi oficina por favor. 

Ella entró a su oficina y Micaela la siguió. Bárbara la miraba sin decir nada, vio que los ojos de ella brillaban, lo que hizo que el deseo, que Bárbara pretendía mantener muy oculto, aflorara de inmediato.  

—Micaela, pida una cita con la señorita Villagra para mañana. Necesito que le lleve unos papeles para ver si por fin se digna a hacer una buena propuesta. 

—Bien señora—dijo ella tratando de no mirarla directamente los ojos. 

—También necesito que pida en adquisiciones el informe trimestral, y que haga copias para la reunión del viernes. 

—Claro, ¿necesita algo más? 

—No, eso es todo.  

Micaela giró para comenzar a salir cuando escuchó que Bárbara le decía: 

—La verdad, si tengo algo que decirte. 

Micaela se giró y se encontró con que ella ya estaba a su lado. 

—¿Es algo de trabajo?—dijo ella tratando de controlar el temblor que le provocaba la cercanía de esa mujer. 

—No, no lo creo. La verdad es que yo quisiera... 

—Si no es de trabajo no estoy obligada a escucharlo señora. 

—Micaela déjame hablar por favor...  

—¿Y qué me vas a decir? Que sientes lo de la otra noche, que todo fue un error. Ya la escuché, no malgastes más palabras. Ahora con tu permiso voy a volver a mi escritorio para continuar con mi trabajo. 

Ella intentó girar para salir de esa oficina, pero Bárbara la detuvo tomándola de un brazo. 

—Micaela, escucha, solo quiero disculparme por lo que dije... 

—No te molestes, no te voy a disculpar. Ahora suéltame. 

—No quise decir eso. No sé ni qué me pasó esa noche, Micaela...

—Pero lo dijiste. No puedes ir por la vida diciendo cosas y después pedir disculpas. El daño ya está hecho. Si me hubieras ignorado al día siguiente no me hubiera importado, no me hubiera sentido tan herida como cuando me dijiste que, algo que los dos queríamos que pasara, fue un error. 

—Lo siento Micaela, lo siento. Yo no supe cómo reaccionar. Hace tanto tiempo que no me sentía así, ¿me puedes entender?  

—¡No, no puedo o mejor dicho no quiero entenderte! ¡No me importan tus disculpas, métetelas por donde te quepan! ¡Yo fui un error para ti... pues ahora te vas a tener que aguantar ver a tu error caminar por este piso todos los días! 

-La Ogro-(Barbica G!p)-Where stories live. Discover now