27. La esencia del juramento

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Todo se vuelve negro a mi alrededor y mis oídos dejan de funcionar

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Todo se vuelve negro a mi alrededor y mis oídos dejan de funcionar. Pierdo la vista por unos momentos, apenas siento como el aire se me escapa de los pulmones, aparece un nudo en el estómago y en la garganta.

Las manos de Lucía me devuelven al presente, y el sonido de su voz parece hacerme despertar.

"Kan..."

"Vel ... an"

—¡Velkan!

Sus ojos azules son lo primero que diviso como una luz a la lejanía y luego vuelvo a la realidad. Al Clan triste, mi madre devastada y a mi padre que ya no respira. Busco levantarme, mis piernas están debilitadas lo que se me hace difícil en un principio, pero lo logro.

— ¡Es tu culpa!

La voz de Fausto gritando me hace girar y veo su rostro desfigurado de rabia y con sus ojos rojos de tanto llorar.

— Fausto— habla Rue preocupada—¡No ahora, no es el momento!

Mi cuñada se ve preocupada. Su rostro cansado y con pena aparece ante mi mientras trata de tomar del brazo a su marido.

Fausto no la escucha, se suelta de su brazo y va hacia mi dirección.

—¡Mira lo que has logrado Velkan! ¡Nos lo quitaste! ¡Mi papá se fue por tu culpa!

— ¡No digas eso! — escucho a mi madre mientras los gritos de Fausto retumban en mis oídos.

— ¡Lo es mamá! — exclama Fausto con la voz cortada mientras veo a Rue acercarse— ¡Todo ha sido su culpa! Si no hubiera ido a buscar a esa mujer esto no hubiera pasado.

¡No metas a Lucía en esto!

—¡Si no hubiera sido tan ciego no habríamos ido a buscarlo al pueblo en medio de la Luna Roja y mi padre nunca hubiera sido envenenado!

¡Cállate, por favor!

No soy capaz de hablar en este momento. Cada frase hace que me duela el pecho, me duela la cabeza y pierda el equilibrio. Soy el culpable de todo esto. No, no puede ser cierto.

¡Cállate, cállate!

—¡Qué la Luna sea mi testigo! — estalla Fausto señalándome— Lo culpo a él, solo a él.

— ¡Basta!

Mi voz retumba por todos lados hasta casi herirme la garganta. Un impulso hace que me lance sobre él empujándolo al piso, Fausto cae al suelo conmigo encima y busca que le quite mis manos de sus hombros. Fausto descarga su rabia en mi mejilla con sus nudillos y yo hago lo mismo, generando una batalla en la tierra.

— ¡Ya!¡Alto! — mi madre grita histérica, pero ninguno de los dos hacemos caso hasta que sentimos muchas manos que nos levantan y nos separan, los gemelos toman al iracundo de mi hermano, mientras yo siento los brazos gruesos y endurecidos de Joel que buscan contenerme.

El Cortejo de VelkanWhere stories live. Discover now