8. De Venenos y Traiciones

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Los pétalos de sangre de Lucía en sus ropas me dan cuenta que su ciclo Lunar sigue en curso, es triste pensar que no logramos gestar un pequeño. Cuando les menciono esto a mis hermanos le restan importancia.

—Lilly era muy cuidadosa con sus ciclos desde antes de que la cortejemos. ¿Verdad Wulfgang? Recuerdo que luego de aceptar tener hijos fue difícil de todas formas hacer que dejara de sangrar por más que oliera a celo.

Mi hermano asiente a su gemelo.

— Debía hacerlo— comentó Wulfgang — Su trabajo demandaba cuidarse mucho.

— Estoy al tanto— respondo— Entiendo que su trabajo era entregar placer. No podía cortar su ciclo.

Realmente comprendía el punto de mis hermanos mayores, pero no podía comparar a mi esposa con mi cuñada. Lilly debía atender hombres y entregarles placer como forma de vida ¡no podía quedar embarazada cada vez que trabajaba! Pero Lucía no vivía de eso y tampoco tenía una razón como la tenía Lilly en su día a día para cuidarse ...

...Claro, salvo por aquella persona.

No me gusta recordar eso, pero es inevitable hacer memoria de Christian, aquella persona que hacia sonrojar a mi caperucita y me hacia practicar la paciencia y tragarme la ira que quería salir ante mí cada vez que presenciaba esos ojos cafés y cabello castaño corto con un flequillo lacio cayendo por su frente.

Christian era muy cercano a Lucía, tanto que tal vez era la persona, además de Gabriel e Isabel, con que tenía mayor soltura y hablaba sin problemas haciendo que sus ojos brillaran como el lucero en el cielo. Era obvio que mi mujer tenía una atracción hacia él y era correspondida. Pero se muy bien que nunca hubo mayor acercamiento que un beso en los labios. Algo que de todas formas me generaba una rabia que debía controlar.

Vuelvo a la realidad al masticar un pedazo de carne seca, estábamos terminando nuestro descanso de la jornada. Debíamos volver a nuestras labores.

Seguimos la pista de un pudú, un ciervo pequeño pero perfecta presa para el día. Siendo un animal pequeño, es rápido y escurridizo. Joel me ha mandado a los árboles nuevamente para tratar de alcanzarlo desde otra posición.

Me muevo lo más rápido que puedo y que el sonido de las pisadas y el aroma de la presa me ayude a orientarme.

Estoy a punto de alcanzarlo cuando oigo el chillido del animal. Distingo en seguida un lobo de pelaje negro lo ha atacado en el cuello y lo zamarrea hasta desangrarlo.

— ¡Oye, esa presa es mía! — grito furioso.

El lobo de pelaje negro nos observa con sus pupilas blancas y lentamente empieza a cambiar de forma.

Un cuerpo blanco y delgado, con líneas rojas de heridas en su espalda y brazos, aparecen frente a mi. Tenía un rostro con nariz aguileña y mirada fría por el casi inexistente color de sus pupilas. Su cabello, corto y negro por los lados, y patillas negras que rematan su fina y esquelética facciones lo hacen ver como una persona arisca y que asustaba, pero al verlo que mantiene sus colmillos presionados a la garganta inmóvil del animal lo hacen ver una persona tenebrosa.

El Cortejo de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora