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—¡Si no sabes ni como seguir un rastro, ¿Cómo es posible que seas mi hijo?!

Adolf King nunca fue un buen padre, era, en palabras de Jamie: el perfecto modelo del militar atrofiado por una batalla sin sentido. Nunca sonreía o daba muestras de afecto, su ceño estaba siempre fruncido y en su boca siempre estaba dibujada una mueca de desagrado. Jamie nunca había recibido una felicitación de su parte y un abrazo era algo que veía tan posible como que Hitler desde la tumba organizara un contraataque contra los aliados.

Desde chico, su padre le había enseñado a cazar y a rastrear. Para esas ocasiones, Adolf desempolvaba su traje militar y parecía ponérselo siguiendo un riguroso ritual. Cuando caminaban, abriéndose paso entre los matorrales y arbustos, el veterano de Vietnam parecía estar siempre alerta, el sudor perlado le caía grueso, desde la frente hasta el cuello. Sus manos parecían apretar el Sauer S3 hasta el punto de doblar la madera, su respiración era agitada y pesada. Jamie sabía muy bien la razón por la que su padre se encontraba tan tenso. En las noches, él siempre despertaba gritando y pataleando, maldecía a los "amarillos" y juraba por Dios que los mataría a todos. Después, en el funeral de su padre, se enteró que había sido capturado por vietnamitas, quienes lo torturaron en repetidas ocasiones. Mientras lo recordaba, Jamie no pudo evitar sonreír ante lo patético de ese asunto, a más de cinco mil kilómetros de distancia, su recio padre se cagaba de miedo pensando que los "amarillos" viajarían tanto solo para tenderle otra emboscada.

Lo que había vivido en su infancia lo había motivado a ser un mejor padre, pero el tener un niño autista era algo demasiado difícil, más si no estaba la mayor parte del tiempo con él. Aun así, siguiendo los consejos de la doctora Draxler, pudo convertirse en la persona de confianza de Frank. Algo que a Alana le había afectado en demasía... Su esposa últimamente se había comportado de un modo impertinente, llorando y quejándose por todo, además de su férrea negativa a que su hijo asistiera a la escuela.

—¿Vamos bien? —Preguntó Doug, sacando de sus pensamientos a Jamie, quien se había quedado parado.

—Sí, lo siento.

Siguieron el rastro de la motocicleta. Jamie sabía que el conductor no pudo haber avanzado mucho, ya que más adelante, el camino estaba lleno de ciénagas. El trio de hombres no necesitaron avanzar mucho para dar con lo que estaban buscando, sin embargo, eso no los dejó tranquilos. Por el contrario, los puso más alertas y tensos. De un momento a otro, King había adoptado el semblante que otrora su padre adquiría en ese mismo bosque. El policía tragó saliva, la cual le supo caliente y amarga. Los pelos de su espalda se erizaron tal como los de un gato y aunque los dos mayores no decían palabra, el chico que los acompañaba fue quien acertado, expresó lo que ambos sentían y lo que hizo que se miraran de forma rápida y nerviosa, como sabiendo, con solo el poder de la mirada, que algo andaba muy mal.

—¡Ese es un monstruo! ¿Cómo pueden dejar tirada una belleza así? —Exclamó el nieto de Doug extasiado. Delante de ellos, recargada sobre el suelo lleno de hojas secas y junto al tronco de un pino al cual el musgo lo atacaba como un acné juvenil, una YMS 250 reposaba sobre su pata lateral. El color de la motocicleta era originalmente un tono blanco, pero el guardabarros y gran parte del chasis estaban llenos de hierba y lodo. Las llaves estaban puestas, una pata de conejo oscilaba junto con otras llaves de distintos tamaños. Jamie examinó el contenedor debajo del asiento de conductor. En él no había nada revelador, solo basura. Quien era dueño de tal vehículo, llevo consigo los datos de su identidad, el policía estaba completamente seguro que no había visto una motocicleta así en el pueblo, las placas parecían demostrar ello, ya que estas indicaban que el registro se había hecho en Lousiana. Eso era muy al sur del país.

Tan Profundo como el VacíoWhere stories live. Discover now