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Rogville era un pueblo de apenas novecientos habitantes, casi todos se conocían y el índice de crímenes era muy bajo. Aun así, no todo era perfecto, ocasionalmente llegaban algunos vagabundos que causaban allanamientos y pequeños robos. En la cantina de Willy de forma periódica había altercados cuando las copas comenzaban a hacer su efecto, algunos jóvenes de Flaxville iban a menudo con el fin de poner pintas y los más alocados de Rogville, encabezados por el joven Johnson regresaban las gamberradas ahora en el palacio de justicia o en la biblioteca de Flaxville. Como capitán (o como le gustaba pensar de sí mismo: Marshall) Jamie había solicitado al Sheriff Bacon que colocara estricta vigilancia en los edificios representativos de los dos pueblos.

—¿Por qué no se coordina con la policía de Flaxville y ustedes hacen esa vigilancia? —

Había cuestionado Bacon.

—Bueno, hemos solicitado desde hace un par de años que nos otorguen al menos dos pares de patrullas extras y nos den un aumento, esas eran las propuestas que usted nos dijo que cumpliría si lo apoyábamos en su gestión.

Richard Bacon lo miró por detrás de las gafas con un escrutinio de ave de rapiña. Jamie no apartó la mirada, sabía que ese tipo se creía una especie de forajido del sur de Texas. Casi todos los idiotas que eran elegidos como Sheriff se creían ese tipo de mierda y, para su infortunio, el responsable de la seguridad en el condado de Daniels parecía tener poca memoria.

—Si usted estuviera en mi lugar, sabría que no es fácil. Somos de los condados más pequeños del estado, el presupuesto que nos dan es una mierda. —Aseveró.

—Solo le pido ocho patrullas de las que están descontinuadas, esos Topaz y Taurus de mediados de los noventa nos serían muy útiles.

—Creí que eran solo dos pares. —Parecía que Bacon había escuchado suficiente, bajaba del palacio de justicia de Helena para tomar el auto que lo esperaba. Jamie lo había ido a alcanzar hasta la capital con el fin de que fuera escuchado. No estaba teniendo éxito alguno.

—Un par para Rogville y otro para Flaxville. ¡Ambos pueblos siguen siendo del condado, Sheriff, le pido que no haga oídos sordos!

Otros asistentes al evento anual de independencia de Helena, Montana, lo voltearon a ver en cuanto alzó la voz. Bacon lo observaba con una mirada dura en su cara enjuta. La gente por supuesto, no sabía el motivo de la discusión, pero parecían prestar mucha atención. Richard se le acercó con la misma pose de cowboy y le susurró:

—No me importan dos pueblos de campesinos y leñadores, usted haga lo que tenga que hacer y no me moleste más.

Habían pasado ya tres semanas de ese evento y Jamie seguía con el sabor de la bilis en la boca. No obstante, tanto él como los delegados sabían que ese velo que cubría ambas localidades, pronto sería retirado. Si los doce políticos lograban limar asperezas y trabajaban juntos, las localidades hermanas podrían ser una sola, y si bien no tendrían la misma población de Scobey, si serían más grandes en territorio. Las industrias madereras voltearían a ver a cierta nueva ciudad con mano de obra más barata que las grandes urbes madereras y pronto comenzarían una expansión. Pero claro, eso solo sería posible si Lu Richardson y Dylan Jenkyns no volvían a discutir sobre que hermano Langdon debía dar nombre al Palacio Municipal.

Según la historia local, ambos pueblos fueron edificados por dos hermanos rivales. Los de Flaxville decían que Lucas Langdon había tomado la iniciativa de honrar la memoria de su padre, por lo que castigó con el exilio a su hermano, Matheus Langdon, culpándolo de haber asesinado al padre de ambos. La versión de esos dudosos hechos cambiaban de un lugar a otro, pero siempre se abría un debate encarecido por esto y por otras rivalidades más, entre las que destacaba el clásico de futbol americano.

La noche en la que el extraño hizo su aparición en un punto medio de los dos pueblos, el capitán Jamie King estaba en su oficina, pensando en la solución al problema de las pintas y el presupuesto. Bob Yates, el único oficial negro en los dos pueblos, lo observaba desde lejos. En su jefe había una mirada extraña, llena de preocupación. En la radio los Red Sox se debatían un duelo a muerte con los Dodgers. En los comerciales, un presentador indicó que la zona de Daniels, Valley, Roosevelt y Sheridan tendrían una noche calurosa y un cielo estrellado, con posibilidad de ver a la enorme luna que ya iluminaba el paisaje nocturno.

Nadie sospechaba que aquel hombre en la radio podía equivocarse.

Tan Profundo como el VacíoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang