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  La noche de la boda de mi hermana fue la máquina del tiempo que amenazaba todas las noches por aparecer.

No solo lo había visto ignorarme, lo había visto volver a elegir a otra antes de mí.

Lo único que recuerdo fue que tiré todo lo de aquella noche en el tacho de basura de mi antigua habitación. Vestido, maquillaje, lágrimas, sueños y recuerdos...

Lo sé, debí haberme esperado todo aquello pero quien está preparado para volver a encontrarte con alguien que amabas con la que te separaste en un solo día.

Nadie, ni yo.

Volver a romper mi corazón era la única paliza que necesitaba para comprender del todo los hechos que habían pasado ya hace mucho tiempo. Necesitaba aquella prueba de vida que creía que había perdido.

Solo empaqué y me fui a vivir a una cabaña que tenían mis abuelos en el bosque. Fue difícil vivir solo con algunos ahorros, una bicicleta y un poco de ropa, ya que había tomado solo ropa de andar por casa y un deseo de alejarme de todo.

Por suerte mamá comprendió todo aquello y me dejó quedarme allí por todas las vacaciones hasta que volviera a la universidad.

Los primeros días me encontraba tan tranquila; montaba a caballo casi todos los días, alimentaba a las gallinas que dejaban huevos frescos para todas la mañanas, leía una y otra vez los viejos libros de la estantería de mi abuelo y escuchaba a Elvis de en vez en cuando. 

No les mentiré; había noches que lloré cada palabra hasta quedarme dormida para volver a levantarme y hacer como si nada.

Tuve miedo de perderme a mí misma y por eso me alejé, me había convertido en dependiente y eso era lo que mas me asustaba. Quería volver a ser la Kendall de antes, a la que le gustaba pasear sola por las plazas del centro y que solo pensaba en diversión.



Las amigas en ese entonces se alejaron de mí como cuando yo me alejaba del baño cuando me mandaban a lavar la ropa. Se alejaron porque sabían que yo estaba mal y que sería grosera con ellas cuando se acercasen, pero no tuvieron en cuenta que yo era cuando más necesitaba amor y compañía.

Mamá se quedó varias noches pero volvió porque debía ayudar a mi padre en el taller.

No me importaba mucho comer en ese entonces y perdí más de 10 kilos en un período de dos meses, así que, básicamente, estaba perdida en cuerpo y alma.

Las noches se habían vuelto mis amigas y prácticamente no dormía; solo leía y me distraía de la terrible realidad que creía estar viviendo.

Estaba sola, me sentía angustiada pero en breves momentos feliz. Cantaba a todo pulmón y me reía sola de mí misma.

Mamá me observaba en el supermercado en la ciudad y solo se limitaba a sonreírme y ponerme chocolates en mi canasto de la bicicleta. Ella sabía que necesitaba mi tiempo, necesitaba mi espacio y entendió que con ella en casa, me pasaría en cama esperando.

Mi hermana se paseaba algunos fines de semana por la ciudad diciendo que no podía dejar su pueblo de un día para el otro y de en vez en cuando me llevaba libros y algunos dibujos de sus nuevos estudiantes a los cuales les hablaba de mí a pesar de sus cortas edades.

No recuerdo muy bien en qué pensé para decidir que ya era tiempo de volver a casa y no de privarme de mi familia siendo que era cuando más la necesita ya que quedaban pocos días para volver a la universidad. Tomé mi maleta y cargué más libros que ropa y volví a casa con la esperanza de volver a ser la misma de antes y volver a querer.

Por suerte allí las cosas estaban mejorando pero también vi que mis padres estaban muy preocupados por mí,  que estaba siendo muy egoísta con ellos al no percatarme que necesitaban verme bien. 

Papá me preguntaba todo el tiempo como estaba y me ofreció que podía ayudarlo por el resto del verano como su asistente para atender los pagos. Sé que me quería ver ocupada y con la cabeza distraída, pero sin embargo acepté. 

Allí aprendí que no era muy fácil tener un negocio así como así pero papá me ayudó muchísimo y juntos pasamos el verano; haciendo miles de arreglos de autos, comprando artículos, verificando las cuentas y conociéndonos más, que eso era lo que necesitaba.

   Will  se la pasaba visitándome todas las tardes haciendo que perdiera las cuentas y que soltara miles de carcajadas en todo momento. Fue mi único amigo en todo aquello y por momentos sentía aquellas malditas mariposas a las que yo ya daba por muertas.

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