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Volví a casa en un corazón partido, nadando en un mar de errores cometidos.

Quería pensar que al volver a vernos, no sé, reaccionarías diferente. Pero comprendí que yo era la única que había pensado en lo que quedaba entre los dos y en lo que fuimos en aquel entonces.

Lloré, pero no porque ya no eramos nada, lloré porque yo ya no era nada. 

Sentí mil veces que aún me pertenecías pero estaba tan equivocada. Quizás estaba exagerando porque aún estaban las heridas abiertas, pero yo no dejaba que cicatricen.

Mamá me acompañó en silencio por horas en las que me desahogué en un abrazo eterno. Ella debió sentirte en mi pecho, porque también lloró conmigo.

Las veces que pensé en todo, sentí la necesidad de gritar, pero las fuerzas se me habían ido ya hace tiempo; era hora de soltar.

He pecado igual que tú, pero ahora soy la única que lleva la cruz hace días, meses y me temo que años.


Looking for youWhere stories live. Discover now