Capítulo 3 - París

246 5 1
                                    

Ese domingo Francois quiso que pasáramos la mañana  corriendo, jugando, aunque los domingos  eran los mejores días para trabajar. La gente salía de las Iglesias con la conciencia recién pulida y dispuesta a la generosidad. Especialmente los padres que paseaban con sus hijas se sentían obligados a servir de ejemplo y les daban a ellas las monedas para que las oyeran tintinear cuando caían en la gorra. Fue la única vez que le oí reír de verdad, con todo. Las cosas le parecían más bellas aquella mañana: los pájaros cantaban mejor, los árboles estaban más verdes y la gente tenía mejor color. Aunque tal vez alguno de esos padres no supiera cómo entretener a su niña aquel día. Pero a Francois no se le ocurrió nada de eso.

- ¿No te das Cuenta? Hoy es un buen día.

- ¿Un buen día?

- Sí, sólo eso: un buen día.

- Sí, tal vez.

- Ven, quiero que conozcas a alguien.

            Era la primera vez que hablaba de otra persona. Sí que tenía amigos,  yo había conocido a algunos, pero había sido como por casualidad, mirando gente, o en el supermercado. Francois había hecho todo lo posible por tenerme para él solo y a mí no me importaba.  Me gustaba pensar que siempre sería así. Le quería tanto que me parecía indecoroso. Si me lo hubieran preguntado habría contestado que no, que lo que yo tenía con Francois era otra cosa, que éramos amigos; los mejores amigos y nada más. Y nada menos. Habría contestado que estar enamorada de Francoise sería peor que pecar, que nosotros dos estábamos mucho más allá del amor y, mucho menos, del deseo. Sin embargo me acostaba por las noches y retomaba antes de dormirme las pocas veces que me había tocado. Las atesoraba después de haberlas analizado y de haber decidido que el contacto había sido un fin en sí mismo, que de otra forma resultaban totalmente innecesarias.

                  Marguerite nos recibió en su casa, sonriendo y calibrando la mirada de Francois. Me hechizó con su forma de moverse, de hablar, de mirarme entre encantadora y repulsiva de deseo. Creo que lo sentí más que saberlo. Sentí la lascivia y el amor que vivían allí, o que habían muerto. La habitación se llenaba de su presencia y de la mía y Francois casi desapareció en aquel maremagnum de miradas veladas y gestos  que le excluían. Fui presentada como sobrina y recibida con ansiedad. Una vez pronunciado mi nombre todo lo que había en la casa pasó a pertenecerme, a serme ofrecido por Marguerite con la mayor ceremonia. Francoise no se había movido, no había traspasado el último umbral y yo acusaba aquella no presencia suya. Le miraba y le sentía desvanecerse mientras Marguerite me envolvía con el duende de su voz y la delicadeza de sus gestos. Hasta que se decidió a romper el hechizo y volvió a sonreírnos a los dos. No intentó parecer cortés o excusarse; sólo nos dijo que nos marchásemos, que todavía no era tiempo. Él me cogió de la mano y me sacó de allí para salvarme. Cuando llegamos a la calle me soltó y siguió andando. Yo me paré. De repente estaba completamente sola en una ciudad extraña a la que siempre había amado. Estaba sola hasta el terror, tan asustada que grité. Le grité a Francois y le grité al mundo entero. Sólo mi pobre mimo se acercó. Corriendo. Para abrazarme. Para que no me sintiera  tan miserable como él sabía que me sentía. Cerré los ojos y los apreté hasta que me dolieron y sólo veía puntitos rojos. Francois con su sabor a mar argentino no fue suficiente para mantenerme en pie y me hice una herida en la rodilla. Allí entre lluvia de otoño recién estrenado, rodeada de la tristeza de mi único amigo y sola. Como un fantasma, fuera de cualquier cosa que no fuera la habitación de la que acababa de salir. La calle parecía moverse debajo de mí. Él me acariciaba el pelo y me protegía del viento. Yo sangraba intentando no llorar. Es en otoño cuando resulta  inevitable enamorarse de cada jirón  del  cielo de esta ciudad tan absurdamente hermosa. Y nosotros éramos sólo un borrón gris arrebujados en la acera: Un error.

Lugares equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora