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Había sido una de esas noches en las que inconscientemente se arreglaba de más, procuraba que su cabello se viera bien y que la ropa le favoreciera. Había estado escuchando la radio antes de su llegada, había encontrado una estación donde pasaban jazz, y si bien prefería otro género de música decidió dejarlo porque por alguna razón aquellas melodías lo relajaban muchísimo.

Con su llegada, Miles lo saludó en la mejilla, tan cerca de la comisura de los labios que Alex se sonrojó un poco, tan poco como para que el mayor no lo notara. Había traído dos botellas de vino, y traía una camisa que hacía juego con el contenido de aquella bebida. Alex hubiera deseado poder decirle lo bien que se le veía, pero se tuvo que conformar con mirarlo disimuladamente mientras él estaba distraído.

Ahora la música ya no era parte del ambiente. Mimi dormía en el sillón, junto a la lampara de pie que era la única que iluminaba el living de su departamento. Miles le estaba contando mientras terminaban la primera botella de vino cómo había renunciado a la editorial que tantos problemas le había traído, y Alex solamente escuchaba atentamente. Estaban felices a pesar de todo. Tranquilos. En paz. Como quién consigue aquello que tanto anhelaba.

—Felix era una buena persona, pero sus celos me enfermaban —contestó cuando el menor le preguntó sobre ello—. La verdad es que nunca lo amé adecuadamente, el único amor que podía darle era uno muy esporádico, y eso no era suficiente para él.

—Si me dejas decirte algo, eres bastante frío y calculador cuando no estás enamorado.

—Quizás lo sea, pero no puedes estar con una persona que está convencida de que estás viendo a alguien más cuando no es así. Y no bastaba cuántas veces se lo aclarara, él jamás comprendía que era incapaz de hacer algo así.

—Supongo que estará bien.

Se quedaron en silencio un instante, observando a la nada misma y pensando en muchas cosas a la vez.

—Hay algo que quiero preguntarte —dijo el más alto.

—Dime.

—Aquella vez que fuiste a Los Ángeles, ¿por qué no fuiste a buscarme?

—No quería interponerme, cuando supe que estabas con alguien más entendí que todo había acabado —explicó y luego empinó su copa, bebiendo hasta el final—. Además, he sido yo quién tuvo que detener las cosas, estaba tan mal conmigo mismo que no podía siquiera verte, no te merecía.

Miles apretó sus labios, y agachó la mirada, apenado. —Lamento no haberme dado cuenta de lo mal que te sentías, de haber sabido las cosas que sentías quizás todo hubiera sido distinto.

—No tenías por qué darte cuenta, yo tendría que haberte dicho las cosas frontalmente, pero no era capaz... —Alex pateó levemente al fotógrafo por debajo de la mesa y sonrió. —Estoy bien ahora.

Miles sonrió también, porque la persona que más quería en el mundo ya no estaba sumido en una depresión, y porque eso que había dicho parecía tener un mensaje oculto. Abrieron la segunda botella de vino y tras acabarse la mitad, se situaron en el sofá del cual la pobre felina tuvo que moverse para irse a su propia cama que yacía en un rincón del salón. Se habían sentado uno en cada extremo, manteniendo una distancia que parecía ser la adecuada, con sus cuerpos ligeramente de lado para poder verse sin ningún problema al hablar.

El periodista estaba tan tranquilo, y el vino parecía relajarlo muchísimo. No estaba ebrio, sencillamente estaba muy relajado. Dejó la copa en la mesa baja y se tumbó en el sofá, reposando su cabeza sobre el regazo del mayor. Aquello que parecía tan tonto pareció el contacto más íntimo que podrían compartir dadas las circunstancias de ambos. Alex pareció no notar aquello hasta que enfocó su vista en los ojos de Miles, quién lo miraba con aprecio.

balcony › milexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora