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Alex.

Su cámara llegó a sus manos minutos después, cuando la escena ya no era en el comedor, sino en la habitación. Alex se encontraba sentado en el centro de la cama con las mejillas rojas y los labios húmedos, el cabello desordenado de una bonita manera, y los ojos brillando.

—Quédate justo en dónde estás y mírame —Alex obedeció y el mayor tomó una fotografía. Se veía inocente aún en su suéter color miel que le quedaba grande, se veía adorable—. Siento tener que decirte que mi exposición de fotografías comenzará en dos horas y debería irme ahora mismo.

—¿Exposición? —preguntó Alex levantándose de la cama para situarse a su lado.

—Imagino que estarás ahí, porque estás  invitado —murmuró cerca de su rostro—. Debo ir a revelar unas últimas fotografías. Te enviaré la dirección por mensaje.

Y minutos después, Alex estaba de regreso en su casa, con su gata y la ropa de su vecino. Lo primero que hizo fue alimentar a su mascota y luego solamente se quedó sentado en el sofá, con sus manos entre sus muslos, sintiéndose aún curioso por lo que pudo haber llegado a decir la noche anterior. Le dolía la cabeza de tan sólo pensarlo, de pensar que pudo haber dicho que tenía pequeños sentimientos hacia él creciendo dentro suyo.

Miles.

Tenía una gran cantidad de fotografías que él mismo había tomado en sus manos, no eran de tamaño tradicional, sino de un tamaño similar al de una lámina. Era la segunda exposición que tenía en su vida como fotógrafo independientemente de la editorial de moda femenina, y esta, a comparación con la primera, era muchísimo más importante y grande. Exponía sus más grandes fotografías. Desde sus comienzos hasta su actualidad. Había decidido organizar la sección que le habían otorgado del museo de una manera particular, había diferentes habitaciones y cada una representaba algo en especial. Aunque todo había quedado de maravilla, estaba nervioso. Era su primera exposición que permanecería una semana en el museo, a la vista de todos.

—Has hecho un buen trabajo —dijo Vic, palmeando su espalda para darle ánimos.

—Gracias por haberme ayudado tanto, no sé de qué manera agradecértelo.

—Es un placer verte crecer, Miles. Tienes un gran potencial —dijo sonriendo de una manera casi maternal. —Debo ir a arreglarme un poco para esta noche, espero que esta sea una gran experiencia para ti.

—Gracias, Vic.

La mujer le dio un gran abrazo y se fue de allí acompañada del sonido de sus zapatos haciendo eco en las habitaciones casi vacías. Si bien ella era su jefa, era una buena amiga, claro que no tenían el tipo de amistad de pasar tiempo juntos, pero cuando estaban en la oficina solían hablar durante horas y horas. Vic no sabía muchísimo sobre Miles, pero si sabía mucho sobre su vida profesional como fotógrafo. Y por esa razón lo había ayudado a montar todo aquello y ella se había encargado de resolver el asunto del museo y el sitio en sí.

Se acomodó su traje, y suspiró agotadamente. Estaba feliz, y eso estaba claro, pero estaba tan nervioso que apenas podía pensar. Su madre estaría ahí, y sus amigos también. Gente desconocida, aficionados de la fotografía. Posiblemente debía presentarse y hablar un poco sobre él... Pero tal vez no tuviera mucho para decir.
Algunos de los ayudantes del museo vinieron para anunciarle que en solo veinte minutos abrirían las puertas del museo, aunque sólo faltaban quince más para hacer la presentación formal de su trabajo. No supo cómo, pero el tiempo pasó rápidamente y en un abrir y cerrar de ojos la gente comenzaba a llegar al salón principal de su presentación. Allí sólo habían algunas fotografías, mayormente de sitios que había visitado durante sus épocas de viajes sin presupuesto y sin rumbo. Su madre ya estaba ahí, sonriendo con orgullo cerca de la tarima dónde se suponía que debía dar un pequeño discurso.

balcony › milexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora