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Miles.

Él no pudo creerlo al principio. Pero lo hizo cuando notó lo rojo que se encontraba el rostro del menor, que mantenía la vista agachada por la vergüenza, y las manos inquietas por el nerviosismo del momento. No supo que decir, ni qué hacer, había sido algo que no esperaba, y la incertidumbre generada por el mayor carcomía a Alex, el cual levantó el rostro con un poco de miedo y vergüenza. Sus ojos estaban brillosos, su labio inferior atrapado entre sus dientes y sus mejillas y nariz enrojecidas de timidez.

—Lo siento, en verdad lo siento —murmuró rápidamente, al creer que había causado molestia en el castaño—. Es que realmente no quiero seguir con este tonto juego. No puedo comprender por qué tan repentinamente estás tratándome bien, hasta con cariño diría yo, y temo que estés jugando conmigo.

Miles negó con una sonrisa llena de dulzura. —No debes pedir disculpas, Al.

Alex asintió aún con las lágrimas a punto de escaparse de sus ojos. —Esto va a afectarme si continuamos jugando —murmuró con un nudo en la garganta—. Prometí no involucrarme con alguien que no supiera valorarme, Jamie me hizo mucho daño, me hizo sentir como una basura durante años, me engañó, me mintió, y me reemplazó por alguien más. Y no quiero que algo así vuelva a pasarme.

—Lo comprendo.

Alex sintió las lágrimas caer finalmente y Miles no hizo más que dejar su taza en la mesita baja y su plato con pastel.

—Lo siento, soy demasiado sensible —dijo con un sollozo, cubriendo su rostro con sus manos. Pero luego sintió que Miles se sentaba incluso más cerca suyo y envolvía su cuerpo con sus brazos.

—Alex, no quiero herirte, esas no son mis intenciones.

Alex limpió sus lágrimas y se esforzó por dejar de llorar, lo miró con una sonrisa rota y asintió. Se miraron a los ojos durante un largo intervalo, los ojos tristes del moreno y los suaves y dulces de Miles. Las pequeñas lágrimas en sus ojos se comenzaban a disipar. Miles acarició su rostro, empezando por sus enrojecidas mejillas húmedas, trazó sus labios rosados y resecos, y se inclinó para besarlo. Con gentileza, sutil como quién no desea lastimar.

Alex.

Cerró los ojos en cuanto el mayor se inclinó, y jadeó cuando sus labios calientes se unieron con los suyos. Abrió sus boca sintiéndose extasiado, como siempre que Miles lo besaba con suavidad, y el mayor lo acercó aún más a su cuerpo, con necesidad de sentirlo. Entendió que la cercanía no era suficiente y sin romper el beso se sentó sobre su regazo, con cada una de sus piernas a los lados el mayor, ahora sintiéndose cómodo para enredar sus brazos detrás del cuello del hombre que le gustaba. Fue él quién decidió tomar la iniciativa, deslizó sus manos debajo de la camisa de vestir tocando a su gusto la suave piel del mayor, temiendo que quizá fuera la última vez que se encontraran en esa situación. Alejándose para poder respirar, las manos temblorosas del moreno se dedicaron a desabrochar cada botón de su camisa blanca con cuidado de no estropearlos, mientras luchaba interiormente con su cabeza que le decía que no estaba bien que continuase así si él no lo correspondía, Alex de verdad quería hacerlo, sólo en caso de que fuera la última vez. Luego, en caso de que Miles siguiera con intenciones de jugar con él, se alejaría.
Le quitó el saco de una sola vez y seguidamente desajustó su corbata para tener acceso a los últimos botones que quedaban alrededor de su cuello. Miles lo ayudó a terminar de quitar la corbata y se quitó la camisa para tirarla hacia algún sitio.

—¿Deberíamos dejar enfriar el té? —dijo el castaño con una sonrisa ladina.

Alex asintió y escondió su rostro en la curva de su cuello, allí donde la piel era sensible y desprendía aquel aroma tan varonil que caracterizaba al mayor. Se tomó el lujo de besarlo allí sonoramente, a veces enterrando sus dientes, logrando algunos graves y fuertes quejidos por parte del mayor que sin aviso previo había comenzado a mover su mano lentamente sobre el pantalón del menor, el cual mordía más fuerte conforme las caricias se incrementaban.

—Mierda, Alex —se quejó al recibir un gran mordisco justo en su nuez.

El anteriormente nombrado sintió repentinamente la mano de Miles adentro de sus pantalones, sus fríos anillos le erizaban la piel, y con el primer apretón se desligó de su labor para echar la cabeza hacia atrás, con los labios entreabiertos, las mejillas enrojecidas y unos jadeos que se escabullían de su boca. El mayor lo ayudó a acomodarse con la espalda en el sofá, y se quedó por encima, apartando toda aquella ropa del pequeño y delgado cuerpo del veinteañero, dejándolo una vez más desnudo, completamente ruborizado y a su merced. Mientras seguía tocándolo besó su clavícula, y continuó más abajo, hasta llegar a sus erizados pezones, donde decidió besar y succionar, observando como el menor comenzaba a retorcerse debajo suyo, apretando los ojos con fuerza.

—Mi-Miles, deten... ¡Oh! —gimió Alex, mientras intentaba apartar a su vecino de su torso. Si seguía así no aguantaría mucho más.

Sin embargo, Miles se detuvo. Lo besó mientras intentaba recuperar el aliento, y segundos después se encontró quitándose los pantalones y los calzoncillos de una sola vez.

—Alex —murmuró mientras llevaba dos de sus dedos a los rosados e hinchados labios del más pequeño, aquellos fueron bien recibidos. Alex chupó todo lo que fue necesario mientras ambos se miraban a los ojos con deseo—. Eres demasiado bello para ser real.

Alex sintió como su corazón latía incluso más fuerte de lo que era posible para la situación en la que se encontraban. Le gustaba cuando le hacía cumplidos, porque nunca fue una persona con mucho autoestima y aquellos detalles lo hacían sentir un poco más agraciado.
Miles se colocó entre sus piernas y entró en él con lentitud, esperando que el menor se acostumbra a la sensación para comenzar a moverse. Alex se aferró a su espalda, y el resto fue historia.

Se quedaron dormidos allí mismo tapados con la manta que Alex solía usar para ver películas en el sofá. Los brazos de Miles alrededor del cuerpo del menor, y Alex sintiéndose tan envuelto en Miles Kane, incapaz de alejarse para poder estar así durante eternidades.

El timbre sonó, arrancándole la ilusión de estar ahí con los brazos de Miles Kane rodeando su cuerpo. Se levantó evitando despertarlo, y se colocó los calzoncillos rápidamente. La calefacción seguía prendida desde la noche anterior y el frío no se notaba tanto. Caminó hacia la puerta y la abrió sin antes fijarse por la mirilla de quién se trataba.

—Buenos días, hijo.

n/a lol

pd, vayan a leer mi blog (?)

balcony › milexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora