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Luego de ese encuentro, podría decirse que se habían distanciado de una manera evidente. Por algún motivo, Alex seguía algo enojado por la manera en la que decidió aclararle las cosas entre las cuatro paredes del ascensor, y Miles, aunque intentó arduamente buscar oportunidades para acercarse al menor, no podía conseguir verlo más de un minuto ya que el menor se escabullía rápidamente y desaparecía.

Alex había retomado sus estudios adecuadamente, volvía a estudiar los fines de semana para la Universidad y trabajaba todos los días, su vida estaba remontándose lentamente. Jamie no había vuelto a molestarlo, y él se sentía mucho más alegrado por esa razón. Sin embargo, no podía negar que muchas noches solía quedarse en el balcón, sentado en el suelo, mirando las estrellas y pensando en él, o en qué podría haber sido de ellos, o qué tendría aquella persona con la que salía ahora que él no tuviera. En las noches se sentía miserable, se sentía inferior a cualquiera, se sentía mal...

—¿Estás evitándome? —preguntó Miles, apareciendo casi casualmente en el balcón contiguo. Con un cigarrillo entre sus labios y su cámara analógica en su mano derecha.

—No lo estoy haciendo, Miles. Estoy ocupado, es todo.

—No te veo en semanas, ¿no has tenido tiempo siquiera de tocar el timbre y pedirme...? No lo sé, una taza de leche, ¿quizá? —Miles usaba un tono de reproche que le causaba verdadera gracia.

—Ahora resulta que los adultos —dijo e hizo énfasis en la última palabra— sufren demasiado por un amor que jamás existió.

—Oh, dios... ¿De verdad crees que esto es una demostración de afecto? —dijo riéndose y sacándole una foto a Alex mientras estaba desprevenido.

—¿Quieres dejar de hacer eso? —comentó con molestia.

Miles alejó la vista del objetivo y sonrió. —Podría dejar de hacerlo, pero... ¿Qué gano a cambio? —preguntó sugestivamente.

—No —recalcó antes de que cualquier idea se cruzara por su cabeza y se levantó del lugar para regresar al interior de su departamento.

No habían pasado ni dos minutos que el timbre comenzó a sonar insistentemente, y era obvio de quién se trataba, pero no fue hasta el cabo de cinco minutos que se cansó del ensordecedor sonido del timbre que abrió la puerta con ira, dispuesto a decirle que se marche y que no volviera a atreverse a tocar. Aunque Miles fue más rápido que él en todo sentido, y en cuanto el menor abrió la puerta, él ya había logrado entrar exitosamente y acorralarlo contra la pared lateral.

—Te odio —murmuró Alex frunciendo el ceño antes de que el mayor acortara la distancia para besarlo.

Yacían en la cama del menor mirando hacia el techo, Miles estaba pensando en que quizás podría sobrevivir de ese modo si Alex permanecía viviendo en la casa contigua, y Alex sólo podía pensar en que odiaba ser tan débil bajo sus encantos.

—No puedo creer que tengas un póster del Joker—comentó Miles.

—Es el mejor villano de la historia —contestó sin siquiera debatirlo.

—No sé si es infantil o simplemente aterrador.

—¿Por qué sería infantil?

—Los superhéroes son cosas de adolescentes, Alex.

—¿Puedes dormir tranquilo sin saber que no me has molestado en horas con mi infantilismo? —le dijo con ironía.

Miles sólo rodó los ojos y se levantó de la cama para marcharse. —Intenta dejar de ignorarme, niño.

Alex no podía creer que le estuviera haciendo ese maldito planteo de nuevo. Era sencillamente estúpido, si él no pretendía estar con un niño como él, ¿por qué tanta insistencia?

—Vete a la mierda —murmuró entre dientes.

—¿Huh?

—Vete de aquí, Miles. Ni siquiera pienses en volver a...

Miles alzó una ceja con una media sonrisa en el rostro. —Juro que no puedo tomarte en serio cuando eres tan quejoso.

—Vete. Ahora mismo.

Y como si no hubiera sido suficiente el enojo que le estaba haciendo pasar, el mayor se inclinó hacia él y depositó un beso en sus inocentes labios. Alex reprochó y se ocultó entre las sábanas, deseando jamás haber cumplido años, jamás haber tenido un regalo de cumpleaños que venía con un vecino molesto y atractivo incluido. Alex solamente desaba no conocer a Miles Kane. Jamás haberse topado con él. Ni haber tenido una gata tan inquieta y escurrediza...
Oyó sus pasos y segundos después la puerta principal cerrarse, e inevitablemente un nudo se formó en su garganta. Se sentó en la cama y observó su habitación. El póster del Joker en una de las paredes, sus cómics y sus videojuegos expuestos en una pequeña pero alta repisa... Tal vez Miles tuviera razón, y eso era exactamente lo que lo ponía mal, ya no era un niño, ni un adolescente, era un adulto, vivía solo y era independiente. Tal vez los cómics debían quedar atrás de una vez por todas.
Se levantó de la cama y se colocó los pantalones y en puntas de pies arrojó todas sus historietas, videojuegos, películas y series al suelo. Arrancó el póster de la pared y lo arrugó para tirarlo al cesto de basura. Recogió todo lo que había en el suelo y lo puso en una caja. Se colocó la camiseta y en menos de dos minutos estaba en el portal cargando la caja con sus viejas e infantiles pertenencias. Suspiró y dejó todo allí, junto a los cubos de basura. Mantuvo su postura y se giró para regresar al edificio.

—¿Hiciste eso por mí? —preguntó Miles, saliendo del edificio con su cabello húmedo y su largo abrigo azul marino.

—Son cosas viejas.

—Oh, ya veo... Bien, estoy por irme, te veo luego.

Alex asintió aún con un nudo en la garganta. Y solamente deseó que no fuera así.

—Alex, olvidé algo —dijo justo antes de subirse a su auto. Miles caminó hacia él y lo abrazó con fuerza. Alex se estremeció y sintió sus lágrimas retenidas agolparse en sus ojos—. Lo siento.

balcony › milexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora