Muchos de nosotros creemos que somos buenos, seres indulgentes que se desviven por ayudar a los demás. Sin embargo, ¿lo somos? Más de uno ha puesto una excusa para evitar hacer un favor a alguien. Todos damos una moneda a alguien que pide en la calle pero no volvemos a pensar en esa persona otra vez. Hablamos de dejar de lado los prejuicios pero tarde o temprano criticamos, al igual que hablamos de ayudar pero nunca lo hacemos.
Pocos son lo que donan algo de ropa, los que miran más de dos veces a quienes se encuentran a merced de la suerte en la calle, los que dan una mano sin que se lo hayan pedido. Decimos que somos buenos pero no sé si lo somos, ¿somos malos por pensar y desear cosas buenas pero no hacer nada al respecto? ¿Haciendo algo nos convertimos en un sinónimo de bueno o no es necesario ponerse en acción para entrar en la categoría?

—El restaurador —repito en voz alta, pensativa, y Callie ladea la cabeza—. Entiendo que lo arregle todo, ¿pero quién lo arregla a él? —Pienso en los problemas económicos que me comentó Kendra, en su relación con madre, en el trágico accidente de Mila y en Wendell y Larson como responsables.

—Hay muchas personas dispuestas a ayudarlo, Zoe. —Algo en su voz me dice que está al tanto de que la vida de Blake no es exactamente un cuento de hadas—. Pero es difícil aceptar que necesitas ser reparado cuando te pasas la vida arreglando cosas, y sobre todo cuando te das cuenta que no eres capaz de repararte a ti mismo. —Suspira—. Tal vez por eso repara las cosas en primer lugar, para compensar el hecho de que él no tiene reparación.

—Hablar de esto me pone triste —le confieso, aunque creo que ya lo sabe—. ¿Puedes hablarme de otra cosas?

—Bueno, dame un momento. —Piensa y divaga—. El primer pezón que le perforaron a Mei Ling...

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—¿Sabían que San Diego tiene un clima mediterráneo seco? —murmuro con el rostro pegado a la ventanilla del vehículo, y a mi lado la señora MacQuiod suspira con exasperación.

Desde que pasaron a recogerme por la mañana no he parado de parlotear acerca de todo lo que he investigado sobre la ciudad. Jamás he ido a ningún lugar costero en toda mi vida, y no puedo evitar quedar embelesada con el clima, los parques turísticos y las playas que parecen predominar en el paisaje.

Lástima que Betty me ha recordado en mas de una ocasión que estamos aquí por trabajo, y junto con eso me ha tenido la mayor parte del viaje terreste desde el aeropuerto hasta el hotel haciendo llamadas, chequeando datos y reescribiendo sus notas.
En el avión tuvo la suerte de que estaba demasiado emocionada viendo todo desde la ventanilla y devorando las delicias que ofrecían las azafatas. Incluso casi acepté una copa de champagne, pero entonces clavó sus ojos glaciales en los míos y decliné la oferta.

No creo que sea bueno beber delante de tu jefa.

—Frijoles —susurro observando la tablet de la mujer, la cual debo manejar por ella—. Amelia tuvo su última prueba de vestido hace unas horas y necesita un arreglo de último minuto, el florista tuvo complicaciones y necesita a alguien que arregle el salón —informo—. La recepción está en orden, hay que chequear nuevamente el itinerario y los dueños del hotel quieren revisar algunas cuentas contigo, Corbin. —El hombre que toma asiento en el lugar del copiloto, a un lado del chofer, me echa una mirada sobre su hombro y sonríe, dejándome saber que se ocupará de ello.

Le devuelvo la sonrisa, pero no llega a tocar a mis ojos. No voy a negar que estuve ligeramente decepcionada al verlo a él abordar el avión privado de la empresa en lugar de Blake.

El lunes, tras la introducción de Bill Shepard en el manicomio donde vivo, cenamos en lo que yo describiría un caos lleno de paz. El entrenador se pasó la noche comparando a Elvis con su adorado Steve Timberg, compartiendo tips de cocina con Glimmer, gritándole órdenes a sus jugadores, siendo de intermediario entre la custodia de los futuros cachorros entre Louis Vuitton y el Beagle de Shane y acosando a Hensley con los ojos.

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